apagones Polígono Sur Sevilla

"El invierno ha sido malo pero el verano fue peor"

  • Tres vecinas del Polígono Sur abren las puerta de sus casas para explicar cómo se vive en unas viviendas que llevan meses sufriendo cortes de luz

Margarita Rodríguez, con la linterna que utiliza cuando no tiene luz en casa.

Margarita Rodríguez, con la linterna que utiliza cuando no tiene luz en casa. / Antonio Pizarro

Fueron duros los días de frío sin luz en casa, sí, pero peores, mucho peores, fueron los de intenso calor del pasado verano. “Yo llegué a pensar que no pasaba del verano”, dice Margarita Rodríguez Leal, de 64 años, vecina de Las Letanías y una de las muchas personas afectadas por los continuos cortes de luz que sufren los vecinos del Polígono Sur. Lo es con su factura pagada al día y su contrato reglamentario, como otros muchos en este barrio, que no entienden por qué no pueden recibir un servicio por el que pagan religiosamente.

“Sin electricidad no se puede vivir con normalidad. Este piso es frío en invierno y muy caluroso en verano. A mí el frío no me viene bien, pues sufro de artritis y también tengo osteoporosis. Pero no soy friolera, cuando hace frío y no tengo luz me envuelvo en mantas. Y tengo aquí esta linterna, siempre a mano, para cuando no hay luz por las noches”, cuenta esta mujer, que abrió esta semana las puertas de su casa a dos periodistas de este periódico. Enseña la estufa con la que se calienta y explica que no puede sentarse demasiado cerca. En su casa viven su hijo y su nieto. El sábado de la semana pasada se les fue la luz a las once y media de la noche y no regresó hasta las tres de la tarde del domingo. Afortunadamente no hacía el frío de días atrás.

De un vistazo al salón se deduce que hay un militar viviendo en la casa. Una fotografía de uniforme, una condecoración enmarcada y un escudo del Ejército ocupan lugares privilegiados de la estancia. Desde la puerta de la calle, mirando hacia el interior, hay un póster con la imagen de Fray Leopoldo de Alpandeire. “Lo tengo porque dicen que tiene que mirar hacia la casa”, apunta Margarita, con una sonrisa que se le intuye debajo de la mascarilla. La puerta de la que cuelga el beato se abre y entra una mujer que acusa las cuatro plantas de las escaleras exigentes de los pisos de Las Letanías. La mascarilla no ayuda demasiado.

Ana Oliva, de 88 años, con su hija, Ana Gómez. Ana Oliva, de 88 años, con su hija, Ana Gómez.

Ana Oliva, de 88 años, con su hija, Ana Gómez. / Antonio Pizarro

Es Ana Gómez, la hija de Ana Oliva, vecina del piso contiguo. Coincide con Margarita en que el verano fue mucho peor que el invierno, pues hubo cortes de luz que se prolongaron más de 24 horas, hubo que deshacerse de comida y las personas mayores sufrieron más que los días de frío. Al fin y al cabo son muchos más los días de intenso calor en Sevilla que los de frío extremo, y éstos se han podido apañar con mantas y edredones. “Pero en verano... pensé que ni Ana ni yo aguantábamos”, explica Margarita.

En el salón de la vivienda contigua está sentada Ana Oliva, que cumplió 88 años el día después de que se hiciera la entrevista. Manta sobre las piernas y radiador de aceite cerca. “La luz se va prácticamente a diario, aunque es cierto que últimamente los cortes no duran mucho. Mi hija viene mucho y me ayuda a acostarme”, dice la mujer. “Cuando ha hecho mucho frío y no ha tenido luz, me la he llevado a mi casa”, apunta la hija. La maniobra de trasladar a una anciana por las escaleras que tanto cuesta subir es otra odisea. “Una peoná”. Tampoco quiere sacar demasiado a su madre de su entorno. “Cada vez que pasa unos días en mi casa, o en un campo que tiene otro familiar, vuelve algo desorientada. Es algo normal a esas edades, así nos lo dicen los neurólogos”, explica la hija.

Ana Gómez lleva cuatro meses esperando que venga una asistenta social para que valoren a su madre. Por eso se indigna sobremanera cuando ve que los asistentes que hay en el barrio se dedican a personas que no tienen tantas necesidades. “No puedo entender que una asistenta esté para ir a recogerle el niño a una chica joven que no tiene nada que hacer, que se lo vistan y le den desayunar y que luego se lo lleven al colegio para que la madre siga durmiendo. No puedo. Cuando no podía llevar yo a mis hijos o no podía quedarme con ellos, si no podía ir mi madre tenía que buscarme a una persona y pagarla de mi bolsillo. Y, sin embargo, para que la valoren, llevo cuatro meses esperando”.

Margarita Rodríguez, en el salón de su vivienda. Margarita Rodríguez, en el salón de su vivienda.

Margarita Rodríguez, en el salón de su vivienda. / Antonio Pizarro

Quien sufrió recientemente otro apagón es Lola Soriano, de 53 años. Varios pisos de su bloque se quedaron sin luz el sábado 23 de enero sobre las ocho y media de la noche. Al rato empezaron a llamar a la compañía para dar parte de la avería. “Nos dijeron que estaría solucionado en noventa minutos”. Se fueron a la cama sin luz y se despertaron sin ella. Su sorpresa fue que las incidencias que iban abriendo las anulaban después, sin que estuvieran resueltas. Sólo cuando dijo que había peligro de incendio acudió un técnico a solucionar el problema. “Creo que es porque no querían venir a este barrio por miedo. Pero no entiendo por qué vienen a leerme el contador cada mes entonces”, explica la mujer. Entre ella y sus vecinos llamaron más de treinta veces en unas horas.

Son tres historias de afectados por los cortes de luz, de personas que pagan sus facturas y terminan abonando también las de los que no las pagan, en forma de apagones, averías e incidencias. Sólo demandan una solución integral para tener luz eléctrica, un bien sin el que no se puede vivir en un hogar del siglo XXI.

La marihuana que se respira en el Polígono Sur

Nadie quiere decirlo explícitamente, porque sabe que se la juega, pero el verdadero problema que origina los cortes en luz en el Polígono Sur es el de los enganches ilegales a la red para instalar plantaciones de marihuana. Algunas zonas del barrio, como Las Vegas o Los Verdes, han sido colonizadas por la marihuana y hay cultivos en un buen número de viviendas de estas zonas. Los enganches ilegales se aprecian en un simple paseo.

Esto ha generado una sensación de hartazgo entre los vecinos de bien, que no entienden cómo no se pone en marcha una campaña integral contra la marihuana, que está alterando seriamente la convivencia en el barrio. “Aquí no cogemos el coronavirus porque estamos inmunizados, porque respiramos marihuana”, dice un hombre que prefiere permanecer en el anonimato.

Los vecinos echan en falta una gran operación policial que acabe con los cultivos ilegales. “Todo el mundo sabe lo que hay aquí, no entendemos por qué no hacen nada”, dice otra persona que vive cerca de una de las zonas con más cultivos. Es cierto que la red puede ser obsoleta, pero también lo es en otros barrios de Sevilla en los que la luz no se va. O al menos no con tanta frecuencia.

Agujero en el suelo tras una avería eléctrica. Agujero en el suelo tras una avería eléctrica.

Agujero en el suelo tras una avería eléctrica. / Antonio Pizarro

El portavoz de la asociación de vecinos Martínez Montañés, Rafael Pertegal Santiago, pide que se aceleren las gestiones de las administraciones para que los vecinos no sufran estos cortes de luz con tanta frecuencia. “Es urgente, hay familias con personas mayores que necesitan camas eléctricas o respiradores que no pueden estar mucho tiempo sin luz. O incluso los niños pequeños, que ha habido noches de frío sin poder calentarse”, dice este representante vecinal, que pide una mayor implicación de la administración en este asunto.

Conforme se adentra uno en Los Verdes, una parte de la barriada de Murillo llamada así por el color de sus fachadas, se observan indicios del problema de la electricidad. Hay arquetas que han saltado y se han quedado los huecos abiertos en el suelo, deficientemente cubiertos con vallas que alguien ha derribado y convertidos en pequeños vertederos. El riesgo de incendio es grande. Ya los ha habido en varios transformadores de la zona, que han ardido en los últimos meses.

La oficina del comisionado creó hace años una mesa para luchar contra los cultivos de marihuana, pero parece haber servido de poco. La Policía Nacional ha reordenado ahora los grupos antidroga de la Udyco para dedicar uno especialmente a los cultivos de cannabis, la droga que más ha crecido en Sevilla en los últimos años, con mucha diferencia sobre el resto. La proliferación de plantaciones de marihuana ha traído consigo rencillas, peleas, deudas, enfrentamientos armados y también homicidios. No ha sido de mucha ayuda desde luego para un barrio que lleva desde hace tiempo el estigma de ser el más pobre de España.

Endesa y las inversiones

Endesa emitió el pasado jueves una nota en la que detallaba las inversiones que ha hecho en los últimos años en la ciudad y daba datos concretos del Polígono Sur. Según la compañía, destinó más de un millón de euros para “paliar la problemática de los enganches ilegales, que suponen no solo un problema en el suministro eléctrico, sino sobre todo un problema para la seguridad de las personas que viven en estos entornos”.

Transformador de electricidad en el Polígono Sur. Transformador de electricidad en el Polígono Sur.

Transformador de electricidad en el Polígono Sur. / Antonio Pizarro

En 2020, Endesa ha “ampliado la capacidad de tres centros de transformación en el Polígono Sur, renovado las redes de distribución y ha reforzado la seguridad de las instalaciones”, en esta zona de Sevilla donde “el 70% de la energía se consume de forma fraudulenta”.

La empresa reiteró así que está “colaborando con las diferentes entidades competentes para hacer frente a la problemática del fraude y el cultivo de marihuana” en viviendas, trabajando con las fuerzas y cuerpos de seguridad de Estado para detectar y desmontar instalaciones eléctricas ilegales relacionadas con las plantaciones de marihuana que no solo suponen un delito, sino sobre todo un problema para la seguridad. Y es que los enganches ilegales en muchas ocasiones se llevan a cabo con materiales no adecuados y sin cumplir normas de seguridad.

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