Del convento a la Puerta del Sol
El día de San Juan de hace cuarenta años fue detenida la cúpula de Comisiones, incluidos los sevillanos Saborido, Soto y Acosta, germen del proceso 1001, el juicio de más renombre internacional del franquismo
Julián Saborido trabaja de contable en Comisiones Obreras. Su padre eligió ese nombre como homenaje a Julián Grimau, el comunista fusilado en 1963. Julián echó a andar por primera vez el 24 de junio de 1972. El mismo día que en el convento de las Oblatas de Pozuelo de Alarcón detuvieron a su padre, Eduardo Saborido (Sevilla, 1940), con nueve destacados dirigentes de Comisiones Obreras, incluidos los también sevillanos Fernando Soto (Sevilla, 1938) y Francisco Acosta (Sevilla, 1942). Nacía el proceso 1001.
Su padre no se llamaba entonces Eduardo Saborido ni era de Sevilla, era Julián Suárez Sánchez, cordobés, según constaba en una documentación primorosamente falsificada por Domingo Malagón, un artista de la copia que acaba de fallecer.
La víspera, 23 de junio de 1972, se inauguraba el zoo de Madrid y salían de Sevilla, en un Seat 850 de segunda mano, Fernando Soto, Paco Acosta y Luz María, mujer de éste, al volante. Los tres estaban despedidos, Acosta de Transportes Urbanos, Soto y Saborido de Hispano-Aviación. "Era una ventaja para la organización", admite Acosta. Al llegar a Córdoba, le dieron un porrazo al coche. Soto era chapista y Acosta mecánico. Solucionaron el percance y el día de San Juan, muy de mañana, ya estaban en Madrid.
Un día, dice Acosta, habrá que escribir un libro sobre la utilización clandestina de edificios religiosos. Desde el mitin del 1 de mayo de 1967 dentro del Palacio Arzobispal que acabó con la detención de Soto y Saborido a las 150 personas que Comisiones metió en el seminario de San Telmo en 1976. Lo de Pozuelo fue más osado. Era el tercer intento de reunirse tras dos suspensiones consecutivas. La reunión se retrasó por la incomparecencia de la delegación catalana. "No se fiaban de Madrid", dice Saborido, "a ellos no los detuvieron, pero no están en la foto del 1001. Luego los catalanes se han quejado de que no se les ha valorado, pero no se puede tener teta y sopa". Saborido estaba en busca y captura, como esos carteles de las novelas del Oeste de Estefanía que tanto había leído Fernando Soto, que más tarde se aficionaría a las greguerías y a Juan de Mairena.
Saborido es un precursor de la globalización: tenía que repartir entre una serie de organizaciones un millón de liras, unas cien mil pesetas, donados por los sindicalistas italianos, un dinero que estaba oculto en el piso "de una norteamericana guapísima", novia de Gallifa, un dirigente de Comisiones de la Banca. Por eso fue el primero que se encontró con la Policía. El primero que entró "como un rehilete" par advertir a sus compañeros, "que seguían discutiendo, yo no sé de qué". "La Policía nos tenía idealizados con una mezcla de miedo y respeto, éramos mitos", dice Saborido, "nos despedían, nos encarcelaban, nos deportaban, y seguíamos allí después de haber pasado por toda la panoplia de medidas represivas del régimen".
Cuando fueron conscientes del aviso, "estamos rodeados", improvisaron coartadas, uno intentó salir por el tejado, otro atascó el váter intentando deshacerse de papeles comprometedores. "Empezamos a correr, nos cruzamos con seminaristas en calzoncillos, asustados. Al principio a todo el que no fuera cura lo detenían". Salvo a Francisco García Salve, sacerdote, condenado a 19 años de prisión. "Con él se emplearon dos o tres casi en lucha libre, porque el cura Paco era muy fuerte".
La foto, un diez soñado por Helenio Herrera, "la España oficial que el turista no ve", es un clásico del sindicalismo: Eduardo Saborido, Marcelino Camacho, Nicolás Sartorius, Francisco García Salve, Fernando Soto... Fallecieron Marcelino, Luis Fernández y Juan Marcos, Juanín, asturiano, en accidente de tráfico. "Mi plan para ese verano", dice Soto, "era ir con la familia de vacaciones a Rumanía, antes había quedado en ir con Juanín a Asturias, porque allí vivía una hermana mía".
Les cambiaron los planes. Se perdieron los Juegos Olímpicos de Múnich de un verano muy deportivo en el que, como cuarenta años después, un español (Andrés Gimeno) ganó Roland Garros. Pasaron tres días en los calabozos de la Puerta del Sol y durante tres años se perdieron el crecimiento de sus hijos.
El juicio empieza el 20 de diciembre de 1973, el día que muere asesinado Carrero Blanco. "La tromboflebitis de Franco marca un antes y un después". Los condenados a 12 años (Acosta entre ellos) salen en libertad en febrero de 1975. El 6 de agosto de 1975 era el aniversario de boda de Fernando Soto. Lo celebró esposado de Eduardo Saborido, cuya puesta en libertad le había exigido en tiempos muy difíciles a los ministros Romeo Gorría y Solís Ruiz, el egabrense, como recuerda este coleccionista de topónimos que fue chapista y diputado del Congreso en cuatro legislaturas.
A Soto y Saborido los trasladan ese día de agosto del 75 desde Carabanchel a la cárcel de Jaén. El 28 de noviembre, "lloviendo a mares", una semana después de la muerte de Franco, salen en libertad. "Los primeros presos políticos beneficiados por el indulto del rey Juan Carlos". Cinco años y un día después de su detención, el Betis, el equipo de Acosta y Saborido, ganaba la primera Copa del Rey que los indultó.
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