Siete cuentos para salir del túnel

Calle Rioja

Terapia con editor. Carlos del Pozo aceptó la rehabilitación que le propuso la psiquiatra: escribir. Venció al tumor, terminó la carrera y ha publicado el libro.

El autor, con Fernando Vázquez y su madre, Lolil, de Andex.
El autor, con Fernando Vázquez y su madre, Lolil, de Andex.

26 de octubre 2009 - 05:03

CUANDO tenía 10 años, Carlos del Pozo Moriel subió a las Siete Lagunas, cerca del pico Mulhacén de su Granada natal. No imaginaba que diez años después tendría que subir otra cuesta, pero mucho más empinada.

Estaba en tercero de Magisterio. Quería ser maestro, como sus padres. Llevaba una vida apacible: sus lecturas (Tolkien, Saint-Exupery, el Quijote), su música, rock y heavy-metal, los preparativos de un crucero por el Mediterráneo de viaje de fin de curso, y el estreno de una guitarra eléctrica. Una tarde, mientras estudiaba un examen de Sociales, le visitó el mensajero de la oscuridad: dolores de cabeza, pérdida de apetito, parálisis. Los indicios hablaban de depresión. El diagnóstico fue más fulminante: tumor cerebral.

Manuel Polaina Balón, cirujano del hospital Virgen del Rocío, lo puso en manos de Isabel Trujillo, una psiquiatra de Martín de la Jara, pueblo de la Sierra Sur, que trabajaba en neurocirugía. Para mitigar la pérdida de lo que ella llama "funciones cognitivas superiores", retrocesos en la memoria, en nociones del lenguaje, le propuso una terapia inesperada: el paciente debería ponerse a escribir relatos. "Cuando se lo dije me puso cara de póquer". Era una terapia para engancharle a la vida.

Entre marzo y mayo de 2007, Carlos del Pozo, que ahora tiene 23 años, empezó a escribir. Había vivido una metamorfosis; a diferencia de la de Kafka, la suya era real. Isabel Trujillo se convirtió en su particular Carmen Balcells, la editora de los escritores del realismo mágico, y se comprometió ante su paciente a que si cumplía su cometido le publicaría los relatos.

El sábado presentó el resultado de la terapia. Se titula Navegando hacia los sueños (edición sufragada por Caja Duero). Siete relatos, tantos como las Lagunas del Mulhacén. En la presentación de su libro, Carlos del Pozo leyó un octavo relato, inédito, en el que en segunda persona, como si no fuera con él, narró su pesadilla, esa inmersión en un mundo terrible donde todo acababa en una siniestra Vía Apia: radioterapia, fisioterapia, quimioterapia. Como sus dos abuelos, Manuel y Andrés, eran ferroviarios, usó el símil del túnel y los dos caminos. El camino más fácil, consistente en cruzarse de brazos y tirar la toalla, "no puedo más, aquí me quedo", dijo con versos de José Agustín Goytisolo; el más difícil, el que eligió, consistente en luchar sin descanso, en devolverle a la oscuridad las bofetadas que le había propinado. Un libro escrito, como dice el doctor Polaina en la introducción, "en una etapa de su vida de extrema inquietud y trascendencia". Salió del túnel y tuvo que aprender de nuevo cosas como "andar, coger una cuchara, atarme los cordones de los zapatos".

Carlos superó la enfermedad, publicó los relatos, acabó Magisterio, es profesor de 24 alumnos de Primaria en el colegio Emilio Prados y ha aprobado las oposiciones. "No me puedo sentir más orgullosa de mi paciente", dice Isabel Trujillo, que con el padre de Carlos se puso a buscar ilustradores. Dos de los cuentos, El fuego del dragón y La tierra prometida, los ilustra su hermana Laura.

El libro lo presentó la escritora Nerea Riesco. Los beneficios irán a Andex, representada por Loli Vicente y su hijo, Fernando Vázquez, que ha leído la trilogía de Ruiz Zafón, va por el segundo libro de Millenium e incluirá en su biblioteca a Carlos del Pozo.

José Antonio del Pozo y Remedios Moriel, los padres de Carlos, son profesores en el colegio Pontífice Pablo VI de Rochelambert. Juan Gamero, profesor de Matemáticas de dicho colegio, medió para que la presentación se celebrara en la sede del Consejo de Cofradías. María Iliana Rubio, profesora de Francés, habló con su hermano Juan Antonio y su cuñada Carmen González, que al violín y al piano interpretaron algunas piezas solicitadas por el autor: Imagine, de John Lennon, May it be, de El señor de los anillos, y la música de La vida es bella, que empezó a sonar cuando Carlos terminó su intervención y muchos de los presentes sacaban el ahora denostado pañuelo para secarse las lágrimas. El autor tuvo palabras de afecto para el doctor Iglesias, su oncólogo, y en el prólogo se acuerda de sus fisioterapeutas Silvia y Mari Luz, y de Manuel Moya, el celador que le acompañó en el quirófano y cuando ingresó en la UCI.

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