El comedor de Triana agradece la respuesta de la ciudad a su SOS
Crisis social por el coronavirus | La inestimable ayuda de las Hijas de la Caridad
Su directora Sor Purificación Díaz Triviño señala que han recibido donaciones en dinero, en ayuda en especie y el ofrecimiento de casi 200 personas para ayudar como voluntarios
El comedor de Triana pidió ayuda en forma de donaciones a los sevillanos a mediados de noviembre ante el desbordamiento de usuarios que llegaban a sus puertas para tener una comida caliente: entre 350 a 450 personas al día, una cantidad que suponía el doble de lo que habitualmente recibía el centro y que se debía al empeoramiento de la pandemia y al cierre del Pumarejo. Pues bien, la directora del comedor de Triana, Sor Purificación Díaz Triviño, asegura que la respuesta de los sevillanos ha sido generosa y lo agradece.
“La respuesta de los sevillanos con el comedor Nuestra Señora del Rosario de Triana, con la experiencia que vamos teniendo, siempre es generosa. Siempre se puede más desde luego, pero la respuesta está siendo un continuo goteo de generosidad y solidaridad tanto en lo económico como en la entrega de artículos en especie”, explica la directora.
Sor Purificación añade que también le han llegado unas 200 personas que se ofrecen a colaborar como voluntarias. “Tengo una lista con sus nombres y teléfonos y las que iré llamando poco a poco; tampoco puede ser cualquier persona porque es mucho lo que arriesgan los voluntarios al venir al comedor. Necesitan una formación mínima”, señala.
La organización diaria
El día a día en el comedor de Triana es muy intenso, de mucha preocupación y mucho trabajo. Lo hace posible un equipo de 30 a 40 personas. Los dos servicios que tienen abierto al completo en estos meses de pandemia son la entrega de comida, por un lado, y el economato para las familias con menores que lo están pasando mal.
Desde por la mañana temprano, a las 7:00, preparan las bolsas con alimentos que se le dan a cada persona que viene. A esa hora están las hermanas, los profesionales y algunos voluntarios preparados. Otros se van incorporando a medida que avanza la mañana. A las 11:30 tiene que estar todo listo porque abren las puertas a las 11:45.
El día antes piensan el menú que van a poner y dejan todo preorganizado. “Es una tarea ingente. Hoy por ejemplo esperamos a casi 400 personas que van a venir a comer”, destaca Sor Purificación.
El equipo está integrado por voluntarios, profesionales y hermanas. “Necesitamos un equipo amplio cada día, de 30 o 40 personas, y una organización importante, sobre todo ahora que no se puede entrar en el comedor y tenemos un protocolo Covid diseñado para atender a los que llegan”, incide la religiosa.
En la puerta hay dos personas entregando la comida, una anota la identidad de la persona que llega con su tarjeta y otra le toma la temperatura. Una vez dentro de las instalaciones también hay otra persona que les pregunta cómo le ha ido el día y otra más que distribuye gel hidroalcohólico. Donde se reparte la comida hay cinco personas más.
El servicio de ducha ha quedado muy reducido con cinco o seis personas que son usuarios del comedor que viven en la calle. Cuando pase todo esto, si Dios quiere, volveremos a abrir las duchas con normalidad.
La directora destaca especialmente la entrega y el compromiso de los voluntarios jóvenes. “Tengo que decir que estoy gratamente sorprendida porque los fines de semana y días de fiesta tenemos unos voluntarios jóvenes que con mucha dedicación, mucha profesionalidad, mucha implicación y con mucho agrado participan en los preparativos y atienden a las personas que llegan. Los demás días de la semana no pueden venir”.
Sor Purificación recalca que no ha vivido nada parecido a lo que está provocando esta pandemia. “No, no recuerdo nada parecido. Esta situación nos sobrepasa a todos. En unos meses hemos casi duplicado el número de personas que vienen al comedor. Esto nos ha supuesto repensar todo y con el handicap de guardar las distancias, de no poder acercarnos, de usar los trajes EPIS para evitar contagios”.
Agrega que la pandemia les ha obligado a cambiar toda la organización del centro. “Antes abríamos el centro desde las diez de la mañana y las personas entraban aquí, tenían un café y un espacio donde convivían y hablaban, podían leer la prensa, usar los ordenadores o ver la televisión. Todo eso ha quedado totalmente suprimido. Lo mismo ha sucedido con la formación del voluntariado y la formación de las personas que acogía al centro. Teníamos salidas culturales. En definitiva, teníamos una convivencia estrecha con ellos que hemos tenido que romper. Es difícil en estos tiempos y con estas inseguridades seguir atendiendo a estas personas”.
Las acciones de inserción sociolaboral se han visto reducidas igualmente. “La trabajadora social sí tiene todavía citas con personas a las que atiende, pero es muy difícil la inserción social y laboral y la formación en este contexto de pandemia porque hablamos de trabajos en la restauración, bares, fontanería, carpintería, albañilería…y todo eso está parado”.
El comedor de Triana completaba un perfil de los acogidos para conocer bien sus necesidades y acompañarles en lo posible en su inserción social y laboral. Impulsaban la formación mediante talleres prelaborales, algo que hoy no pueden hacer.
Ese perfil para inserción se está haciendo para las familias que de la noche a la mañana se han visto sin ingresos. “En esta crisis del coronavirus estamos haciendo el perfil de personas en situación de urgencia que son familias, muchísimas familias que antes llevaban su casa adelante y ahora se han visto en un ERTE, en un ERE, en el paro. Son personas trabajadoras y tienen que venir a nuestro economato para hacer una compra mensual con la mayor dignidad posible. Como los menores no pueden entrar en el comedor tenemos nuestro servicio de economato para las familias que están pasando una malísima racha. Esta atención se ha incrementado muchísimo”, destaca Sor Purificación.
El comedor de Triana es una institución con más de un siglo de existencia desde que en 1904 la Real Maestranza de Caballería de Sevilla construye en el número 34 de Pagés del Corro un edificio que sirva de escuela y cocina económica y lo dona a las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl.
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