Sevilla

"El carpetazo a la investigación del accidente es una ofensa para mí y mi familia"

Entrevista a María del Águila Sánchez Rojo, superviviente del accidente de la Plaza del Duque. / Antonio Pizarro

María del Águila Sánchez Rojo, a quien todos conocen en su entorno con el sobrenombre de Lala, sigue sin superar el trauma que le supuso el accidente del autobús de la línea C5 de Tussam, ocurrido el 7 de diciembre de 2019 en la Plaza del Duque. Fue la más grave de la decena de heridos de aquel siniestro y salvó la vida por apenas un metro. El microbús la estampó contra el escaparate de una tienda de Zara. Quebró el cristal con su cuerpo y sufrió innumerables lesiones, la más grave de ellas la de la pelvis, que se fracturó en varias piezas. "Como un puzle", dice.

Su cuerpo se recuperó, con dolores crónicos que le retrotraen cada día a aquel preciso instante en el que se dirigía a comer con su hermana a un bar de la Cuesta del Rosario y nunca llegó. De hecho, lo primero que le dijo a ésta cuando la vio en el hospital era que sentía no haber llegado a la cita. A pesar de que ha vuelto a andar, su vida ahora es limitada. Ha desarrollado un estrés postraumático que la mantiene prácticamente encerrada en casa, con miedo a salir a la calle sola. Y una profunda depresión en la que se sumerge cada vez que se mete en su cuarto, por mucho que cuando está fuera y con gente bromee y sonría. Tampoco ayuda los dolores crónicos que padece como consecuencia del accidente.

"No estoy bien, pero siempre tengo la fachada esa tan hermosa que tengo que romper. No me gusta compartir el derrumbe, ni ninguna penuria, porque el que lo sufre es el herido y ese daño no es bonito de compartir. Los dolores siguen, pero tengo días en los que estoy más fuerte y otros en los que no estoy", explica.

María del Águila Sánchez Rojo, durante la entrevista. María del Águila Sánchez Rojo, durante la entrevista.

María del Águila Sánchez Rojo, durante la entrevista. / Antonio Pizarro

La superviviente de aquel siniestro quiere que se sepa su opinión sobre el carpetazo judicial a la investigación del caso, decretado por la titular del juzgado de Instrucción número 20 de Sevilla, algo que considera ofensivo e incluso hiriente. "Cuando vi la noticia de que se ha archivado, puse el grito en el cielo. Dije ¿perdona? Que una juez archive así de buenas a primeras, sin haber investigado nada... es una ofensa para la persona afectada y para todas las que están a su alrededor. Para mí y para mi familia. Después de sufrir la tragedia que hemos sufrido y cómo lo hemos vivido, ¿no va a usted a investigar? ¿declara usted que eso ocurrió porque ocurrió? No fue un desastre natural, como un tsunami o un terremoto, ni tampoco una enfermedad que yo haya contraído. Cuando el hombre interviene, como es este caso, tiene que haber responsabilidades. Igual que yo asumo todos los días la responsabilidad de levantarme y tener vida".

Sánchez Rojo considera que el archivo ha supuesto para ella y su "gran familia" un "abandono institucional, jurídico y administrativo brutal". "Es una falta de interés, una apatía, una desgana por parte de los poderes públicos con respecto a mi estado. A sabiendas de que la Justicia necesita de un tiempo procesal y de una muy buena observación de cada caso, la lentitud de esta situación me hace sentirme en un desierto, en un limbo, donde mi despertar se divide entre la vida y la no existencia". 

La superviviente del siniestro cree que se habría investigado de otra forma si hubiera muerto en aquel accidente, para lo que le faltó "un metro". "En ese caso se hubiese mirado con lupa". "Creo que una juez, cuando se pone la toga, debe pensar que lo que me ha ocurrido a mí podría haberle sucedido a alguien de su familia. Las personas no se dan cuenta de lo que duelen las cosas hasta que no lo viven en sus carnes". 

En estos tres años y tres meses que han pasado desde el accidente, Sánchez Rojo ha preferido mantener un perfil discreto, alejado de los focos. "No he dado ruido. De hecho, para mí esta entrevista es muy fuerte, porque considero que no tengo que contarle al mundo nada de lo que me pasa". Sin embargo, se siente abandonada. Ni siquiera las autoridades informaron en un primer momento de que había una persona herida muy grave y que se temía por su vida. "Salvo un par de periódicos, el resto de medios de comunicación dio la noticia como le dio la gana. Sé que hubo periodistas que preguntaron por mí cuando yo estaba en la UCI, pero mi familia me protegió y no quiso participar cuando todo era mediático". 

Los servicios de emergencia atienden a los heridos en el accidente del microbús de Tussam en la Campana. Los servicios de emergencia atienden a los heridos en el accidente del microbús de Tussam en la Campana.

Los servicios de emergencia atienden a los heridos en el accidente del microbús de Tussam en la Campana. / juan carlos vázquez

Cambia el rictus cuando el periodista le informa de que el alcalde de Sevilla, Antonio Muñoz, se está planteando recuperar la línea C5. Hay una pausa de silencio. "Me parece un atrevimiento, una osadía, después de lo que ha pasado, sin saber lo que originó el accidente. O una falta de conciencia tal vez". 

"Gestionar el sufrimiento de dolor, pena y llanto que me provoca esto es muy difícil. Para mí sigue siendo una tragedia. Para mí no existe aún una garantía al 100% de que no vaya a volver a ocurrir, aunque se utilice una nueva flota. Si ocurriera, Dios quiera que no, ¿quién cargaría con la gravedad de esa responsabilidad? Un autobús sigue precintado a la espera de una investigación, un peritaje, informe o mínimo estudio que esclarezca cómo sucedió. Un microbús de la línea C5 volverá a circular después de tres años con una víctima no recuperada aún en su totalidad de sus heridas. Un nuevo alcalde que deja, como casi todo ser, en el archivo del olvido a la víctima, para estrechar la mano en pro de un negocio simbiótico, un win win como se dice ahora", añade.

Ha cambiado de abogados, porque no estaba de acuerdo con que los anteriores sólo negociaran. Una de las cosas que ha hecho es recurrir el auto de archivo, porque quiere que se investigue hasta el final, necesita saber qué pasó, qué originó el fallo por el que el autobús se aceleró solo, y por qué los vehículos seguían prestando servicio cuando unos días antes otro microbús había sufrido el mismo problema. 

"Yo he recurrido, es posible que no llegue a nada. De todas maneras me han dejado abandonada durante tres años. En este proceso nadie ha querido tender un puente, tener un vínculo para saber cuál es mi estado. De los otros heridos es comprensible porque han hecho su vida, pero yo tengo perdida mi vida. Mis extremidades funcionan, pero no salgo a la calle sola, siempre voy acompañada de algún familiar".

Exculpa al conductor y dice que está convencida de que no fue un fallo humano, sino mecánico. "Nadie tuvo voluntad de que aquello ocurriera, ¿qué persona arranca y se ve estampada contra una pared, y a qué velocidad? Pero no les interesa investigar, les interesa más decir chao, ahí se queda todo". En la primera entrevista citó a Poncio Pilato. "Nadie quiere asumir responsabilidades"

La superviviente del accidente, durante la entrevista. La superviviente del accidente, durante la entrevista.

La superviviente del accidente, durante la entrevista. / Antonio Pizarro

Revive una y otra vez el momento del accidente y su llegada al hospital. "No ves más allá de lo que vives. Yo perdí la conciencia en el momento del golpe, luego la recobré, tuve apoyo de gente y después de un grito que fue bestial, porque realmente cuando una de las personas me pidió que quitara la pierna de debajo del autobús, fue desgarrador, porque yo con eso no pude, pero me pidió que lo hiciera, porque si no no podían sacarme de allí. Y ahí me quedé. Tuve intervalos que me despertaba y me apagaba. No era consciente ni del espacio ni del tiempo". Y después en el hospital, "hasta arriba de morfina para aguantar ese dolor, pero despierta", recuerda cómo saludaba a las personas que allí había. 

Luego llegaría la muerte de su padre, que la afectó profundamente. Su padre fue a verla al hospital y ese mismo día ingresó en Urgencias. Aquí interviene su hermana, Inmaculada, que la acompañada durante la entrevista. Cuenta que llevaba días viendo a su padre muy cansado y que lo convenció para que, después de ver a su hermana, acudieran a Urgencias. Ya no volvió a casa. Ingresó ese mismo día y murió el 25 de diciembre. A María del Águila no le dejaron despedirse de él. "Aquello fue inhumano, estábamos los dos en el mismo hospital, en dos plantas distintas, ¿tan difícil era haberlo bajado?". 

Desde entonces, la recuperación física no ha ido acompañada de la mental. "Yo tendría que haberme quedado allí, porque viví lo suficiente y lo suficientemente bien". Si hace dos años decía que sentía que no disfrutaba de la segunda oportunidad que le ha dado la vida, ahora piensa que debería haber muerto aquel día. Hace un mes intentó quitarse la vida. Se subió encima de la máquina del aire acondicionado, en una undécima planta de un edificio del distrito Macarena. Una familiar suya la agarró a tiempo. Antes ya lo había intentado una vez.

La mujer, en la camilla del 061 el 7 de diciembre de 2019. La mujer, en la camilla del 061 el 7 de diciembre de 2019.

La mujer, en la camilla del 061 el 7 de diciembre de 2019. / Juan Carlos Vázquez

Se compara con su madre, que derrocha vitalidad. "Lo digo abiertamente y con letras mayúsculas: no tengo ganas de vivir. A diferencia de mi madre, que de ello hemos hablado. Ella, a sus 78 años, tiene un deseo ardiente de cumplir cada despertar y de ver nuevos días de sol o de lluvia, y que pese a llevar unos días o semanas con una dolencia, que no le deja andar, me dice: quiero amar la vida hasta que me lleve. Derrocha una juventud casi cerrada por su viudedad, pero con unas inmensas y nuevas ganas de experimentar la creación de otros momentos que puedan aparecer. Se aferra obstinada a una locura vital hasta que el divino universo la llame y le diga que le toca irse, ¿es admirable o no?".

Otra persona en la que se mira es Juan Carlos Unzué, ex futbolista enfermo de ELA. "Él tiene un cronómetro, tarde o temprano sabe que dirá adiós. Mi cronómetro lo estoy impidiendo yo porque me veo obligada por mi entorno, que me dicen que no tenga esos pensamientos, que salga con ellos". 

"Tengo la sensación de no querer estar en la vida, cosa que no tenía antes porque tenía la vida que me daba la gana tener. Ahora mi despertar no es sólo voluntad mía. No ya a nivel psicológico, sino físico. No me puedo levantar porque me duele tanto que dices para qué. Es muy difícil aceptar que has pasado a ser una persona dependiente. Lo único que puedo decirle al mundo es que tengo ganas de suicidarme. Y ojalá que gente que esté como yo me escriba", apunta.

Así fue el accidente de la Campana. Así fue el accidente de la Campana.

Así fue el accidente de la Campana. / Departamento de Infografía

Cuenta que el tercer aniversario del suceso acudió al lugar del accidente. Quiso dar un rodeo pero su hermana la obligó a pasar por el mismo sitio en el que cayó malherida. "Al principio quise no mirar, ni acercarme, ni cruzar. Me quedé bloqueada. Y comprobé que estaba todo reconstruido. No me hubiera importado que se quedara como se quedó. Eso es lo visible".

Asegura que le gustaría tener una conversación con el conductor del autobús. "Sé que debe ser para él muy duro haber visto semejante imagen. Yo no creo que a nadie se le borre de sopetón, igual que a mí no se me borró cuando me desperté. A mí se me puede borrar el dolor de mi familia, el ser humano a veces es egoísta, pero tengo el apoyo de mis hermanos. Ellos son mi pilar y están siempre muy encima mía, pero mi pilar se derrumba, porque nuestro yo está a veces por encima de esas circunstancias". 

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