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La situación de la sanidad

De 'héroes' a parados: Testimonios de tres enfermeras despedidas tras pasar la pandemia en primera línea

  • Forman parte de los 8.000 sanitarios de refuerzo Covid despedidos en Andalucía y relatan su experiencia, lamentándose de haber sido apartadas con el sistema aún "saturado"

Ilustración: Rosell

Ilustración: Rosell

"Es frustrante que después de casi dos años dándolo todo en las peores circunstancias ahora sobremos". La que habla es una enfermera de 25 años que ha dedicado el último año a la atención de pacientes Covid tanto en planta como en la UCI del Hospital Virgen del Rocío y el Hospital Militar, además de un breve paso por Atención Primaria, y que hoy está en el paro. La joven, que prefiere mantenerse en el anonimato por temor a no conseguir un trabajo en el Servicio Andaluz de Salud (SAS), relata con amargura su horizonte laboral en declaraciones a este periódico.

Es una de las afectadas por los despidos de la Junta de Andalucía al personal sanitario de refuerzo Covid. Desde este mes, el Gobierno andaluz ha dejado en la calle a 8.000 de esos profesionales del SAS que han sido refuerzos y que han permitido que la plantilla total recuperase niveles de ocupación previos a la crisis económica de 2008. Desde el inicio de la pandemia se han firmado en toda la comunidad 20.000 contratos de refuerzo de los que 12.000 han sido renovados en su vencimiento. Unas cifras que vuelven a situar a la sanidad en un complicado escenario.

"Se supone que sobramos porque ya no hay pandemia, pero, aunque así fuera, la carga de trabajo sigue siendo la misma. Las Urgencias siguen estando hasta arriba de personas por lo que sigue habiendo muchos trabajo, pero ahora se hará con menos personal. Esto a lo único que conduce es a que los profesionales se cansen antes y tengan más estrés porque uno solo tiene que llevar a cabo el trabajo de tres", denuncia la entrevistada.

Personal sanitario con los EPIS, al principio de la pandemia. Personal sanitario con los EPIS, al principio de la pandemia.

Personal sanitario con los EPIS, al principio de la pandemia. / Juan Carlos Vázquez

Al pasar las puertas de un hospital, la vida de los enfermeros, auxiliares, médicos, celadores y demás personal sanitario se vuelca al completo en el cuidado del paciente y, en tiempos de pandemia, la carga psicológica se ha multiplicado. La joven enfermera denuncia el "estresante" trabajo al que está sometido el personal sanitario. "En la UCI te pegabas las 12 horas con el EPI puesto, con lo que eso supone físicamente. Pero también es brutal el desgaste emocional. Las 12 horas estábamos con el paciente pendiente de monitores, de la medicación, del aseo... era una vigilancia personalizada. Cada enfermero teníamos dos pacientes y teníamos que estar continuamente pendientes de que no empeorara, tomando las constantes, con una medicación muy delicada, en contacto con los médicos para llevar seguimiento... Ha sido muy duro", recalca.

Al ser preguntada por si ve la luz al final del túnel tras su despido, la enfermera dice que, "como muchos compañeros", está con el teléfono en la mano "esperando una llamada", pero es consciente de que su salida laboral debe buscar otros caminos. "A mí lo que más me gustaría es seguir trabajando. Me gustaría estar ahí porque trabajo sigue habiendo, pero ahora no me dan la oportunidad. Sientes una gran impotencia de pensar, bueno, he estado ahí en los meses más complicados y ahora ya no te hago falta. Este mes me lo he tomado más tranquila, pero mis opciones son intentarlo por lo privado y también me he planteado irme fuera. Lo tengo claro", sostiene.

Para revertir esta situación, las organizaciones sindicales están concentrándose casi a diario para reclamar a la Junta de Andalucía que contrate al personal que ha estado de refuerzo y que es necesario, sobre todo, ahora que llega la vacunación de la gripe o la tercera dosis de los sueros contra el coronavirus.

La última protesta del Sindicato de Enfermería, Satse, a las puertas del Macarena para pedir la contratación del personal despedido. La última protesta del Sindicato de Enfermería, Satse, a las puertas del Macarena para pedir la contratación del personal despedido.

La última protesta del Sindicato de Enfermería, Satse, a las puertas del Macarena para pedir la contratación del personal despedido. / Juan Carlos Vázquez

Bajo este mismo panorama se ve también hoy sin trabajo Blanca, nombre ficticio, igualmente, por temor a "señalamientos" en el SAS. A esta enfermera de 30 años la contrataron el pasado julio como dispositivo de apoyo en Atención Primaria. En el centro de salud de La Algaba, donde fue destinada sus tres primeros meses de contrato, han sido siete las personas que se fueron al paro el 31 de octubre. En San Juan de Aznalfarache, donde la joven acabó su vinculación con el SAS, fueron ocho. Blanca cuenta que la llamada del SAS para ser contratada la recibió nada más volver a Sevilla después de haber estado trabajando unos años en Valladolid. La pandemia le ha dado trabajo aquí, sostiene, pero una vez pasado lo peor, le llama la atención las "evidentes" diferencias entre ambas provincias. "Al haber vivido allí y haber conocido el sistema sanitario público que tienen se ve claramente que están mucho mejor que aquí. Fue llegar y me llamaron de tres centros distintos. Allí lo cubren todo y los profesionales de lo público no están sin trabajar más de una semana", apunta.

La enfermera no encuentra explicación a las circunstancias que han llevado a la Junta a decidir no renovar los contratos de refuerzo Covid en un momento, asegura, en el que la sanidad pública "sigue desbordada". "Yo no he parado hasta el último día. Eran todas las horas trabajando de forma muy intensa y había mucho que hacer, además de todo lo atrasado. En la pandemia los pacientes crónicos se han dejado de lado, desgraciadamente, y ahora es el momento de empezar a recuperar todo lo que se hacía, pero creo que con el personal que se queda va a ser muy complicado", relata.

Esta situación, por desgracia muy prolongada en el tiempo, acaba por pasar factura en los trabajadores a nivel psicológico. "Hemos pasado muchos nervios. Lo hemos pasado muy mal porque, como todos, también teníamos miedo cuando no se sabía nada sobre este virus y nos llamaron para primera línea y allí estuvimos y ahora finaliza nuestro contrato y nos dejan en la calle sin opciones. Yo estoy muy decepcionada y sin ilusión por volver, la verdad", sostiene Lucía, también nombre ficticio, que recibe la llamada de este periódico mientras estudia para prepararse las siguientes oposiciones tras haberse quedado en el paro el pasado 30 de octubre.

"Me vine a Sevilla trabajar durante la pandemia cuando tenía un contrato fijo en Gibraltar. Me convencieron diciéndome que era mi momento. Que así podría meter la mano en la bolsa y que oportunidades como ésta se veían pocas. Me dieron a entender que, aunque con contratos temporales, tendría una cierta estabilidad", relata la enfermera de 28 años, que firmó, primero, seis meses de contrato como refuerzo Covid, y luego cinco más como dispositivo de apoyo en Atención Primaria. No se lo pensó pese a la distancia ya que la joven vive en Vejer de la Frontera y desde allí se ha desplazado a diario a Sevilla mientras ha durado su contrato. Así llegó al Hospital de Valme, en noviembre de 2020, durante la segunda ola, conocedora de que su destino era mirar de frente a un virus muy temido, pero que, para ella, había supuesto una oportunidad laboral "única".

Trabajadores sanitarios agradecen los aplausos recibidos de cada día a las 20:00 al principio de la pandemia. Trabajadores sanitarios agradecen los aplausos recibidos de cada día a las 20:00 al principio de la pandemia.

Trabajadores sanitarios agradecen los aplausos recibidos de cada día a las 20:00 al principio de la pandemia. / Juan Carlos Muñoz

El relato de su experiencia profesional en los últimos meses ayuda a comprender el estado en que se encuentra ese bastión esencial situado en primera línea: el personal sanitario. Cada una de las embestidas que se suceden -y ya van cinco- confirma que detrás no hubo, ni hay, héroes, sino trabajadores de carne y hueso cuyas vidas dieron un vuelco que no olvidarán, por aquellas por las que lucharon y especialmente por aquellas a las que sostuvieron en sus últimos momentos. "En el hospital no se daba abasto. Veías como, sobre todo al principio, la mano de obra no era suficiente. Éramos dos equipos de enfermeros con los auxiliares pero esos equipos se dividían entre sucios y limpios (términos usados para la zona de enfermos Covid y no Covid) y nos repartíamos entre las plantas dedicadas al virus. Pero no se llegaba. Entrabas en una habitación y mínimo eran 15 minutos porque los enfermos estaban solos y nosotros se lo teníamos que hacer todo, los controles de oxigenación, la medicación, el aseo... Algunos pacientes eran muy mayores y tenían demencia y se quitaban las mascarillas de oxígeno y era muy estresante ir de un lado para otro para evitar que se quedaran sin ellas. Muchos han muerto con la saturación por los suelos porque no llegábamos", relata.

La pandemia no les ha hecho invencibles sino que ha puesto de relieve la vulnerabilidad que implicaba realizar su trabajo en condiciones tan adversas. "Los EPIS eran los que eran y si nos hacía falta personal en la planta de sucio y no había más pues no podían venir refuerzos por falta de medios de protección. Las mascarillas nos dejaban cambiarnos las quirúrgicas, las FFP2 eran una por turno", sostiene.

Por esta razón, y durante el transcurso de la pandemia, los medios de comunicación se han hecho eco del cansancio del sector sanitario, del colapso de pacientes que ponían al límite los recursos disponibles y cientos de imágenes de profesionales exhaustos. "Se nos pidió un esfuerzo, lo hicimos, y la recompensa ha sido nula. Estamos cabreados porque hemos estado al pie del cañón y ahora parece que no somos útiles. Nos hemos ido de los puestos que ocupábamos y nuestros compañeros se han quedado la carga porque los servicios de salud pública siguen saturados. Las citas en Atención Primaria siguen con una demora de 15 a 16 días y no se comprenden que, con ese volumen de trabajo, se esté quitando a personal", condena Lucía.

Sin embargo, sus esfuerzos de los últimos meses parecen no haber sido suficiente para poder continuar con un contrato en el SAS. "Me da mucha pena pensar cómo fuimos vapuleados como héroes y nos hicieron sentir figuras claves en esta batalla y a la mínima que empieza a bajar la incidencia sobramos y la mayoría nos vemos en la calle", asegura Blanca.

Lucía continúa en la misma línea las declaraciones de su compañera. "Dejé mi trabajo para estar en primera línea del Covid y ahora me veo en la calle. Esto me hace sentir un poco utilizada", concluye.

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