¿Apolo o Dionisio? El enigma Marset
Pese a su aspecto rotundo de boxeador retirado, Juan Carlos Marset es una persona de gestos comedidos y hablar suave, casi triste. Algunos hablan de él como de una Falstaff que se metió en política para descorchar botellas de amontillado a cuenta del Rey, otros como de uno de los intelectuales más completos e interesantes de la ciudad. Tiene el don y la nobleza de acudir al caballo de la polémica sin apenas inmutarse y, cuando el entrevistador le recuerda aquellas facturas de restaurantes de postín que publicaron algunos periódicos, él se defiende sin que se despeine su cuidada cabellera plateada y recuerda la voracidad de aquellos mismos periodistas en los desayunos de trabajo. "Alguno no dejaba de mojar en el café con leche", dice. Funambulista entre Apolo y Dionisio, hombre capaz de subir al cielo de las metáforas y bajar al lodo de la política, muchos desconocen su brillante currículum intelectual y vital: premio Adonais de poesía en 1989, doctor en Filosofía por la Universidad de Columbia (Nueva York), editor de la selecta revista Sibila, biógrafo y confidente de María Zambrano... Como político renovó completamente la estructura de la Delegación de Cultura y algunos lo consideraban un consejero áureo de Sánchez Monteseirín. César Antonio Molina se lo llevó al Gobierno de Zapatero para dirigir el Inaem y, cuando los días de gloria terminaron, regresó sin más a sus clases de Estética en la Hispalense. Apenas disimula sus ganas de volver a la política.
También te puede interesar
Contenido ofrecido por SO/Sotogrande Spa & Golf Resort
Contenido Patrocinado
Contenido ofrecido por Restalia