Sevilla

Toda la provincia en una escalinata

  • Coria volvió a ser la protagonista en el día en el que más hermandades atravesaron el pueblo manriqueño. La crisis deja a Villamanrique sin hermano mayor para esta romería.

En este Rocío que cada vez tiene más de ambicioso escaparate y plató televisivo, existen enclaves, parajes, momentos que le devuelven la naturalidad que sólo guarda el sepia de las fotos antiguas. Hay dos fiestas que discurren en paralelo. Una le gana el terreno a la otra. Está la encorsetada, la de la apariencia y el abrazo fácil. Frente a ella discurre la otra, la que es difícil encontrar entre el gentío, la que es tan efímera como la emoción de un instante, la que ayer se pudo ver y sentir en Villamanrique, cuando pasado el mediodía se contempla la mejor embajada rociera de la provincia.

Es la Antigua Villa de Mules un variado repertorio romero cuando por su Plaza de España discurren las hermandades que le rinden pleitesía a la Primera e Imperial. No le hace falta nombre. En todo el orbe rociero se sabe quién goza de estos títulos. La escalinata de la parroquia de la Magdalena es prueba y exhibición de los boyeros. Artes antiguas del campo perdidas por la invasión maquinaria. La lista de las filiales que han de pasar es larga. Cargada. Veinticuatro cortejos en doce horas. La mitad del día para un cuarto de Rocío. La provincia casi entera salvo excepciones como la Hermandad de Vitoria, la asociación de Brasil y la de Moratalaz. Cierta globalización a los pies de una iglesia de pueblo.

En la escalinata donde los boyeros practican sus acrobacias Juan García, manriqueño de pura cepa, diserta a dos periodistas sobre la "ancestral" vinculación del municipio con El Rocío. Desde el convento de los franciscanos de la Orden Tercera al Palacio de los Orleans. Hay tanta historia contenida en las calles de Villamanrique que contarla daría para dos o tres romerías. Juan detiene el habla cuando llega una hermandad. Sube Villanueva del Ariscal y sube Espartinas, que viene con Albaida. Su boyero es un profesional en el arte de amaestrar a las bestias. Baja y desciende hasta en tres ocasiones los siete escalones más cantados por estas tierras. Siete peldaños que son la distracción de un público que busca la escasa sombra para protegerse de un sol inclemente que hace brotar las primeras lágrimas de sudor en sus frentes. "El boyero de Espartinas es tío de Espartaco", se encarga de recordar una peregrina de ajustado talle y voluptuosas curvas.

Las hermandades llegan a Villamanrique. Santiponce. Vídeo: Ainhoa Ulla

La maestría del tío del famoso diestro recibe el aplauso general de la plaza. Juan continúa con su charla. Este año no hay hermano mayor en Villamanrique. Es la junta de gobierno la que se encarga de costear los gastos de la romería. La crisis ha privado a la corporación de un mecenas que apoquine el condumio de hermanos, peregrinos, invitados y otros convidados al son del botellín y el toque del tamboril.

La conversación de Juan vuelve a entrecortarse. Se acerca Coria. Revuelo de caballistas en la plaza. Este año tiene que subir. No se puede quedar sin llegar a la puerta. La expectación es grande. Tras una marea de empujones y el arrastre de varios espectadores, asciende la carreta a base de esfuerzo, mucho esfuerzo de corianos que en su empeño arrasan con todo lo que se les pone por delante. En esta desigual bulla se encuentra la delegada de Fiestas Mayores de Sevilla, Rosamar Prieto, tocada con pamela y ataviada con una sencilla bata rociera. Sobre el balcón del Ayuntamiento tres compañeros de partido también contemplan la escena. El secretario de los socialistas sevillanos, José Antonio Viera; el delegado de Educación, Jaime Mougan; y el alcalde de la localidad, José Solís, tienen una privilegiada panorámica sobre lo que allí ocurre.

Y lo que ocurre no es poco. Canta Coria a Villamanrique: "Por su fe y por su gente pierdo el sentío, y por ser la primera que fue al Rocío". La gente conoce las letras de las sevillanas al dedillo. La plaza es coro que chapurrea, al compás del escaso aire, los estribillos. La gente olvida el calor. La sed de las gargantas que aprieta el nudo de la emoción se calma. El ansiado botellín puede esperar. Estos instantes hacen reencontrar al peregrino, al espectador y al político con aquella romería que se creía olvidada. Villamanrique bien vale tostarse al sol.

En la capital, el escenario es muy distinto. Pañuelos al cuello a conjunto con el pantalón, batas rocieras de combinación perfectamente estudiada y un escogido repertorio musical que interpreta el coro de la Hermandad de Sevilla cuando a eso de las nueve de la mañana la carreta abandonaba una Plaza del Salvador más vacía que llena. Eran las últimas carretas en salir de la ciudad. Ofrenda floral en el Ayuntamiento, con ausencias del alcalde y el líder de la oposición. Es lo que tiene echarse a andar tras la resaca futbolística. Alberto Moriña, el último edil en incorporarse al gobierno municipal, es el encargado de entregar las flores blancas que raro año concuerdan con el exorno floral de la carreta. En este día después del triunfo sevillista hay quien lo pasa bien, mal y otros que tienen que fingir sonrisas amables en el inicio del camino. Vivas a la Blanca Paloma, a la Hermandad de Sevilla y al Sevilla por parte de un aficionado con medalla rociera al cuello que llega a los oídos de Rafa Serna, el compositor del himno del centenario bético. Un forzado abrazo y cierta mueca de consentimiento ponen fin a esta supuesta gracia cuando el sol despierta.

Se va Sevilla y llega Triana al Quema. La noche cae en el Guadiamar cuando sus peregrinos buscan las arenas. Hoy se levantará Villamanrique antes del alba para ir al encuentro de la Virgen. Por su pueblo seguirán pasando hermandades en busca de la famosa escalinata. Siete peldaños para una provincia entera.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios