El legado bordado en Almacenes Velasco: "El hijo favorito de mi padre siempre fue la tienda"
DE SEVILLANAS MANERAS
Entre telas, bordados y generaciones, Almacenes Velasco sigue latiendo desde 1847: "Se acostaba hablando de la tienda y se levantaba hablando de la tienda"
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En la esquina de las calles Chapineros y Francos, donde el corazón de Sevilla late entre sobre apartamentos turísticos y alguna que otra vivienda donde aún viven vecinos, sobrevive Almacenes Velasco. Sus paredes esconden no sólo una tienda: es un lugar donde se cruzan generaciones, memorias, hilos de oro, encajes, botones, devociones cofrades y muchas historias bordadas a mano.
Ángela Abad representa la cuarta generación de una saga familiar que lleva desde 1847 cosiendo la historia de Sevilla con paciencia, puntada a puntada. “Cuando me preguntan quién era el hijo favorito de mi padre, siempre digo que era la tienda. Luego ya, los demás”, bromea con esa mezcla de ternura y orgullo que solo tienen quienes han vivido literalmente entre mostradores, pedidos y clientela fija. Don Mauricio Abad, el último Velasco, apunta su hija, falleció el pasado mes de julio a los 91 años, y estuvo al pie del cañón yendo a su tienda hasta los últimos días. Toda una vida dedicada a su negocio.
Desde La Rioja a Sevilla: Un linaje textil
“Se cambiaban hasta monedas”, cuenta Ángela. Fue Clemente Velasco, antepasado de Ángela, nacido en la Rioja, quien se vino a Sevilla junto a sus sobrinos por no tener descendencia. Fueron ellos, José y Santos González Velasco, quienes abrieron la veda para posterior linaje sevillano cosagrando el éxito de la tienda y quienes a su vez -y también sin hijos- enseñaron del mismo modo a sus tres sobrinos: José, Antonio y Mauricio Abad González; los niños que se criaron entre telas y escaparates. “Mi padre, el más pequeño, empezó a trabajar en la tienda con solo once años. Desde entonces, vivió para esto”, recuerda Ángela. “Se acostaba hablando de la tienda y se levantaba hablando de la tienda”.
En sus mejores tiempos, Almacenes Velasco ocupaba tres plantas de almacén. “Era la tienda entera, de Chapineros a Francos. Toda nuestra familia vivía dentro, incluidos los empleados. Cada verano bajaba uno de La Rioja a trabajar, hasta que se quedaron para siempre. El negocio era y es nuestra vida”.
"Los empleados me han visto nacer"
Ángela entró al negocio cuando terminó la carrera. “Para mi ha sido algo natural heredar este negocio. Desde niña, los empleados nos han visto nacer. Algunos llevaban más de 40 años con nosotros”. La cercanía con el personal y la clientela es parte esencial de su identidad. “Aquí aún se llama a los empleados por el apellido, como antes”.
Y como antes, la tienda sigue siendo refugio de costureras, bordadoras y cofrades. “Lo que más se vende es el material para hermandades. La pasión cofrade está muy viva. Lo artesanal, como el crochet y el punto, ha vuelto, pero no como antes, cuando todo el mundo se hacía su ropa”, explica.
Entre flecos, damascos y pedidos a América Latina
Almacenes Velasco ha evolucionado sin perder su esencia. “Hemos diversificado mucho. Aquí puedes comprar desde un botón de diez céntimos hasta una salla para una hermandad que vale diez mil euros”, dice Ángela. “El éxito está en el trato personalizado. Yo no vendo artículos para agregar al carrito. Nuestra web es solo un escaparate, únicamente nos facilita la comunicación para que el cliente sepa lo que tenemos. Mandamos pedidos a Guatemala, Perú… En Latinoamérica no tienen estos productos ni existen tiendas así".
Sevillanos, madrileños, catalanes, turistas nostálgicos y hermandades de toda España acuden buscando lo que ya no se encuentra. “La Catedral de Sevilla nos compra tela de damasco para sus capillas. Incluso muchos bancos, para algunas decoraciones. Y en los pueblos, como Cantillana, Jerez, Bollullos, seguimos muy presentes”.
Entre sus clientas, se cuentan bordadoras como Elena Bernal o Fabiola Martínez. “Nos encargan mantones impresionantes. Aquí nos conocemos todos. Si no nos apoyamos entre nosotros, ¿quién lo va a hacer?”.
Sobrevivir en una calle que ya no es la misma
La historia de Almacenes Velasco también es la historia de la transformación de Sevilla. “Han cerrado muchos comercios de toda la vida. Todos recordamos a Peyré... Todo ha cambiado muchísimo”, lamenta Ángela. “Pero también es bonito que sigamos aquí. Francos y Chapineros aún conservan el alma. Eso no lo ves en otras ciudades”.
El Ayuntamiento incluyó el establecimiento en su listado de comercios emblemáticos. “Los requisitos no son fáciles, y quizás por eso, por ser distintos, nos mantememos”. Según sus cálculos, el 75% de sus clientes son sevillanos. Los turistas, en su mayoría nacionales, entran con fascinación, aunque no siempre entienden lo que están viendo. “Les llama la atención. A veces se llevan un escudo de hermandad sin saber bien para qué sirve. Es una especie de melancolía por lo auténtico”.
El último Velasco
Aunque el apellido se ha ido diluyendo con el tiempo, el espíritu de los fundadores permanece. “Ahora somos Abad, pero yo llevo Velasco en el séptimo apellido. El último Velasco fue mi padre, y vivió para la tienda, y aquí seguimos”. Y seguirán. Porque mientras en Sevilla se borda un escudo, se cose un mantón o se personaliza un traje de flamenca, habrá quien se acerque a esa esquina de Francos y Chapineros para seguir encontrando lo que ya solo existe allí: hilo, tradición y alma.
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