"El entrenamiento mental es igual o más importante que el físico"

BÁRBARA LÓPEZ. capitán psicóloga del ejército

Es la primera psicóloga militar que viaja a Iraq en la actual misión

Pasará seis meses atendiendo los problemas de los soldados españoles en la base de Besmayah

La capitán Bárbara López, en el patio de Capitanía.
La capitán Bárbara López, en el patio de Capitanía. / Reportaje Gráfico: José Ángel García
F. Pérez Ávila · J. Muñoz

23 de abril 2017 - 02:32

La capitán Bárbara López es la primera psicóloga del Ejército español que pisará suelo iraquí. Lo hará en mayo y se pasará seis meses en la base de Besmayah, a unos cuarenta kilómetros de Bagdad y a más de cinco mil de su despacho en el edificio de Capitanía General de Sevilla. En su oficina, con vistas a la Plaza de España, se desarrolló hace unas semanas esta entrevista. Ahora se encuentra en Madrid, donde tiene que pasar un mes, en lo que se conoce como fase de concentración. Una especie de entrenamiento mental en el que el soldado se prepara para su marcha.

La psicóloga va encuadrada en el equipo de apoyo al mando. "Tenemos dos funciones principales. Una es la de asesorar al mando, y la otra es la asistencial, porque tenemos un contingente formado por 450 personas y atendemos a todas las que lo necesiten". Por su experiencia previa en el Líbano, sabe que lo que más se va a encontrar son problemas relacionados con la familia. "Básicamente por lo que se deja aquí. Ahí tenemos que hacer labores de prevención. Impartimos charlas y le decimos al personal de la misión que lo deje bien cerrado todo aquí, sobre todo cualquier tema legal o familiar que pueda implicar un problema".

En el centro de estos procesos están los hijos. "Muchos de los problemas están relacionados con los niños. A la hora de gestionar cualquier asunto, los familiares que se quedan en España tienen un problema. ¿Qué pasa? Que si te llaman y estás a miles de kilómetros, tú no lo puedes gestionar y eso te genera agobio. Un problema con los niños en el colegio, si notan la ausencia del padre o de la madre... Esas suelen ser las situaciones que más se demandan".

Las nuevas tecnologías suponen una ayuda esencial para solventar estos problemas familiares. "Tenemos una zona en la que nos podemos conectar. La mayoría tenemos móviles con buenas conexiones y portátiles que nos llevamos. Eso ayuda mucho. Han cambiado mucho las cosas. No es lo mismo que tu familia te pueda ver a que desaparezcas de su vida físicamente. El que puedas hablar con ellos, ver su imagen, ayuda muchísimo. Parece una tontería, pero Skype y WhatsApp ayudan muchísimo porque son algo inmediato. No es un correo electrónico que envías y ya alguien te responderá".

Parte del entrenamiento está en educar de alguna manera a la familia que se queda en España. "Una de las cosas que remarcamos es que no nos conectemos todos los días a la misma hora, porque todos los días no podemos, tenemos trabajo las 24 horas. No es como aquí, que cierras a las seis o a las siete. Allí te pueden surgir millones de cosas. Si un día no puedes conectarte, ya genera ansiedad, sobre todo a la familia que se queda aquí".

El Ejército reparte un tríptico en el que se informa de cuestiones operativas básicas. Cómo mandar los petates, cómo conectarse a internet, qué poder hacer en caso de imprevistos. A los familiares se les explica qué hace el Ejército español en Iraq. "No sólo hay problemas con los hijos. También con los padres. Las personas que tienen hijos que con 20 años se marchan seis meses a Iraq y no conocen realmente lo que se está haciendo allí. Para eso hay un equipo de apoyo a las familias que se queda pendiente de ellas".

De gran ayuda es el Servicio de Transportes del Ejército (Setre) por el que los familiares pueden enviar paquetes, dentro de unas medidas establecidas, a los militares acuartelados en Iraq. "En el tríptico se explica cómo se puede enviar y qué medidas han de tener los paquetes. Puede parecer una tontería, pero la gente no se puede imaginar la sensación de alegría que nos entra cuando llega algo de casa. Las cosas más simples aumentan la moral. Una fotografía de tu hijo, por ejemplo. Esas pequeñas cosas hacen más llevadero el día a día y que apenas te des cuenta de que se va pasando la misión".

Otro gran problema es el desgaste que genera el tiempo. "Añoras cosas. Para nosotros es nuestro trabajo, estamos acostumbrados y vamos mentalizados, pero otra cosa es para quien se queda aquí, ya sean parejas, hijos o padres. Vivimos con ello, asumiendo que nos podemos ir de misión. Pero también tenemos la fase de concentración, en la que nos van entrenando para ir de otra manera. Y lo trabajamos en casa. Normalmente los militares no vamos sólo a una misión, vamos a varias y las familias lo asumen como algo normal". La misión es para seis meses y en ese periodo, salvo causa de fuerza mayor, no se regresa a España.

No sólo conoce la teoría, sino que se aplica la práctica. La capitán López tiene dos hijos pequeños, uno de cinco años y el otro de tres, a los que va tratando de explicar que pasará medio año fuera de casa. "Tengo niños pequeños y pueden ocurrir miles de cosas que no prevés. Eso remarcamos en la fase de concentración. ¿Qué puede ocurrir en casa? Si le digo a la gente lo que puede ocurrir, cuando ocurre allí agobia menos, porque alguien te lo ha dicho. No te lo encuentras de sorpresa, y sabes que es normal que ocurra porque a la gente le pasa, no sólo a tu familia. Así lo vives de otra manera".

Pero cómo se le dice a un niño que su madre se va a Iraq. "Al mayor ya le he ido explicando que me voy a ir entre semana. La fase de concentración es durante un mes en Madrid y voy a estar yendo y viniendo. Durante ese mes se acostumbrará a que mamá aparece y desaparece. Eso es bueno, porque servirá para que sepa que cuando desaparezca más tiempo, volveré. Eso ya se lo he explicado. Se lo ha tomado muy bien, bastante bien. Lo he hecho ya para que tenga la oportunidad de hacerme preguntas. Lo que no sirve es me voy pero no cuento, me voy pero no te digo cuánto tiempo ni te digo cómo va a ser el proceso, porque los niños tienen una capacidad fantástica de rellenar lo que nosotros no le decimos".

Y lo primero que le ha preguntado su hijo es que quién le iba a llevar al colegio. "Su mundo no es el nuestro. Su primera pregunta fue esa. Ya le expliqué que iba a haber otra mamá, otra señora que lo llevaría. La siguiente pregunta es el tiempo. Los niños no miden el tiempo igual que los adultos, por eso hay que explicárselo en periodos que ellos entiendan. Ahora le he dicho lo de la semana y después le explicaré que hasta después de vacaciones y que él empiece de nuevo el colegio, mamá no va a volver".

En su caso, el trabajo es doble. Por un lado tiene que trabajar con sus compañeros y por otro aplicarse ella misma los principios. "Cuando pides ir de misión, hay que asumir en qué condiciones vas. Si el psicólogo va mal, poco va a poder ayudar. No tenemos asistencia, pero contamos con otros recursos que la gente de manera cotidiana no los tiene. Para ser psicólogo hay que hacer un trabajo previo. Eso lo tenemos a favor". Al fin y al cabo es un entrentamiento mental. "Es lo mismo que unas maniobras o que un entrentamiento físico. Y es casi más importante. Claro que yo qué voy a decir, si soy la psicóloga. Pero lo cierto es que si tienes una baja psicológica y no la recuperas, has perdido a esa persona. Si no estás bien, si aumenta el estrés, tu atención se reduce y tu trabajo también".

Su labor es precisamente la de ayudar a canalizar el estrés, que siempre aparece. "Pero es que existe en todos los trabajos. Si a eso le añadimos que es una situación nueva, hay más estrés. Si no lo hubiera, no iríamos". Aparte de las circunstancias familiares de cada uno, el estrés depende mucho del puesto y en función de la carga de trabajo. "Si estás en un puesto exigente, tu nivel de estrés aumenta. Al principio la gente va muy animada, pero el simple hecho de viajar a un país que no conoces aumenta el estrés. Que no es negativo, o no tiene por qué serlo, pero lo aumenta. Hasta que no se encuentra la rutina, porque en seis meses todo se puede volver rutina, no baja. Y a medida que llega la hora de volver también aumenta".

Establecer una rutina es fundamental para reducir el estrés. "Por eso una de las primeras cosas que se suele hacer es establecer un horario. Otra es el deporte, que ayuda mucho. Hay un gimnasio en la base y nos han dicho que está muy bien. Piensa que es un sitio pequeño y que, cuando ha terminado tu jornada laboral, no te puedes ir al parque. Aquí te puedes coger el coche e ir a cualquier sitio. Aquello es un perímetro acotado. Llega el viernes y en vez de irte a la playa te quedas allí". Apunta que sólo se repatrian los casos extremos, que precisamente para evitar bajas está ella. "Trabajas con la persona y la vas llevando. Si no hay psicoólogo, a lo mejor el médico decide repatriarlo. En la mayoría de los casos, la situación se suele superar".

Ese trabajo pasa por fomentar la convivencia. "En Líbano intentábamos hacer cosas novedosas los fines de semana, tipo alguna comida o algo así. Las Navidades a mí no me van a coger allí, pero al siguiente relevo sí. Por supuesto eso se celebra. Ya que las condiciones son un poco más justas, se intenta que la gente esté bien. Y crear unidad, porque nosotros allí vamos a ser una familia. Tienes que tratar con los 450, mejor que te lleves bien". En ese aspecto, destaca que se crea una sensación de unidad "muy llamativa". "La amistad que surge en un sitio así dura para siempre. Te pasas seis meses codo con codo con otra persona y sabiendo que en ella te vas a apoyar. Una de las cosas que decimos es que el psicólogo está genial, pero usa a tus compañeros. No todo es de tratamiento psicológico. Como estoy quemado, me voy al psicólogo. Yo encantada de la vida, pero no es así. Sirve más tomarte algo con un compañero que ir al psicólogo. Y ya si la cosa realmente es de ansiedad, estrés, algo importante, sí hay que ir al psicólogo porque tenemos técnicas para tratarlo".

La temperatura también genera mucho estrés. El calor es extremo en Besmayah. "Todos nos ponemos más irascibles con el calor y eso hay que tenerlo presente. Los factores como el sueño, el cansancio o el calor afectan mucho al estado de ánimo. Es una sensación de claustrofobia, de estar atrapado, que puede aumentar o disminuir. Lo importante es la percepción que tenga cada uno de las cosas. Yo puedo estar entre cuatro paredes y ser la mujer más feliz del mundo y estar en la playa y no serlo. Eso lo crea cada uno y esa es la baza del psicólogo. Yo no puedo cambiar las condiciones físicas, no puedo decir que no haga sesenta grados, pero sí que se relativice, que la persona tenga el control".

La entrevista se pasa sin que se le pregunte por el regreso, que a la capitán le preocupa casi tanto como la ida. "Lo bueno es que al volver tenemos un periodo de descanso, para que tengamos una adaptación. Me hacen ustedes muchas preguntas sobre cómo nos preparamos para irnos, pero no sobre la vuelta. La familia se ha habituado a que tú no estés. Y de repente llegas tú y te encuentras con cosas tan tontas como que los niños ya no te piden las cosas a ti. Parece una tontería pero no lo es. Eso nos lo vamos a encontrar y lo tenemos que trabajar. Tienes que cambiar el chip porque vienes de una experiencia muy intensa y te encuentras más estrés del que prevés y del que ya has pasado". Lo dice unos días antes de irse y más de medio año antes de regresar. Lo fía largo, pero cuanto antes se entrene, antes se asume.

Segunda misión internacional

Tiene 41 años. Entró en el Ejército en 2003, después de cursar estudios de Psicología. Es madrileña y ha estado destinada en Cáceres y Zaragoza antes de llegar a Sevilla. Está encuadrada dentro de los cuerpos comunes, es decir, puede estar destinada en cualquiera de los tres ejércitos y pasó por las tres academias. "Estamos encuadrados en el cuerpo militar de sanidad, con médicos, veterinarios y odontólogos". Por eso lleva la cruz de Malta junto a su identificación. Ésta es su segunda misión internacional. En 2009 estuvo en Líbano.

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