Calle rioja

Sevilla reinventa un nuevo síndrome de Stendhal

  • Valores. Rafael Manzano muestra la ciudad al mundo con su arquitectura; Enrique Ybarra facilita que se conozca mejor. Los dos han sido distinguidos por la Iglesia hispalense

Un momento de la entrega de medallas 'Pro Ecclesia et Pontifice'.

Un momento de la entrega de medallas 'Pro Ecclesia et Pontifice'. / Juan Carlos Vázquez

RAFAEL Manzano, Enrique Ybarra y Patricio Rodríguez-Buzón se añaden a una selecta nómina en la que figuran Manuel Vaquero, Francisco Moreno, el Mudo de Santa Ana, y Otto y Joaquín Moeckel, todos ellos distinguidos con la medalla Pro Ecclesia e Pontifice.

El síndrome de Sthendal en función del cual algunos visitantes de Florencia no podían soportar tanta belleza es la relación más plástica entre turismo y arquitectura, entre la disciplina a la que se dedica el empresario Enrique Ybarra y la que ha centrado toda la vida profesional e incluso intelectual de Rafael Manzano. Ese síndrome no es exclusivo de Florencia. Prueben a mirar la Torre del Oro al final de Almirante Lobo con el ópalo del sol rondando estos ocho siglos de historia.

Los autobuses turísticos forman una arquitectura cotidiana con vocación de rascacielos. Enrique Ybarra empezó en la Expo 92 y sus vehículos ya están en los cinco continentes. ¿Cabe un embajador más universal de la ciudad? El arquitecto y el empresario tienen su espacio profesional en el entorno de una Plaza Nueva de la que ya no salen autobuses de Tussam. El 28 de octubre de 2007 se puso en marcha el Metrocentro, sucedáneo de tranvía. Rafael Manzano es un gaditano enamorado de la arquitectura nazarí de Granada con estudio en Sevilla y proyectos en medio mundo, en muchos de esos países a los que llegan los autobuses de la empresa de Enrique Ybarra. En esta Feria sin real y sin casetas algunos echarán de menos el ratito en Los Alarifes, una caseta que abrió Manzano con trabajadores del Alcázar en la época en la que fue arquitecto-conservador del palacio. Una palabra que remite a los que hicieron las catedrales, como enseña Rafael Cómez en su libro Los constructores de la Edad Media.

A los viajeros que utilizan los autobuses turísticos una ciudad les entra por los ojos de una arquitectura amable, humana, la especialidad de Rafael Manzano. El Evangelio de ayer le hacía un sitio a su profesión. "La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular". No es la primera vez que el arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, asiste a un reconocimiento hacia Rafael Manzano. El 30 de noviembre de 2019, en la vieja normalidad, fue testigo del nombramiento del arquitecto en la Colegiata de Osuna como socio de honor de la Asociación de Estudios Ursaonenses que preside el profesor Juan Manuel Moreno. Peter Greenaway dirigió la película El vientre del arquitecto. Manzano es el corazón del arquitecto, puesto a punto por el cardiólogo Bernardino Fajardo, también natural de la villa de Osuna.

De Osuna es el tercer reconocido por la Iglesia de Sevilla. Patricio Rodríguez Buzón forma parte de una estirpe que hizo del mecenazgo cultural y la protección del patrimonio una seña de identidad. Un apellido al que se suman Antonio Rodríguez-Buzón, autor del inolvidable Pregón de Semana Santa de 1956; Manuel, que impulsó la Obra Cultural del Monte y Cultura Viva, columna vertebral del festival de cine de Sevilla; o José María Rodríguez Buzón, fundador con Alfonso Guerra de la librería Antonio Machado y hombre clave en el teatro de la ciudad.

Rafael Manzano se pasea como un turista por su ciudad. Maestro de varias generaciones de arquitectos, es un sabio sencillo. Enrique Ybarra se bajó de los autobuses turísticos para subirse a un simbólico camello y encarnar a uno de los Reyes Magos en la última Cabalgata con público que hubo en Sevilla.

Enrique Ybarra, sevillano de 1965, hace turismo por los edificios de Rafael Manzano, gaditano de 1936. Uno, hijo de la guerra y del nacionalcatolicismo; otro, del Concilio Vaticano II. Dos modelos de la Iglesia de hoy que han reinventado el síndrome de Stendhal. Los arquitectos dibujan las ciudades. Los turistas memorizan esos dibujos para alimentar las ganas de volver.

La medalla Pro Ecclesia et Pontifice permite a sus destinatarios rascar el cielo con los pies en la tierra. En la ciudad de los dos rascacielos. El segundo, Torre Sevilla, lo diseñó el argentino César Pelli en su estudio de Chicago. El primero es de 1937, en plena guerra civil. De ese año es el comercio El Rascacielos, tienda de electricidad en la esquina de Julio César con Marqués de Paradas.

La justicia poética debería regalarnos un viaje por Sevilla con Rafael Manzano como guía privilegiado explicando los secretos de la ciudad desde la escotilla de uno de esos Nautilus de la flota de City Sightseeing que Enrique Ybarra ha puesto en circulación por el mundo entero. En la Expo el mundo vino a Sevilla y Enrique se fue desde Sevilla al mundo.

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