"Hoy es más importante en un pueblo tener una depuradora que un castillo"

Los invisibles

Manuel García, en su despacho del decanato.

08 de noviembre 2008 - 05:03

HIJO de un soldador de Astilleros y de una bordadora, el profesor Manuel García (Carrión de los Céspedes, 1959) es cronista oficial de su villa natal. Cofrade de un pueblo sin Semana Santa, profesor de Historia Medieval centrado como vicedecano en Infraestructuras de la Universidad.

-¿Quién lo nombró cronista?

-El Ayuntamiento de Izquierda Unida gobernado por una serie de antiguos alumnos míos. Lo curioso es que tres años después, un Ayuntamiento socialista en el que había concejales que habían estudiado conmigo, me hizo hijo predilecto de Carrión.

-¿La derecha nunca gobernó?

-Desde que se instauró la democracia, no.

-Si llegara, ¿lo primero que haría sería restaurar la Semana Santa?

-Esa tradición está muy perdida. Eso es imposible. Había un crucificado de la Veracruz que salía el Jueves Santo por la noche. En los años treinta dejó de salir.

-Pitt-Rivers eligió Grazalema para su estudio antropológico, Buñuel se fue a las Hurdes, Cela a la Alcarria e Isidoro Moreno a su pueblo, a 'Bencarrión'. ¿Todavía escuece aquel libro?

-Sí es verdad que en su momento tuvo una enorme repercusión. Su estudio sobre las estructuras matriarcales de Carrión, la dualidad de las hermandades, igual que el que hizo Juan Infante Galán sobre el sustrato mariano de la localidad, han sido superados y actualizados por trabajos posteriores. Esa estructura es consustancial a Carrión, que no sería lo que es sin ese enfrentamiento entre las hermandades de penitencia de la Consolación y del Rosario. No tiene nada que ver con ese enfrentamiento tribal y violento que se quiso ver desde fuera. Fanáticos y exaltados hay en todos sitios.

-Las que tienen el monopolio de los devotos locales...

-Sin olvidarnos de la hermandad del Rocío, que es la número 12. Mi bisabuelo, que era cosario, fue uno de sus fundadores.

-¿Siguen los contactos con municipios homónimos de Carrión de los Condes (Palencia) y Carrión de Calatrava (Ciudad Real)?

-Hay intercambios culturales, deportivos, musicales. Hay un denominador común en los tres pueblos, que es Castilla. Carrión es Castilla dentro de Andalucía con el escudo de León. Carrión de los Condes es el abuelo, la sabiduría, una mina para un estudioso de la historia medieval. Carrión de Calatrava es el padre, con castillo templario. Carrión de los Céspedes es el hermano pobre, pero es mi pueblo. El paraíso donde a partir de San Martín el mosto está en su mejor momento.

-¿Los otros dos tienen castillo?

-Creo que sí. Nosotros por no tener no tenemos ni término municipal. Apenas seis kilómetros cuadrados. Pero somos el único pueblo que ha tenido tres nombres. Fuimos Carrión de Calatrava tras la conquista de Fernando III. El caballero calatravo Juan Núñez de Prado lo bautizó en 1334 como Carrión de los Ajos y cuando el caballero veinticuatro Gonzalo de Céspedes se lo compró a Felipe II le puso su nombre. No tenemos castillo, pero tenemos una depuradora de aguas experimentales pionera en Andalucía que las recicla para riego. Eso hoy es más importante que tener un castillo.

-¿Cuál es el principal monumento de Carrión?

-Para bien y para mal, el tren. Hasta 1878, pertenecía a la provincia de Huelva y así aparece en el diccionario de Madoz. Pasó a la de Sevilla cambiándolo por Hinojos. ¿Por qué? Por el ferrocarril. Mi abuelo era guardaagujas de Carrión. De mi pueblo salían las traviesas de madera para las vías. El tren fue nuestro motor de desarrollo económico y hoy nos atosiga, corta el perímetro urbano e impide nuestro crecimiento.

-¿Sigue pasando?

-Es el único pueblo de la provincia en el que se para el tren que va de Sevilla a Huelva. Para que se bajen tres o cuatro viajeros, como en Solo ante el peligro.

-¿Las viviendas adosadas han condicionado el paisaje?

-Las últimas jornadas de Patrimonio que coordino en la Diputación las dedicamos al paisaje local. El auge del ladrillo creó empleo y dinamismo empresarial, pero homogeneizó el entorno. Igual que Romero Murube habló de los cielos que perdimos para criticar los efectos de la piqueta, nosotros deberíamos llorar los campos que perdimos, un espacio rural ya irrecuperable. Ya no hay campo en la periferia de Sevilla, a lo sumo algunas huertas. Los arroyos a los que de niños íbamos a coger renacuajos y galápagos están entubados y hay urbanizaciones de pitufos. Las dehesas donde cogíamos espárragos han sido sustituidas por chalés con piscina y cerca individualizada.

-¿La patria del cronista es su pueblo o el mundo?

-No son incompatibles. Un viejo de mi pueblo me dijo una vez: mira, Peguero, el mote que heredé de mi bisabuelo, no seas caño, tonto o iluso en mi pueblo, uno debe de ser de donde son sus muertos.

-¿Cuál es su paraíso como medievalista?

-La Banda Morisca, un territorio bellísimo situado entre la Sierra Sur de Sevilla y el antiguo reino nazarí de Granada. Era el contrapunto de la Banda Gallega que separaba la Sierra Norte y el Andévalo del reino de Portugal.

-¿Lo morisco se reivindica más que lo gallego?

-Sin duda. Canta Serrat que se canta lo que se pierde. Los territorios de frontera determinaron la cultura material y lingüística, generando una extraordinaria ósmosis cultural. Estudiando con mi maestro Manuel González Jiménez las Actas Capitulares de Morón, de 1406, comprobamos que el escribano de Morón ceceaba, escribía Çevilla con cedilla. ¿Qué ocurre hoy? Que la gente de Morón todavía cecea.

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