La tarde empieza pronto. Sobre las dos la luz de Los Remedios se refleja en la cara del Cristo que recibe los azotes mientras está atado a la columna. Detrás, su madre, Victoria, llora desconsoladamente.
En ese mismo momento, la vecina más antigua de Recaredo asoma entre ángeles.
Poco antes, el solemne Cristo de la Fundación ha recibido a los pies de la cruz los rezos de todos los que buscan romper con la esclavitud.
Hace mucho tiempo que el Jueves Santo se ha quedado para quienes buscan perderse esperando a Pasión y vuelven por el entorno de Feria buscando el tintineo de rosarios.
Es la tarde de las mantillas, de quienes se quedan esperando al Valle porque saben que nunca defrauda su sobriedad y de los que esperan en la Magdalena la llegada de un Cristo de que desciende acariciado por blancos sudarios.
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