Sevilla

Los guisos y el trato "a la antigua" de la Flor de mi Viña

  • La ensaladilla, el sanjacobo y los riñones, señas de identidad del bar fundado hace 55 años por Alfonso Hijón y Visitación García en la calle José de Velilla

Tras la barra. La Flor de Mi Viña / JUAN CARLOS VÁZQUEZ

Algún día Sevilla tendrá que hacer un homenaje a Manzanilla y Villalba del Alcor. Dos pequeños pueblos de la comarca del Condado onubense que han hecho mucho por la historia tabernaria de la ciudad. Desde Manzanilla llegó el abuelo de Boni, Bibi y Curro, los tres hermanos Hijón que ahora están al frente de la Flor de mi Viña. Uno de esos bares que, por extraño que parezca, siguen manteniendo la esencia de la taberna de toda la vida en el centro de Sevilla.

Aún quedan sitios en los que entras por la puerta y saben qué vas a tomar. A veces, no hace falta ni hablar, solo miras  a Juanma, haces el gesto de beber y ya sabe que sólo café. Señas que ayudan, sobre todo a la hora del desayuno. Ese momento en el que todos queremos el café y la tostada en el mismo momento.

Hace 55 años que Alfonso Hijón y Visitación García abrieron la Flor de mi Viña en la calle José de Velilla. Ahora son tres de sus hijos los que están al frente, pero en algún momento de su vida también pasaron los otros cinco: Alfonso, Adela, Valle, Gabi y Nacho. Esa esencia familiar se nota en el trato. "Al final conoces al cliente  te acabas famliarizando con él", cuenta Curro. Una forma de tratar al cliente "a la antigua" que cada vez buscan más los clientes. "El equipo es muy importante, el problema que hay ahora en hostelería es que faltan profesionales que les guste de verdad su trabajo. Llevar un bar es muy sacrificado, pero si trabajas en este sector tienes que ser responsable de tu trabajo", añade.

Si a todo eso se le suma un buen producto, se explica la razón de por qué el comedor está siempre lleno. "Siempre procuramos que el producto sea el mejor posible con una materia prima de calidad y con un precio acorde, dentro de lo que hay en el mercado", asegura Boni. Visto el resultado, está claro que en la cocina que capitanea Carmen Ortega desde hace 23 años solo entra (y sale ) calidad. Sus guisos dan buena fe. 

Es de lo primero que se agota, los guisos. Los riñones al jerez y la carrillada son dos de los imprescindibles. Es imperdonable pasar por allí a la hora del mediodía y no pecar con cualquiera de estos dos platos. "Están hechos sin especias raras ni pastillas de esas de caldo. Todo natural", afirman. Y la verdad es que se nota en el guiso que todo está hecho a base de verduras y buenos avíos. Las albóndigas de chocos o las típicas y cada vez menos fáciles de encontrar espinacas con garbanzos tampoco se quedan atrás. 

Pero el rey de los jueves de la Flor de mi Viña es el sanjacobo. Hay verdaderos expertos en esperar a que llegue este día para presentar sus respetos ante un buen plato de sanjacobo en el comedor porque no tiene nada que ver con cualquier otro. Para beber, cualquier vino de la bodega de Viñafiel, que es quien donó el azulejo de la Sentaíta de Triana que desde el pasado 7 de diciembre custodia a los tres hermanos Hijón.

Y, cómo no, la ensaladilla. Una de las mejores en el difícil reino de este plato que vigila de forma permanente el ODER (Observatorio de la Ensaladilla Rusa). Hace poco Ángel León decía que este plato "es la radiografía de un garito para mi". No hacía más que expresar lo que todo aficionado a la cocina sabe de siempre. Si la ensaladilla está bien hecha y los productos son buenos, hay muchas posibilidades de que el resto esté igual o superior. Y la ensaladilla de La Flor de Mi Viña es de ovación cerrada. 

En cuanto al precio, como en los lugares sinceros. Puedes gastar lo que quieras. Se puede comer bien por 10 o 12 euros o "darte un homenaje" y probar algunos de los productos recién traídos a la calle José de Velilla directamente de la lonja de Isla Cristina. Buen marisco y pescados espectaculares.

La Flor de Mi Viña abre de lunes a sábado de 6:30 a 17:00 o 18:00

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