El Palquillo

Qué ver el Jueves Santo en Sevilla: el cénit artístico

El misterio de la Columna y Azotes

El misterio de la Columna y Azotes / Víctor Rodríguez

El Jueves Santo se ha ganado, por derecho propio, constituirse como una jornada más que imprescindible de la Semana Santa: es incluso necesaria para comprender no solo el inicio del Misterio Pascual sino la propia historia de la fiesta.

La ciudad misma ve reflejada su evolución espacio-temporal en las cofradías del día, la mayoría de ellas con siglos de estaciones de penitencia a sus espaldas, con todo lo que ello conlleva en el plano social y geográfico. 

Una vez que salgamos a la calle, prácticamente el descanso se convertirá en una excepción. Aún así, si el refrán se cumple y sale el sol, no hay nada como pasear la mañana de Jueves Santo visitando los templos de las cofradías que salen a la calle tanto este día como en la propia Madrugada, donde todo está más que a punto.

De lo contrario, cuando el reloj marque la primera hora de la tarde, marchamos en busca de las primeras cofradías entre mantillas y el repicar de las campanas de la Giralda llamando a los oficios. 

Un joven monaguillo de Los Negritos juega con la canastilla Un joven monaguillo de Los Negritos juega con la canastilla

Un joven monaguillo de Los Negritos juega con la canastilla

Nos sobrecogerá, como siempre cada año, el crujir del canasto del paso del Cristo de la Fundación. La cofradía de los Negros, de origen étnico, es prácticamente todo un vestigio vivo puesto que sus orígenes se remontan a finales del siglo XIV, ni más ni menos. Delicioso es el palio de la Virgen de los Ángeles, que bien merece acompañarlo durante un par de chicotás y recrearse en el prodigio que diseñara Juan Miguel Sánchez. Por el entorno de la Encarnación nos deslumbrará la inmensidad abrumadora del misterio de la Exaltación, "los caballos" de Santa Catalina, tras el que se estrena la banda del Rosario de Cádiz. El palio de las Lágrimas es otro prodigio del bordado, y su regreso por Sales y Ferrer es solo para una minoría decidida. 

El paso de la Coronación de Espinas, el de 'los espejitos' El paso de la Coronación de Espinas, el de 'los espejitos'

El paso de la Coronación de Espinas, el de 'los espejitos' / Juan Carlos Vázquez

Debilidad de casi todo cofrade es la Virgen de la Victoria de Las Cigarreras, primor absoluto de la Semana Santa y uno de los conjuntos más logrados y espectaculares. De obligación es su transitar por el Arenal camino de la Carrera Oficial por entre los naranjos de Gamazo y Barcelona. Conforme vaya cayendo la tarde nos marchamos hasta la Alameda donde el populoso barrio de la Feria se entrega a su cofradía de Montesión y a la Virgen del Rosario, otro emblema de la fiesta. El tintineo de sus rosarios colgando de los varales es una estampa característica. Y sin solución de continuidad, se echa sobre nosotros el inmenso y atemporal manto de la noche, y la ciudad parece resquebrajarse en otro tiempo. 

A partir de ahora es momento de dejarse llevar y sumergirse, de pleno, en la hermosura sin nombre de La Quinta Angustia, uno de los misterios más completos de la Semana Santa y en el que el barroco toma su máximo contexto y significado con el movimiento aéreo del Señor del Descendimiento. Tras dejar la cofradía por Molviedro, nos detenemos en la infinitud verdosa de los ojos de la Virgen del Valle, donde la medianoche marca su luz en punto y nada parece para siempre. Por último, en el Salvador, la perfección anatómica y espacial del Señor de Pasión volverá a indicarnos que todo lo que era descontar... Ahora es contar hacia adelante o hacia la eternidad. 

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