Los 80 años de un icono de los 80
El rockero Silvio nació el 8 de agosto de 1945 en La Roda de Andalucía, entre los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, y renació en Sevilla el 16 de agosto de 1977, el día que muere Elvis Presley
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En el argot musical, Silvio sería un interludio. Un ramalazo de paz y armonía entre dos estruendos. Silvio Fernández Melgarejo (1945-2001), nace el 8 del 8 de 1945. Hoy habría cumplido ochenta años. El rey de los ochos, que es como el infinito desperezándose o el No&Do del símbolo de la Muy Leal y Mariana ciudad en la que no nació pero donde renació como renacentista de la canción. El jeroglífico que acompaña al rey San Fernando del que se valió para cantar la más hermosa canción que se ha dedicado al Real Betis Balompié aunque naciera en plena pretemporada de la Liga que su Sevilla ganó en 1946.
Silvio nace dos días después de que los norteamericanos bombardeen Hiroshima y un día antes de que rematen la faena con Nagasaki. Y muere el 1 de octubre de 2001, justo tres semanas después del atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York. Una vida entre dos estruendos en los que los Estados Unidos de América fue emisor en las bombas y receptor en los aviones contra sus colosos con pies de barro. Una extraña metáfora de quien como tantos de su generación descubrió la música en las bases americanas de Rota y Morón que Ike Eisenhawer certificó en 1959 cuando fue recibido por Franco y recorrieron como Tip y Coll las calles de Madrid en un descapotable.
El año que viene hará un cuarto de siglo de su ausencia, pero su esencia llega donde muchos creen que se acabó su existencia. En sus frases y sentencias, por ejemplo. En un bar, junto al símbolo de Gambrinus, ahora desterrado del Pabellón de la Cruzcampo convertido en tablao para turistas, se puede leer bajo el anuncio de la rubia sevillana, Marilyn de lúpulo y cebada, “no busques más que no hay…”. Un restaurante vegano de la calle Amor de Dios, frente a la peluquería de Melado y el cine Cervantes, exhibe una foto de Silvio con la frase “el silencio es la música bien cortá”. “Silvio, como Sócrates, como Cristo o como Pericón de Cádiz, no tuvo a bien dejar constancia por escrito de sus pensamientos, por eso es necesario recurrir a sus declaraciones para conocerlo”, escribe Pive Amador, su letrista, su batería, su mánager, su confidente, en Entrevista con Silvio, incluida en la biografía del músico y cantante que firma con el periodista Alfredo Valenzuela, en su caso reincidente ya que publicó una primera edición en Qüasyeditorial y el libro ya post mortem lo reeditó Andalucía Abierta de la Fundación José Manuel Lara.
El título de la biografía es Vengo buscando pelea. Es la frase de una canción de Antonio Molina, uno de los iconos culturales de Silvio junto a Graham Greene, Elvis Presley o Manolo Cardo. Hace muchos años quedé con Antonio Molina para entrevistarlo. Actuaba en el ya desaparecido cine San Vicente. Antes de que saliera el cantante malagueño, subió al escenario un ventrílocuo. Alguien en el patio de butacas se impacientó, se levantó y prorrumpió un ¡Viva España y Antonio Molina! El ventrílocuo hizo mutis por el foro y salió el artista anunciado en los carteles. El que protestaba en el público era Silvio. Genio y figura.
En esa entrevista a Silvio que le hace Pive Amador, que en realidad es un compendio de charlas con los periodistas que tuvimos el privilegio de hablar con él, Silvio confiesa que si no hubiera sido músico le hubiera encantado ser lingüista, por su afición al latín que destilaba en sus aproximaciones a Adriano Celentano. Compara la política con las matemáticas. “Todo el que pase por la política no pasará por la historia, y si pasa, pasará malamente”, le dice a Pive. No extraña que su letrista y batería le profese la misma devoción que a Baruch Spinoza, su filósofo de cabecera, cuando Silvio explica que “el pintor y el escultor trabajan en el espacio y el músico en el tiempo, y no debemos olvidar que el tiempo es redondo, como el swing”.
Jesús Quintero logró conversaciones inolvidables con el Beni de Cádiz y con Silvio. Del primero, Benito Rodríguez Rey, llegó a decir que era “el Vittorio Gassman del flamenco”. Silvio podría ser el Bob Marley del rock sureño. Rockero Silvio, reza la calle que le puso el Ayuntamiento en su barrio de Los Remedios. En el Silvio a secas, lejos de Sevilla, aunque se consolidó en la movida madrileña, hay confusión con Silvio Rodríguez. El nuestro es más del coñac que del Cuba Libre. Como muestra un botón de una de las muchas entrevistas que le hice. Casi siempre, en el bar ABC de la calle Virgen de Luján que regentaba la china Rosa María Yang: “Los setenta fueron años muy raros, mucho dinero y poca música. Ahora hago más música pero no tengo dinero. Doña Rosa, ponga otra copa de coñá que invita mi amigo”.
Nació el 8 de agosto de 1945 en La Roda de Andalucía, pueblo limítrofe entre Sevilla y Málaga, y renació el 16 de agosto de 1977 en Sevilla, provincia de Memphis. Ese día muere Elvis Presley (agosto del 77 fue letal: se fueron también Groucho, Machín y Antonio Rodrìguez Buzón) y Silvio, que tocaba la batería y fregaba vasos, decide que ha llegado la hora de su reencarnación. Los que han dicho que Elvis no había muerto, en realidad querían decir que seguía vivo en la voz de Silvio. Un tesoro para quienes le fotografiaban: Gloria Rodríguez, en la portada de la citada biografía; Pablo Juliá (con la plaza de San Antonio de Cádiz llena de gente) y Paco Cazalla en la portada y la contraportada del disco Fantasía Occidental.
No faltó a ninguna de las ocho ediciones de Cita en Sevilla. Aparece su nombre junto a los de Montserrat Caballé, Camarón, Sabina, Joe Cocker, Frank Zappa, Serrat, Radio Futura, Kiko Veneno en esa pre-Expo musical entre 1984 y 1991. Con carteles de Carlos Ortega, Manolo Cuervo, José María Albanell, Javier de Juan o Máximo Moreno.
Se casó en el Cachorro con la inglesa Carolyn Williams, la madre de Sammy, que llegó a probar en los juveniles del Chelsea, honró a su padre en sus últimos meses y se fue con su grupo a probar fortuna en Australia. Le ilusionaría saber que el Cachorro ha estado en Roma. Lo decía en el disco En misa y repicando. “Somos romeros porque a Roma vamos”. Sevilla fue la Cinecittá de la música gracias a músicos como Silvio. Sus admiradores quisieron dejar la impronta llamando Silvio a sus vástagos: los de Andrés Herrera El Pájaro, Jerónimo Mingorance (los junté a los dos en la barbería de Curro, la Wikipedia de Silvio) o Julio Muñoz Gijón, Rancio Sevillano. Luz Casal sigue empeñada en canonizarlo.
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