Antonio Ponz, un viajero ilustrado en Triana
El Rastro de la Historia
En su 'Viage a España', el incombustible ilustrado Antonio Ponz hace un retrato escueto pero atinado de la Triana del último tercio del siglo XVIII
La figura de Antonio Ponz (1725-1792) desmiente ese tópico del ilustrado como un hombre aburrido y atildado, encerrado en su gabinete de la corte. Pintor, historiador del Arte, arqueólogo y escritor, su vida fue no solo una aventura intelectual, sino también un continuo viaje caminero que le llevó a visitar algunos de los rincones más inaccesibles de la España del siglo XVIII. Como destaca Gaspar Gómez de la Serna en su clásico ensayo Los viajeros de la Ilustración, con Ponz se realiza "el primer gran esfuerzo de catalogación del tesoro artístico nacional". Y no lo hizo de oídas -o de leídas- sino recorriendo buena parte de la geografía española y describiendo in situ muchas de las obras de las que habla. El resultado es su monumental Viage de España, 20 volúmenes cuya publicación comienza en 1772 y finaliza en 1794, ya con el andariego Ponz muerto.
Pese a sus inevitables errores y prejuicios (Ponz, como buen ilustrado, era de gusto neoclásico y odiaba los excesos del barroco y "el arte bárbaro"), el Viage de España es considerado por los historiadores del Arte como una fuente fundamental, ya que describe no poca obras que han desaparecido por los muchos avatares de la historia contemporánea española (Guerra de la Independencia, Guerras Carlistas, Desamortización, violencia anticlerical en la Gloriosa y la II República, Guerra Civil..). Ponz también ha tenido críticas importantes, sobre todo por sus limitaciones literarias (corsé autoimpuesto por muchos autores ilustrados). Quizás la más conocida es la de don Marcelino Menéndez Pelayo, quien no dudó en decir que su estilo "es crudo y desaliñado: la forma de sus cartas indigestas". Este humilde Silverio no comparte el criterio del gran sabio y cree que sus páginas están llenas de momentos vibrantes e, incluso, de carácter aventurero, como cuando describe el vado del río Tajo con un barquero al que no duda en calificar como Caronte. Un western en la Extremadura del XVIII.
Como era inevitable, Sevilla aparece ampliamente representada en el Viage de España de Antonio Ponz. A la ciudad le dedica el tomo IX al completo, pero también hay referencias en otros volúmenes. Precisamente, con motivo de la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión (abierta en la Plaza de San Francisco hasta el 20 de octubre), la Editorial de la Universidad de Sevilla y la Asociación de Amigos del Libro Antiguo, han editado Viaje a Sevilla de Antonio Ponz, en el que se recogen todas estas apariciones y se enriquecen con las correcciones y comentarios que hicieron de la obra Justino Matute y el Conde del Águila. El estudio preliminar ha corrido a cargo de Joaquín Agudelo Herrero.
Pero hoy nos detendremos en Triana, justo antes de que don Antonio entrase en la ciudad. Aunque son escasas las menciones que el viajero hace de este arrabal, lo cierto es que son muy pertinentes y curiosas, y merecen la pena reflejarlas en este Rastro de la Historia. Triana aparece fundamentalmente al final del tomo VIII y en la carta V del tomo IX del Viage de España. Al arrabal llega Ponz desde Extremadura, después de una parada en el Monasterio de la Cartuja, al que dedica una amplia descripción y especiales elogios a los zurbaranes que hoy se encuentran en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. A Ponz le sorprende la población de Triana: "El vecindario de dicho arrabal es muy numeroso, y se extiende a lo largo de la orilla del río". En concreto, señala que hay "dos mil casas habitadas", aunque confiesa que es un dato que le han proporcionado y no puede verificar. Esta, al contrario de los románticos, será una de las principales señas de los viajeros ilustrados: su relación crítica con las fuentes, su obsesión por el dato exacto y cierto. Lo vemos también cuando habla de la etimología de Triana, que le escama un poco: "no sé si será puntual su etimología de la voz Traiana, como si se dixese Civitas Traiana, por haber sabido Trajano en la vecina Itálica". Hoy sabemos que Ponz acertó en su desconfianza y que esa etimología es uno de los muchos camelos sobre la historia de Sevilla que aún siguen circulando en webs poco escrupulosas.
Con lo que se queda impresionado don Antonio Ponz es con la Iglesia de Santa Ana, una parroquia con trazas de Catedral a la que el ilustrado considera "bastante grande a proporción del arrabal". Especiales palabras de elogio tiene para su altar mayor y sus pinturas de "Maese Pedro de Campaña", que cuentan la vida de los Santa Ana , San Joaquín y la Virgen (hija de ambos). De ellas dice Ponz que son "muy expresivas y acabadas, aunque maltratadas en parte", algo que no se solucionaría hasta mucho tiempo después, con la ejemplar restauración de 2010 patrocinada por Endesa e impulsada por Enrique Valdivieso.
Por supuesto no podían faltar en el Viage a España las menciones al Castillo de San Jorge, entonces sede de una ya muy debilitada Inquisición, "desde el que hicieron tanta resistencia los moros en la conquista de Sevilla" (cuenta con detalle el asalto del almirante Bonifaz); al Puente de Barcas, "cuyo piso me pareció muy desigual e incómodo"; y al Convento de la Victoria, de los Padres Mínimos, que estaba donde hoy la Iglesia de los Paúles.
Ya en la carta V del Tomo IX Ponz nos dice que "merece una consideración la vajilla de loza que se hace en los alfares de Triana, para consumo de esta Provincia, y de otras, como también para embarcar a la América. Entre los profesionales que trabajan en esta industria destaca "veinte y tres Maestros, y caudaleros, con otros doce Maestros blanqueros". Asimismo anota "la famosa huerta del Convento de los Remedios, que a lo que han dicho, rinde más de cuatro mil ducados, que sirven de sustento a la Comunidad, siendo mucha la abundancia de naranjas y limones que produce".
Poco más dice don Antonio de Triana, pero lo cierto es que hace una descripción muy sintética y exacta de cómo era el arrabal en el último tercio del siglo XVIII.
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