Santo Crucifijo de San Agustín: el protector de Sevilla en las epidemias
La imagen llegó a salir hasta en doce ocasiones, entre ellas por la gran epidemia de peste de 1649.
La actual imagen fue realizada por Sánchez Cid tras ser destruida la gótica el 18 de julio de 1936.
"En este sacro convento Casa Grande de Padres Agustinos es cosa devotísima un Santo Crucifijo, llamado generalmente de San Agustín, por estar desde tiempo inmemorial en una capilla dentro de la principal mayor. A cuya devoción recurre luego Sevilla en cualquiera grandes trabajos de malos temporales o enfermedades, y sacándole en procesión general por su calles se han visto milagrosas mercedes del Señor". Así habla Alonso Morgado, en su Historia de Sevilla, de este Santo Crucifijo que está de nuevo de actualidad debido a la pandemia provocada por el coronavirus. En las redes sociales se ha activado en los últimos días el rezo de una novena en su honor y no son pocos lo que ya hablan de sacar la imagen en procesión de acción de gracias cuando la actual crisis haya pasado.
El propio delegado diocesano de Hermandades y Cofradías, Marcelino Manzano, advertía el pasado lunes que cuando la epidemia pasara sería el momento de dar gracias a Dios, y se mostraba partidario de realizar una procesión de este tipo, con toda la significación que tendría, frente a una magna.
La imagen actual del Santo Crucifijo fue realizada por Agustín Sánchez Cid para sustituir a la imagen gótica, de la primera mitad del siglo XIV, que fue destruida por el asalto e incendio de la parroquia de San Roque en 1936. La venerada imagen llegó a este templo, cercano al convento agustino, en el siglo XIX, tras la exclaustración. En este siglo salió en procesión de diversas formas: en solitario, con la Magdalena a sus pies, o acomañado de la Virgen y San Juan. El día de la procesión era el Miércoles Santo, asnillos lo hizo hasta 1896. El Cristo de San Agustín procesionó en sus últimos años, una vez por década, siendo la última realizada en 1926. Desde 1990 la Hermandad de San Roque tiene concedido el título y la advocación del Santo Crucifijo de San Agustín, por parte del Arzobispado.
El origen de la imagen
El historiador e investigador José Bermejo y Carballo, en su libro Glorias religiosas de Sevilla, explica que el origen de la imagen no está claro. Hace referencia también a lo expuesto por Morgado, que hace referencia a la tradición que sitúa al Cristo como procedente de la Indias, que fue revelado a un pastor en un acequia cercana o, "como la más segura", que en 1313 fue hallada por un hombre virtuoso en un sótano o cueva del convento.
"Alonso Morgado y otros le dan tanto más moderno origen, como que fue traído de las Indias Occidentales, pero el año 1434, mucho antes del Descubrimiento del Nuevo Mundo, había en el convento una dotación a este Santo Cristo", explica Bermejo, que señala que por los relatos hechos por los principales escritores de Sevilla se evidencia la mucha antigüedad de la imagen, "y que desprende que fue venerado antes de la dominación de los Sarracenos (musulmanes), fue escondida en la invasión de estos para evitar la profanación permaneciendo así hasta la época de su hallazgo". Tras revelarse la imagen -añade Bermejo- se constituiría una hermandad en su honor.
La veneración hacia el Santo Crucifijo quedó patente desde el primer momento al formar parta de su hermandad las personas principales de la ciudad. Así, comenzó a salir en procesión de rogativas cuando acontecía una epidemia o un suceso trágico en la ciudad. Así ha ocurrido en una docena de ocasiones, lo que llevó al Ayuntamiento a otorgar a la imagen el título de asilo y protector de la ciudad. Todavía hoy, cada dos de julio, la corporación municipal renueva el voto de gratitud ante la venerada imagen.
Las procesiones de rogativas con el Santo Crucifijo
La devoción al Santo Crucifijo, aún cuando su hermandad desapareció en varios periodos, fue una constante en la ciudad durante 500 años. Tanto los sevillanos de a pie como los nobles y autoridades, volvían sus ojos hacia este milagroso Crucificado cuando acontecían epidemias o sequías.
La primera procesión de rogativas con el Santo Crucifijo fue el 25 de marzo de 1525. Los religiosos de San Agustín llevaron a la imagen hasta el templete de la Cruz del Campo por la falta de agua. "Al salir la procesión estaba el tiempo sereno, y el cielo despejado; más al poco rato empezó a encapotarse y luego a llover, de tal modo que se vieron obligados a concluir la procesión, dejando la sagrada imagen en la ermita de la Cruz del Campo", explica Bermejo.
El 25 de marzo de 1566, el Santo Crucifijo volvió a salir por la falta de lluvias haciendo estación, de nuevo a la Cruz del Campo, "Antes de 50 pasos comenzó a llover. Siguió no obstante la procesión, más a la vuelta fue ya tanta el agua que ni pudo venir formada. La lluvia continuó después por espacio de 17 días, por lo que se remedió la necesidad", dice Bermejo.
El 23 de julio de 1588, por la guerra contra Inglaterra, salió el Santo Crucifijo en procesión de rogativas, yendo por primera vez a la Catedral.
En 21 de enero de 1606, ante la pertinaz sequía, volvió a salir la imagen. Fue llevada hasta la Catedral, donde fue colocado en la Capilla Mayor, para una solemne función. Posteriormente, fue devuelto a su iglesia en una solemne procesión que implicó a numerosos estamentos de la ciudad. "Las calles y plazas estaban colgadas y llena de muy crecido concurso que pedía a voces el agua", relata Bermejo.
Así se llega hasta el año 1649, cuando la ciudad sufre una gran epidemia de peste en la que fallecieron, según los relatos de la época, más de 200.000 personas. Con este motivo, los cabildos eclesiásticos y secular determinar sacar en rogativas al Santo Crucifijo y llevarlo a la Catedral. Así se hizo el 2 de julio. El cabildo recibió a la procesión en la calle Placentines y la imagen estuvo en la Catedral hasta el día siguiente.
"Desde el día en que salió el Señor comenzó a sentirse algún alivio, y al finalizar el octavario que se consagró, cesó del todo el mal, como certificaron los médicos. La ciudad, en su virtud, ofreció ir a darle gracias el 2 de julio de cada año", añade Bermejo.
La devoción que por entonces ya tenía el Santo Crucifijo era tal que en todos los apuros y aflicciones la ciudad recurría a él, ya no solo sacándolo a la calle, también en funciones de rogativas como la acontecida el 18 de julio de 1655 por el peligro que amenazaba a los galeones españoles en la guerra con Inglaterra.
El 7 de marzo de 1669 volvió a salir por la falta de lluvias. El 29 de marzo de 1680 volvió a recorrer las calles "por contagios en los pueblos y sequedad". El 30 de marzo de 1737 volvió a procesional por la falta de agua, con la asistencia de comunidades, clero y demás personas de costumbre, el Ayuntamiento y la hermandad.
La cofradía había dejado de salir en 1713, según constata Bermejo, entrando la hermandad en una franca decadencia que no afectó a la devoción hacia la imagen. En 1791 la hermandad estaba prácticamente desaparecida. Pero el Santo Crucifijo siguió saliendo en procesión. Así lo hizo el 22 de septiembre de 1800 "por la cruel epidemia que afligiese a esta ciudad". También, el 24 de octubre de 1804 "a causa de contagio en la provincia y de terremotos y otros males".
Tras la Invasión Francesa y las Desamortizaciones, el Santo Crucifijo quedó en la parroquia de San Roque prácticamente ya sin devoción, aunque, por la epidemia de cólera de 1854, le fue consagrado un quinario. Volvió a salir en procesión a la Cruz del Campo el 15 de abril de 1863 por la falta de lluvias.
La importancia del Santo Crucifijo también quedó recogida por Miguel de Cervantes en su Rinconete y Cortadillo.
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