Expertos andaluces advierten sobre las "secuelas invisibles" del ictus: alteraciones cognitivas y emocionales que dificultan la vida diaria

En el Día Mundial del Ictus, el centro andaluz CRECER insiste en la importancia de una atención integral y temprana para mejorar la calidad de vida de los pacientes

Un paciente mientras es atendido en el Centro de Rehabilitación de Daño Cerebral CRECER
Un paciente mientras es atendido en el Centro de Rehabilitación de Daño Cerebral CRECER / M. G.

En el marco del Día Mundial del Ictus, el centro andaluz CRECER, dirigido por la doctora Rosario Domínguez, ha puesto el foco en uno de los aspectos menos conocidos y más incapacitantes de esta enfermedad: las secuelas invisibles.

El ictus, segunda causa de muerte en España, deja cada año miles de personas con dificultades que van mucho más allá de las secuelas físicas. Según el doctor Fernando Machuca, neuropsicólogo y coordinador del Servicio de Neuropsicología de CRECER, estas secuelas “no se aprecian a simple vista, pero impactan profundamente en la vida de las personas”.

"Una vez superado el riesgo vital, muchos pacientes no saben a qué se enfrentan. Sienten que nadie los entiende y esa falta de información les genera mucho sufrimiento", explica Machuca. "Saber que ciertas dificultades son parte del proceso los ayuda a afrontarlas mejor, tanto a ellos como a sus familias", añade.

El especialista señala que estas secuelas afectan principalmente a dos grandes áreas: la cognitiva y la emocional. En el primer caso, el cerebro pierde recursos para gestionar funciones básicas como la atención, la memoria o la planificación. "Tareas sencillas, como recoger la cocina o ver una película, se vuelven difíciles. Preparar una maleta o hacer una compra online puede convertirse en un desafío", apunta Machuca.

En el plano emocional, los pacientes pueden experimentar cambios de humor bruscos, dificultades para gestionar emociones y pérdida de interés por actividades que antes eran placenteras. "Son efectos reales, aunque invisibles desde fuera", añade el neuropsicólogo.

Desde el centro CRECER, con más de 28 años de experiencia en la rehabilitación neurológica, insisten en la necesidad de una atención integral y temprana que aborde tanto los efectos físicos como los psicológicos del ictus. "Nuestro objetivo es que las personas puedan recuperar una vida lo más normalizada posible", subraya la doctora Domínguez.

El equipo de CRECER recuerda que la Neuropsicología desempeña un papel clave en la recuperación, ayudando a comprender y tratar esas alteraciones que, aunque no se ven, condicionan profundamente la autonomía y la calidad de vida de los pacientes y sus familias.

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