El Corpus de la sencillez y la pureza
Corpus Sevilla 2020
Monseñor Asenjo ha bendecido con el Santísimo a los fieles congregados en la Avenida de la Constitución
Sería muy fácil titular esta crónica como "El Corpus de las mascarillas", un elemento de protección que, sin duda, nos acompañará durante muchos meses; o "El Corpus del coronavirus", pero es más atinado llamarla "El Corpus de la sencillez y la pureza". La celebración de este jueves en la Catedral, con todas las limitaciones impuestas y apenas 600 asistentes, ha recordado a las procesiones eucarísticas en la que la centralidad es ocupada sólo por el Santísimo. No desviaba del mensaje ni el espectacular escenario. El arzobispo, monseñor Asenjo, ha confesado tras impartir la bendición final en el Altar del Jubileo que se ha emocionado al ver a tantas personas arrodillarse al paso del Señor. Así ha sido. Una procesión sencilla, que no simple, claustral, que ha renovado la esencia cristiana de todos los presentes. El momento culminante ha sido el de ver a monseñor Asenjo con la Puerta de la Asunción de dosel frente a los fieles congregados en la Avenida. La carga emotiva y espiritual de la bendición ha sido tremenda. Y acompañando al arzobispo han estado los representantes de los colectivos que han luchado contra el Covid-19. Muy importante también el mensaje lanzado desde la Iglesia de Sevilla.
Mucho se escribe cada año sobre la desmesurada procesión del Corpus de Sevilla. Un cortejo que cada año crece y se hace demasiado cansino y tedioso. Su final, la Custodia de Arfe con el Santísimo, llega tras más de horas y media viendo pasar representaciones salpicadas por los pasos con los santos sevillanos. El Corpus de Sevilla es eso. Sus siglos de historia le han dado esa configuración. No pretendemos cambiarlo, porque cuando languidecía, las hermandades acudieron en su auxilio, dignificando los pasos y nutriendo las filas de fieles y devotos. Pero la de este jueves ha recordado a la más sevillana de las procesiones: la de la Virgen de los Reyes; o a la procesión eucarística de la Magdalena. Con un cortejo medido. Exacto. El guión de la Sagrario, el Consejo de Cofradías, los hermanos de la Sacramental del Sagrario, el Cabildo, los miembros de los colectivos invitados, el obispo auxiliar, el arzobispo portando la custodia y las principales autoridades. Ni más ni menos. Y como protagonista absoluto: Jesús Sacramentado.
Las naves de la Catedral se han convertido en las calles Sierpes, Cerrajería, Cuna o Francos para recibir al Santísimo. No ha habido juncia y romero, pero la procesión claustral ha deparado momentos de gran belleza, como su paso ante la Virgen de los Reyes en la Capilla Real o ante el majestuoso Cristo de la Clemencia de Martínez Montañés, al que la conservadora de la Catedral, Ana Isabel Gamero, ha rescatado de su olvido otorgándole una disposición mucho más adecuada a su categoría en la Capilla de San Andrés.
El momento central de este Corpus atípico ha sido la bendición a los fieles desde la Puerta de la Asunción, la que sólo se abre en las grandes ocasiones. Y esta lo era. El Señor con su pueblo acompañado por médicos, enfermeros, policías, militares... y otros colectivos que se han dejado la piel para doblegar el Covid-19. Ha sido tan sencillo como bello y emotivo.
Tras bendecir a las personas que había en la Avenida, el cortejo se ha dirigido de nuevo hasta el Altar del Jubileo para poner fin a una celebración que se recordará como aquellos Corpus de la República o el fallido intento de procesión vespertina. Tras dar la bendición, monseñor Asenjo ha saludado a los representantes de los los médicos, enfermeros, farmacéuticos, trabajadores de centros de mayores, UME, Guardia Civil, Policía Nacional, Policía Local, Protección Civil, Bomberos y Cáritas y la Cruz Roja, que le acompañaban en el presbiterio.
En la homilía, leída por el obispo auxiliar, Santiago Gómez Sierra, monseñor Asenjo ha lamentado que este año no se pueda celebrar la procesión eucarística con el esplendor acostumbrado por las calles de la ciudad. "Yo os pido que lo que perdamos en esplendor, lo ganemos en fervor, renovando nuestra fe en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, confesando con los labios y creyendo en el corazón que, en la más hermosa y rica custodia de nuestra catedral regalada por una familia sevillana del siglo XVIII, está presente Jesucristo con su cuerpo, sangre, alma y divinidad". El arzobispo ha pedido a los fieles que la adoración a la eucaristía sirva para la renovación de las parroquias y como empuje espiritual y apostólico a la Iglesia de Sevilla.
Asenjo ha recordado a los azotados por la pandemia del coronavirus. En el día de la Caridad, el prelado ha implorado que no se olvide a todos aquellos que ya están sufriendo las otras consecuencias del Covid-19: "La epidemia que tanto nos está haciendo sufrir, nos llena de estupor por la suerte de millones de trabajadores que se están quedando sin trabajo, por la suerte de las víctimas de la crisis de la década anterior, y por los nuevos pobres que ha generado la epidemia. Con la superación de esta tragedia, que Dios quiera que esté próxima, no va a acabar el sufrimiento de nuestro pueblo que, a mi juicio, no ha hecho más que empezar, con la economía tan seriamente afectada".
Por ello, ha instado a todos los fieles y devotos ayudar a quien lo necesite de manera abnegada: "No pasemos de largo ante el hombre lleno de heridas y tendido en la cuneta del camino. Bajémonos, como el Buen Samaritano, de la cabalgadura de nuestro bienestar, para curar esas heridas, tan numerosas y tan dolientes. Seamos generosos en la colecta que tiene como destinataria a Cáritas". Como no podía ser de otro modo, el recuerdo a los fallecidos y los enfermos ha estado también muy presente.
La festividad del Corpus de 2020 se recordará, sin duda, por su emotividad, simbolismo, sencillez y pureza.
También te puede interesar