Crónica de la Cabalgata de los Reyes Magos de Sevilla de 2022

"¡Niños, hemos vuelto!"

El rey Baltasar lanza caramelos durante la salida de la Cabalgata.

El rey Baltasar lanza caramelos durante la salida de la Cabalgata. / J. C. Muñoz / J. A. García

"Niños y niñas de Sevilla: ¡hemos vuelto!". Así comenzó la Cabalgata de los Reyes Magos. Fueron las palabras con que Luis Miguel Martín Rubio, speaker del Ateneo, rompió el silencio de la calle Palos de la Frontera. Los aplausos y vítores brotaron desde el otro lado de la reja del Rectorado, convertida en Palacio de Oriente por una tarde. La tarde más esperada del año. De este y del anterior. Uno a uno fue presentando a los nombres propios de la tarde: la diosa Palas Atenea (Cristina Carretero), el Mago de la Fantasía (Francisco Pareja), el Gran Visir (Juan Carlos Cabrera) y la Estrella de la Ilusión (Marisa de Azcárate). Para el final dejó al "rey de la salud", el médico Salvador Morales (Melchor); al "rey de las leyes", Ricardo Astorga (Gaspar); y al "rey león", el isleño Ramón Rodríguez Monchi (Baltasar). Sus palabras dieron paso a unos minutos musicales antes del comienzo del carrusel, que comenzó con retraso. Quizá fue un guiño a que el pasado año no hubiera Cabalgata.

La energía acumulada por los participantes y el público explotó al primer golpe de tambor de la banda que abría el cortejo. Y comenzaron los cánticos: "Ea, ea, ea, Palas Atenea" o "Aquí están, aquí están los pajes del rey Baltasar". Y las canciones de Siempre Así, que tronaban desde la carroza dedicada al grupo sevillano. Sus miembros la presidían con sonrisas amplias e ilusión desbordante, lanzado besos a sus seguidores. Después comenzó a desfilar la infantería de la Cabalgata: los beduinos. Siempre generosos, siempre animosos. Uno de ellos repartía álbumes de cromos, otro lanzaba con todas sus fuerzas varios caramelos hacia arriba. Como si quisiera que llegaran a algún familiar que la pandemia se llevó. Aunque, a otros, los ha traído. Es el caso de María José: "En la última Cabalgata estaba embarazada y ahora la tengo en brazos". Una de las miles de historias que se esconden alrededor de este evento público y multitudinario que organiza desde hace más de un siglo el Ateneo.

Un niño a hombros de su padre espera la llegada de los caramelos. Un niño a hombros de su padre espera la llegada de los caramelos.

Un niño a hombros de su padre espera la llegada de los caramelos. / J.C Muñoz/J.A García

Los villancicos no cesaron. Las bandas que acompañaban al cortejo se esforzaron en que la música también fuera protagonista. El público versiono a su manera los clásicos navideños, acordándose de Juanmi, el delantero del Betis. El rey Melchor y sus pajes hicieron de su salida una fiesta. Una nube de confeti descargó nada más salir. En las caras de los organizadores se podía percibir la tensión porque todo saliera bien y el alivio de ver de nuevo la Cabalgata en las calles. Fue una tarde sensaciones nuevas y, curiosamente, de recorrido nuevo. Las carrozas no cruzaron el Puente de Triana y su recorrido fue similar al de la línea C4. Es decir, rodear el centro de la ciudad por donde aproximadamente estaba la muralla almohade. Eso permitió que el cortejo desfilara junto al Puente de la Barqueta o por la calle Arjona. Precisamente, allí decidió el presidente de la Junta, Juanma Moreno, disfrutar de ella junto a sus hijos.

Otros muchos la vieron en el amplio y concurrido Paseo de Cristóbal Colón, junto a la plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería y la dársena del río Guadalquivir. Los Reyes Magos pasaron ante los reyes del toreo: Joselito, Curro o Pepe Luis. La treintena de carrozas, al caer la noche, se encendieron. La Cabalgata hizo brillar a Sevilla de nuevo. Y, como viene siendo habitual en los últimos años, dejó un mensaje en la espalda del trono del rey Baltasar. Unas palabras que por repetidas no son menos ciertas o necesarias en estos tiempos aún de pandemia: "El Ateneo de Sevilla aplaude a todos los sanitarios".

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios