Carnicero de autor en mercado anónimo
Calle Rioja
Francisco Rodríguez, placero desde 1957, demanda una puerta de acceso desde su 'ventana' electrónica · Quiere ubicar la estatua de la diosa Ceres donde estaba la puerta de Neptuno para la entrada del pescado
LO dibujó con 63 puestos y seis entradas y ahora necesita un plano para salir. Francisco Rodríguez, inquilino del puesto 29 del mercado de la Encarnación, uno de los cuatro carniceros de la plaza, trabaja en un laberinto. Usa el correo electrónico como ventana para denunciar que lo dejaron sin puerta.
Tercera generación de carniceros, entró en 1957 cuando tenía sólo 11 años. El 1 de octubre de 1973, cuando cerró el mercado de forma provisional -una provisionalidad que en cronología política duró de Carrero a Zapatero-, salieron seis carniceros de su familia. El 19 de diciembre de 2010, cuando abrió sus puertas el nuevo mercado, sólo volvieron dos, Paco y su hermano Guillermo.
Su idealismo lo ha vuelto realista. El carnicero ya se olvida de las setas y sólo centra su cruzada en dos objetivos: la diosa y la puerta. Una puerta, por Dios (o su representante en la mitología: la diosa Ceres, divinidad de la prosperidad y el comercio). Baluarte de rarezas autonómicas como la cecina de León, la ternera gallega o el cerdo de castaña, se siente encerrado con sus viandas, en demanda de su puerta de la carne.
Habló con el arquitecto muniqués Jürgen Mayer, autor del proyecto Metropol Parasol, a quien exime de cierta responsabilidad. "El mercado no lo diseñó Mayer, no le gustó el proyecto, que pasó a la Gerencia de Urbanismo. El mercado de la Encarnación es anónimo". Como la pregunta del 28-F.
Por eso, en opinión del carnicero, nadie responde de fallos o carencias de principiante: que el alcantarillado se haya resuelto con una solución de superficie "cuando ya en Pompeya tras la erupción del Vesubio se hizo subterráneo"; que no se respeten los viales interiores de cinco metros, una estrechez que visualiza cruficándose de costero a costero; o que hayan tenido que modificar los mostradores de frutas y verduras.
Los mostradores vienen de Churriana y el fabricante no contaba con que en el diseño olvidaron una calza de 33 centímetros para el alcantarillado superando con mucho la altura media de las mujeres, segmento mayoritario que acude al mercado. La entrega del dinero o la recepción del género y la vuelta son asequibles para gente como Gasol.
En el panorama de los mercados etéreos, invisibles e implacables, el carnicero reivindica su mercado tangible. Último mohicano, dice que tiene doscientos kilos con recortes de papel de periódico sobre la Encarnación. Noticias caducadas para envolver el pescado que antiguamente entraba por este puesto de la carne. "Ésta era la puerta de Neptuno".
Un mercado que atravesó muchas vicisitudes. Los franceses quisieron convertirlo en plaza de armas o en lonja al modo de la de Les Halles que describe Zola en El vientre de París. "Se produjo el levantamiento de Cádiz y los franceses iniciaron la huida. Los primeros puestos se montaron con cajones de madera. Por eso los puestos se llamaban cajones".
Dos mujeres portuguesas buscan el aseo de señoras y se pierden en el ascensor. El carnicero guía la visita al servicio: un solo excusado y falta de ventilación "para quitar el calor, el aire y la peste". Cualquier gasolinera tiene mejores condiciones. "No quiero pecar de xenófobo, pero toda la indigencia viene a lavarse al mercado". Pobres, pero limpios, como esos marineros de los que habla Melville en Moby Dick que se lavaban la cara antes de ahogarse.
La calle más próxima al puesto del carnicero es José Gestoso. "Vienen las señoras, se acercan al cristal y pisan, empujan, pero no hay puerta". A diferentes munícipes los puso al corriente de su reivindicación. Casa con dos puertas mala es de guardar. Pero mucho peor con ninguna. "Se lo dije a Mercedes de Pablos cuando vino a pedirnos el voto para el PSOE; se lo dije a los concejales del PP Amidea Navarro y Gregorio Serrano, que es hijo de placero de la Encarnación y presume de haber pasado aquí parte de su más tierna infancia".
Lleva un cuarto de siglo mandando mensajes de náufrago a su legión de destinatarios. Primero a mano y en máquina de escribir; ahora, por correo electrónico y casero. Habló con Mayer de la solución del entorno, que antes de ser una "fuente-bulto" que nunca echó agua podía haber sido un naranjo o un magnolio. Un árbol muy cernudiano propenso a atraer a las polillas.
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