"Nos dejaron como los chorros del oro para ir a velar el cadáver de Franco"

Los Invisibles

Rafael Debén Ariznavarreta. Gallego fervoroso de Valle-Inclán, llegó a Sevilla desde Madrid. Lo degradaron de alférez a soldado raso y el 20-N formó parte de la escolta fúnebre.

El fotógrafo Rafael Debén, en la taberna del hotel Inglaterra.
El fotógrafo Rafael Debén, en la taberna del hotel Inglaterra.
Francisco Correal

21 de noviembre 2015 - 05:03

UNA imagen de hace cuarenta años: Lola Flores con vestido negro y pronunciado escote en la cola del Palacio de Oriente. La visión es de Rafael Debén (La Coruña, 1948), fotógrafo, al que le tocó velar como soldado el cadáver de Franco.

-¿Cómo surge su vocación?

-Con la cámara fotográfica, una Yashica, que me regaló mi padre.

-¿Practicaba la fotografía?

-Mi padre era practicante, que es distinto. Una fuerza viva en una ciudad provinciana como La Coruña de entonces. La mayoría de sus pacientes era gente del mar.

-¿Primera visión de Franco?

-Yo estudiaba en los Padres Dominicos y lo vi por el colegio el día que nombraron a la Virgen del Rosario patrona de la ciudad.

-¿La Fotografía se estudia?

-Yo me fui a Madrid a estudiar Filosofía en la Complutense en 1969. Cuatro años después, oí el estruendo de la bomba de Carrero cuando hacía una encuesta sobre chocolates.

-¿Cómo llega a velar a Franco?

-Hice la mili en Marín, Pontevedra, donde antes estuvo el rey Juan Carlos y después iría su hijo Felipe VI. Era alférez, pero empecé a hacer preguntas inconvenientes y me degradaron a soldado raso. Sólo me dejaron pedir destino, Madrid, donde estaba mi novia. Me llamaron y tuve el desdichado privilegio de ser escogido para velar al Caudillo.

-¿El fotógrafo fotografiado?

-Nos llevaron a la peluquería, nos hicieron unas chaquetas a medida sólo para ese día. Nos dejaron como los chorros del oro y a las seis de la mañana del 21 de noviembre estábamos en la puerta del Palacio de Oriente. 24 horas, con una guardia de veinte minutos cada hora y media. Teníamos que estar inmóviles, como estatuas de sal. Éramos ocho, cuatro a cada lado. Junto a mí, uno de la Policía Nacional que venía con la rodilla machacada porque le tocó de estudiante en unas maniobras de disolver manifestaciones. Fue la única vez que tuve la satisfacción de darle órdenes a los generales. Al que se moviera llevado por el patriotismo o la emoción había que decirle: ¡Firmes! Mi general, un paso atrás.

-¿Cómo llega a Sevilla?

-Por gente del PSOE de Madrid. En una parroquia de Legazpi daba clases nocturnas de Historia del Arte para adultos. Estaban Pablo Castellano, Gregorio Peces-Barba y un amigo mío, Alberto Acitores, un diputado socialista que se mató en el accidente de helicóptero en el que murieron Santiago Amón y la directora de Tráfico (Rosa de Lima Manzano).

-¿Eligió este destino?

-Mi idea era quedarme en Madrid. Era una ciudad muy habitable que me recorría en Vespino.

-¿Cuál es su primer cometido?

-Prensa y Copistería, una tapadera clandestina del PSOE con Santiago Sánchez Traver y Juan Guerra, que era el jefe. Hacíamos todos los programas de Gobierno del PSOE por si un día llegaban al poder. Casi todos los fines de semana aparecía Alfonso Guerra y para cambiar dos páginas nos tenía hasta las cinco de la mañana. También estaban Pablito Juliá y un hermano de Carmen Romero.

-De Franco a Felipe, siempre en primera línea de la historia...

-Quisieron que nos afiliáramos a la UGT para trabajar por la causa y no pagarnos más. Oías hablar de liberar no sé qué y no sé cuántos y se olvidaban de tus propias reivindicaciones.

-¿Cuándo llega a la prensa?

-Empecé en Torneo, con Federico Villagrán. Después al Abc de Antonio Burgos y el viejo Olmedo. Con mis fotos empezó Burgos la sección Casco Antiguo. Yo le propuse la Ciudad Vieja, como conocemos a La Coruña.

-Además de 'escoltar' a Franco, escoltó a Emmanuelle...

-Era el jefe de fotografía del festival de cine. Fui a recibir a Silvia Krystel con Antonio Mozo, que se puso el traje más elegante. Me he acordado mucho de él tras los atentados de París. Era el único que entonces utilizaba el término ciudadano. Hablo mucho con él, con mis padres. Como vivo solo, lo hago en voz alta. Es una manera de que los muertos sigan vivos.

-¿Alguna manía?

-Odio internet y el fútbol. Mi cruz fotográfica fue el fútbol, más en esta ciudad donde hay fútbol todos los domingos. Coruña es una ciudad seria y el equipo juega en casa cada quince días.

-¿Fue a Riazor?

-Una vez. La novia de Amancio vivía en mi bloque y muchas noches, cuando volvía de casa de mi abuela, los veía en el portal pelando la pava.

-¿Un álbum de fotos?

-Desde El Pali a Sabato. Cuando supe que venía me compré El túnel para que me lo firmara. O la que Miguel Ángel León y yo nos hicimos con Rocío Jurado en el sofá de una vecina de Triana.

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