Una barbacoa en el Pumarejo
Calle Rioja
Testigo. Se proyecta al aire libre el documental 'Cisco de carbón', una película de Francisco Aragón sobre la carbonería de la calle Parras, la única que queda en Sevilla
La carbonería de la calle Parras, la única que queda en Sevilla, cerró más tarde que de costumbre. En la plaza del Pumarejo, junto a otra serie de cortometrajes, se proyectó a las nueve y media de la noche el documental Cisco de carbón, un trabajo de Paco Aragón que narra el quehacer cotidiano de Luis Astola, un carbonero con espíritu de resistencia carbonaria.
Quince minutos de filmación en los que se cuentan muchas cosas. La familia. "Mi abuelo, Manuel Aguilar Romero, tenía aquí un almacén de carbón y en los 50 compró el edificio para hacer dos plantas de viviendas y abajo la carbonería". Su bisabuelo tenía otra carbonería en la Cruz Verde. "Antiguamente, la gente iba a comprar el carbón como ahora va a por el pan".
Una película sobre el trabajo. "Por eso empezamos rodando en Zahínos, un pueblo de Badajoz de donde viene el carbón". El carbonero aparece sentado en uno de los boliches y la escena parece un fotograma de la película de Imamura La balada del Narayama. Los boliches son montañas de leña a las que se les echa fuego y tierra para obtener el carbón. La película, con la guitarra de Nono García, músico de Barbate, narra la carga del carbón en Extremadura en camiones que se descargan bajo el puente del Alamillo. "De allí se hacen dos o tres viajes en vehículos más pequeños hasta la calle Parras. Un proceso que se repite una vez al año".
Como toda película, ésta tiene un argumento que se resume en la frase de Kafka que precede al final a los títulos de crédito: "La sentencia no se dicta de repente. El proceso se convierte poco a poco en la sentencia". Además del carbonero, el protagonismo de la película recae en las hermanas Carmen y Julia Astola Alfaro, su madre y su tía, respectivamente, amén de un cameo del director "en plan Hitchcock".
El suspense, real como la vida misma, se inició cuando a la carbonería llegó un vendedor de castañas y compró carbón de coque. "Se autodenomina a sí mismo el pirata. Volvió muy enfadado. La bolsa ponía veinte kilos y le había dado doce; le expliqué que en esas bolsas pone long rice y no tienen arroz, sino carbón. Pidió el libro de reclamaciones y dijo que no tenía a la vista del público el precio del kilo de carbón de coque. Es lo primero que hice al día siguiente, y no lo ponía porque se vende muy poco". El castañero se fue con amenazas de cerrar el negocio.
"Curiosamente, a los dos días llegó una patrulla de la Policía Local; me había denunciado en el distrito y me pidieron todos los papeles del mundo: el alta de la Seguridad Social, la licencia de apertura". Fue el inicio de una pesadilla. "Llegaron inspecciones de Medio Ambiente, de Bomberos. Me llegó una multa de más de tres mil euros por vender y almacenar bombonas sin permiso. Les expliqué que cuando se dejó de vender petróleo se cambió por el gasóleo". En la jerga, GLP (Gases Licuados de Petróleo).
Como en un simulacro de boliche, alguien quería seguir echándole leña al fuego. "Llevo dos años peleándome con el Ayuntamiento para que no cierren esto. Con dos alcaldes distintos. Para mí es el mismo. No he notado diferencia ninguna". Su caso no es el de la renta antigua "porque esto es mío; si estuviera de alquiler, hace años que me habría ido".
Pasó al contraataque: un abogado le preparó un recurso; una arquitecta, un informe técnico; emprendió en las redes "una lucha mediática". Cuando le suavizaron la multa, de tres mil a trescientos euros, recibió una orden de clausura de la carbonería "porque un tío mío hizo una solicitud de ampliación en 1967 y se la habían denegado y la denegación la interpretaron como ausencia de licencia de apertura".
Detrás del maleficio de la castaña, tiene su teoría, no menos kafkiana que la cita de El Proceso. "Yo creo que hay un empresario que se ha encaprichado con este local. Primero te hunden el negocio, después te hacen una oferta de compra y se presentan como salvadores". En la película, la madre le cuenta que se presentó un señor en la carbonería hablando en nombre de alguien interesado en construir un hotel.
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