La Giganta sigue inmutable
Patrimonio histórico Balance del funcionamiento del gran símbolo de Sevilla
La veleta de Sevilla se mantiene en perfecto estado tres años después de ser restaurada e izada a la cúspide la Giralda
Ni el viento ni la temperatura afectan a la veleta de Sevilla. El Giraldillo diseñado supuestamente por Juan Bautista Vázquez y fundido en bronce en 1568 por Bartolomé Morel resiste al tiempo tras haber sido izado hace tres años a la cúspide la Giralda, a la conclusión de los trabajos de restauración realizados por el Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico (IAPH).
Desde julio de 2005, el Grupo de Estructuras de la Escuela Superior de Ingenieros de la Universidad de Sevilla se encarga de conocer la respuesta de la escultura ante la acción mecánica y las condiciones meteorológicas gracias a un sistema de sensores que fue instalado en el momento de su reposición sobre la Giralda.
Los datos que arrojan los informes elaborados hasta la fecha indican que la Giganta -así llamada por la pretendida desproporción de sus formas, para que fuera contemplable un centenar de metros más abajo y por el estilo predominante en la época, siguiendo los cánones de Miguel Ángel- se encuentra en perfecto estado, sin que se haya detectado deterioro alguno en la estructura del Giraldillo o advertido la necesidad de realizar algún tipo de intervención.
El responsable del Grupo de ingenieros es Mario Solís, que cuenta con la colaboración de Antonio Romero y Pedro Galvín. "El Giraldillo es una pieza única y puede ser, sólo relativamente, comparable con la estatuta de Marco Aurelio en Roma, aunque ésta es estática", afirma. El reto afrontado hace tres años, por tanto, exigió soluciones innovadoras, tanto por el diseño del sistema de sensores como por su instalación en puntos estratégicos sin impacto visual, ya que la Giralda está catalogada como Bien de Interés Cultural (BIC).
El sistema ha detectado vientos de hasta 90 kilómetros por hora, en otoño pasado, y temperaturas que han oscilado entre los 47,5 grados centígrados de hace un año y los cero de diciembre de 2006. Estas condiciones climatológicas hacen que el IAPH tenga previsto realizar una revisión de la instalación al menos cada cinco años, coincidiendo con las operaciones de revisión y mantenimiento del estado de conservación del Giraldilllo, y que se han de llevar a cabo independientemente de que en el proceso de monitorización se haya detectado algún funcionamiento anómalo.
Los sensores instalados sirven también para distinguir la inclinación y vibraciones de la Giralda producidas por el viento y la temperatura. Los datos, según Mario Solís, indican igualmente que no hay razones para preocuparse. La insolación sobre la torre, al igual que ocurre con cualquier edificio, produce diferencias de temperatura en sus cuatro caras y esto hace que se produzca cierta inclinación que evoluciona a lo largo del día en función de la posición del Sol.
Estos ciclos diarios se registran con los clinómetros, que junto a los acelerómetros miden también la frecuencia de vibración de la Giralda. Ésta se sitúa en torno a 0,6 herzios, mientras que la del Giraldillo sube levemente, hasta un 1 herzio. El valor de la frecuencia de vibración del antiguo alminar, imperceptible para las personas, se corrobora con una serie de medidas realizadas sobre la propia torre.
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