DERBI En directo, el Betis-Sevilla

Enrique Valdivieso

Sueños entre Florencia y Leganés

  • El catedrático de Historia del Arte huye del turismo buscando la "sinceridad" de San Bartolomé, un barrio-pueblo.

LE acompaña hasta la puerta Rufo, un perro orejudo y simpático. "Cuando estoy solo, me sigue a todas partes. Cuando hay gente, va a su aire". Enrique Valdivieso enseña Historia del Arte y aprende arte de la historia, del paso del tiempo. Como Dios escribe con renglones torcidos, estuvo en tratos para comprar una casa en la calle Levíes, la calle quebrada en la que el 24 de octubre de 1890 nació Santiago Montoto de Sedas, anterior propietario de la casa de Mateos Gago en la que ahora vive el profesor. De la casa, de la mesa y de la estantería, que conserva tal cual. "Compré su casa y nunca pude conseguir su libro sobre Murillo".

Valdivieso (Valladolid, 1943), llega a Sevilla en 1976, el mismo año que la Academia de Buenas Letras coloca la placa en la casa natal de Santiago Montoto. Es un guía privilegiado por el barrio de San Bartolomé, Judería de Sevilla. Sólo hay un límite. Un íntimo compromiso con la hermandad de la Caridad a la que pertenece.

"Yo era asesor artístico de la Caridad y un día el hermano mayor me pidió que me hiciera hermano. Acepté. Sólo había que pagar la cuota, asistir a los cultos y una vez al mes dar la cena. Y en septiembre estoy de mes". El compromiso implica acudir al hospicio y hospital de la Santa Caridad que fundó Miguel de Mañara a darle de cenar a ochenta ancianos. Por si lo olvida, al final de Céspedes se lo recordará pasar junto a la casa-palacio, hoy propiedad de la Consejería de Cultura como casi todos los palacios del entorno, donde el 3 de marzo de 1627 nació el benefactor que un día la abandonó para vivir en la de "sus amos y señores los pobres".

La primera iglesia del paseo es Santa Cruz. "Serrera me hizo hermano de las Penas de San Vicente y alguna vez salí de nazareno". El rótulo de la calle Fabiola le lleva a contar la leyenda urbana de los cocheros de caballos que le dicen a los viajeros que en esa casa vivió la reina Fabiola, cuando en realidad la calle debe su nombre al título de la novela que publicó Nicholas Wiseman, nacido en esa casa y destinado más tarde a los honores de arzobispo de Westminster. En la misma casa estuvo, poco tiempo, la Fundación José Manuel Lara. Consulado de Planeta, que le editó a Valdivieso la segunda edición de la guía artística de Sevilla y Provincia.

Ha elegido San Bartolomé "porque es uno de los barrios más sinceros de Sevilla". La frontera es San José. Ha pedido la prórroga de emérito y el paseo es para quien le acompaña una cátedra en vivo. La iglesia de San Bartolomé tiene dos puertas. Una de ellas horroriza al profesor. "Parece la puerta de un cine de barrio". En un cuarto alguien despacha con unas parejas en vías de casarse. "San Bartolomé, como San Vicente, ha pagado el pato del exceso restaurador de algunos arquitectos, que rompen la armonía y se quedan tan tranquilos". Dentro, la obra más notable es el cuadro de Ignacio de Ries, un flamenco discípulo de Zurbarán.

Le gusta pasear por estas calles. "Parece que no ha pasado el tiempo. Es como un pequeño pueblo andaluz. Sevilla tiene esa suerte. Se ha destruido mucho, pero había tanto que eliminarlo todo era imposible". El barrio lo habitaron judíos que se convirtieron. En la calle Virgen de la Alegría, un cartel de La Montoreña. Camas. Chambres. Rooms. Recuerda su vida de pensiones en Madrid.

Advierte un absurdo retranqueo. "En Sevilla hubo una obsesión por ensanchar las calles". Alquilo Erasmus, reza la ventana. Olimpia y Leticia Valdivieso viven en París y Washington, respectivamente. Beatriz, la pequeña, la única de sus hijas que nació en Sevilla, es la que vive y trabaja aquí.

Cuando llegó a Sevilla vivió en la plaza de Refinadores que preside el don Juan de Nicomedes. Pasamos por la plaza de Curtidores y el restaurante económico Casa Diego. Callejas que sortea cuando va a Santa Justa a coger el AVE. "No tengo ni coche ni móvil". Eso sí que es historia del arte. En una ciudad poco dada a los paseantes, es Rufo, su perro, el que lo obliga a pasear. "Paseos consuetudinarios por la plaza Virgen de los Reyes, Alemanes y la Avenida".

En la calle Verde hay sombra de hojarasca. Restos manieristas en la Casa de los Cartujos, un recinto hotelero. Pasamos por la parte trasera de la casa del duque de Segorbe. En la plaza de las Mercedarias conviven la Sevilla auténtica, que da al colegio de las monjas, y un complemento "que me parece feísimo". Se refiere al templo de las Salesas. "Quisieron copiar el neorrománico florentino y les salió un neonada".

En La Carbonería presentó el libro de un colega vallisoletano, Carlos Brasas, sobre Capuletti, un castellano que dibujaba cantaores. Conviven en Levíes la estética del cine de verano y la de Alcatraz. "Lo mismo puedes estar en Sevilla que en Leganés". San José. La frontera. Con el convento Madre de Dios, motivo de alarma. Panteón de la hija y la viuda de Hernán Cortés y de las bisnietas de Cristóbal Colón. Con una techumbre de alfarje mudéjar.

Vuelve por Mateos Gago. La casa de los Salinas. La iglesia donde se jubiló don Pedro Ybarra. El Betis ganó en Valladolid. En el Nuevo Zorrilla. "Deberían haberle puesto estadio Miguel Delibes".

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