Calma general en Sevilla y cargas puntuales junto al Ayuntamiento en una ciudad tomada por la Copa

Más de una decena de agentes identificaron y cachearon a un grupo de radicales del Barça en la Plaza de San Francisco

Un detenido y un herido leve por una pelea entre seguidores de los dos finalistas

El ambiente previo a la final de la Copa del Rey, en imágenes

Los ultras del FC Barcelona patrullan por Sevilla la noche antes de la final de la Copa del Rey

El ambiente en el centro horas antes de la final de Copa: "Boti, boti, madridista qui no boti" / Juan Carlos Vázquez

La Copa del Rey tomó Sevilla, un año más, y con ella las calles del centro de la ciudad se llenaron de aficionados de los dos equipos más importantes de España. Eso no quiere decir que Sevilla estuviese pendiente ni de ellos ni del ahora denominado Clásico (cosas del marketing). “Yo lo que quiero es que el Betis le gane el jueves a la Fiorentina”, apuntaba Alejandro, carnicero en el mercado de la antigua estación de Cádiz, cuando ya asomaban los primeros aficionados por esa parte de la ciudad. Sevilla no se jugaba nada en la fiesta copera (quitando a los bares, los hoteles y los pisos turísticos, obviamente) y lo único que ganó es que miles y miles de futboleros se sumaran a los miles y miles de turistas que saturan el casco histórico día sí y día también. Lo positivo es que casi no hubo incidentes, más allá de algunas cargas policiales en el entorno del Ayuntamiento y una pelea saldada con un detenido y un herido leve.

La mañana empezó tranquila, quizás con más seguidores del Barça porque los del Madrid tienen la ciudad más a tiro gracias a esa maravilla llamada AVE y podían viajar más tarde. De vuelta al mercado de la Puerta de la Carne, pero fuera, a las once coincidían por allí el jefe de prensa del Madrid (el equipo estaba alojado en Viapol), un aficionado azulgrana con pinta de estar más perdido que el barco del arroz y, cómo no, los inevitables turistas con sus trolleys a cuestas. En la calle Ancha de San Bernardo, más de lo mismo: un par de madridistas desayunaban en la Peña Bética y unos barcelonistas lo hacían en El Miguelete. De camino hacia el centro, en el cruce de Menéndez Pelayo, la coincidencia de grupos ya era más numerosa sin que unos y otros se echaran mucha cuenta, igual que los sevillanos con la final.

En el barrio de Santa Cruz, con el sol de mediodía picando ya lo suyo, el goteo de aficionados se convertía en masa. En Las Teresas, con un 90% de ocupación culé, un seguidor hablaba de la amenaza de plantón del Madrid por la polémica arbitral:“Son retrasados”. Empezaban las palabras gruesas. Y desde allí ya se oía el rumor de la multitud que tenía cercada la esquina del emblemático bar Las Columnas. Multitud también azulgrana.

Ambiente en la previa de la final de la Copa del Rey 2025
Ambiente en la previa de la final de la Copa del Rey 2025 / Juan Carlos Vázquez

Calles de orina: el problema de los grandes eventos

Los grandes eventos traen consigo grandes problemas difíciles o imposibles de resolver. Uno de ellos es el incivismo de muchos visitantes y la repercusión que eso tiene en la limpieza o higiene de las calles por las que pasan miles y miles de personas en pequeños lapsos de tiempo. El entorno de la Alameda, como casi siempre, revivió esa pesadilla de ver las calzadas convertidas en grandes charcos de orina. Pero la falta de educación no se queda en la incapacidad de entrar en el baño de un bar. En Luis Montoto se vio a la hora de comer la curiosa y lamentable escena de un madridista que aparcó su caravana en el carril bus, sacó una sillita de playa, se quitó la camiseta y se quedó allí, tan ancho, durante un buen rato.

La calle Mateos Gago era un poco bipolar a esa hora del sábado. Por un lado, radicales con bengalas alentando gritos en general contra los madridistas mientras algunos de estos pasaban por al lado. Y por otro, rivales pero amigos o familiares paseando o hablando con la máxima naturalidad. En Casa Tomate, por ejemplo, dos seguidores del Madrid y dos del Barça departían amigablemente de mesa a mesa; y a unos metros, una pareja se tomaba el primer aperitivo, él con el 19 de Lamine Yamal y ella con el 9 de Mbappé. Poco después llegaron varios aficionados madridistas acompañados de uno culé y, como quiera que este último se marchó a unirse a la marea blaugrana junto a Las Columnas, uno de sus amigos le dijo “no te líes”. No se lio y un minuto después ya estaba de vuelta.

En la Plaza de San Francisco, la tranquilidad cedía su sitio a la tensión, lógica por otra parte porque en una de las terrazas, la que todos los días pone veladores como si no hubiera un mañana, se juntaron varios hinchas con la escenografía propia de ultras. Como más vale prevenir que curar, la Policía Nacional reforzó la seguridad allí sobre la una de la tarde con tres patrulleros y una decena de agentes identificaron y cachearon a los sospechosos. No ocurrió nada entonces, pero cuando la autoridad se marchó, un gracioso se subió a una farola para intentar quemar una camiseta del rival y una cosa llevó a la otra: bengalas, cafres destrozando mobiliario, otros brutos lanzando vallas... La calma sólo se restableció cuando la Policía regresó y cargó contra los violentos a ambos lados del Consistorio. Los impresentables se retiraron entre insultos a los agentes.

Dos amigos, uno aficionado del Real Madrid y otro del Barcelona, este sábado al mediodía en la Plaza de San Francisco.
Dos amigos, uno aficionado del Real Madrid y otro del Barcelona, este sábado al mediodía en la Plaza de San Francisco. / Juan Carlos Vázquez Osuna

Los aficionados del Barcelona fueron mayoría en el centro de Sevilla en el inicio del día, pero las fuerzas se fueron equilibrando con el paso de las horas. A la hora de comer ya podía hablarse de empate técnico. La hinchada azulgrana se hizo fuerte en el entorno del eje Ayuntamiento-Catedral, mientras que la merengue se adueñó de la Alameda de Hércules. Entre una punta y otra, apartados de las rutas infernales y de los establecimientos que han vendido su alma al turismo de masas, algunos aficionados orientados (o afortunados, quién sabe) almorzaban sin agobios en Dueñas, San Marcos o la plaza del Pumarejo.

La Alameda, como era de prever porque ya existía una convocatoria previa, no fue zona tranquila sino una marea blanca vigilada de cerca por una decena de patrulleros de la Policía Nacional. En el extremo norte, el más cercano a la Cartuja, miles de aficionados tomaban algo en paz. En el sur, curiosamente donde menos agentes había, sí se oían proclamas hostiles. “Pedro Sánchez, hijo de...”, cantó la masa merengue de repente, aprovechando que pasaban por allí dos camiones de los Bomberos con las sirenas puestas. O “corrupción en la Federación”, que no deja de ser paradójico teniendo en cuenta la historia arbitral del Real Madrid (o la del Barça). La historia real, no la que propagan sus medios oficiales.

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