“Llevar sombrero es salud y elegancia”: Cristina Vega mantiene viva la tradición de Maquedano desde 1896
DE SEVILLANAS MANERAS
Este negocio familiar se mantiene fiel a su esencia y sigue atendiendo a sevillanos y turistas gracias a Cristina Vega, quinta heredera de una historia centenaria
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Si las paredes hablaran, las de la Sombrerería Maquedano contarían cinco generaciones de trabajo silencioso, tejidos, clientes fieles y sombreros elegantes. Contarían también cómo ha cambiado la calle Sierpes —antes espina dorsal del comercio tradicional sevillano, hoy escaparate global para turistas y franquicias— y cómo este pequeño rincón ha resistido discretamente todos los giros del tiempo, incluida la pandemia que provocó el Covid.
“Ahora mismo no hay quien reconozca esta calle”, admite Cristina Vega Menéndez tras el mostrador, rodeada de cajas antiguas, estanterías de madera y espejos centenarios. “Pero aquí dentro todo sigue igual”. Y es verdad: contemplar la escalinata de madera, mirar los azulejos originales o tocar el mostrador es como retroceder a 1908, año en que el negocio se instaló en el número 30 de la calle Sierpes. Pero la historia empieza aún antes.
De Cuba a Sierpes, pasando por Almirante Apodaca
La sombrerería se fundó en 1896 por dos sevillanos, Federico Cárdenas y Juan Maquedano, tras un viaje a Cuba. Allí, entre cañas y boinas tropicales, se les encendió la chispa. El negocio comenzó en la calle Almirante Apodaca y en 1908 se trasladó definitivamente a Sierpes, donde sigue abierto con la misma esencia.
Cuando Juan Maquedano —cuyo apellido bautiza a la tienda— falleció sin descendencia, el negocio quedó en manos de Santos Cardoso, bisabuelo de Cristina. Le siguieron su hija (la madre de Cristina) y ahora ella, que lleva más de veinte años al frente. Cinco generaciones si se cuenta desde los fundadores, con un hilo familiar que no ha dejado de hilar sombreros desde hace más de 125 años.
Cristina ha visto cambiar el mundo desde su peculiar trinchera sevillana. “Antes, llevar sombrero era como llevar camisa. Todo el mundo lo usaba”, explica. “Luego dejó de verse. Era como si se asociara a lo antiguo. Pero desde hace unos años ha vuelto con fuerza. Viene mucha gente joven, muchas mujeres. Y también muchos turistas”.
Pérez-Reverte o Jesús Quintero
El producto estrella en verano es el panamá —hilado en paja ecuatoriana moldeada en España o Bélgica— aunque también se venden modelos de papel más económicos. “Lo primero que aporta un sombrero es salud. Luego, elegancia. Siempre vas más vestido con un sombrero”, dice. Su clientela mezcla sevillanos de toda la vida y visitantes de todo el mundo: desde franceses hasta cataríes, pasando por algún que otro famoso como Tita Cervera, Fran Rivera, Pérez-Reverte o Jesús Quintero, que “siempre se llevaba lo más diferente que tuviera”.
El local es en sí mismo una cápsula del tiempo. La barandilla de hierro, los espejos, la distribución, incluso el cartel del exterior. Las cajas apiladas no son para entrega, sino archivo: cada una guarda un modelo distinto. Hay al menos 80 distribuidas por toda la tienda para almacenar cada modelo, confeccionadas con mucho mimo por Miguel, otro gran eje vertebral del negocio.
La tienda no tiene web, pero sí funciona a la perfección a través de una red discreta de ventas por WhatsApp. “Es directo, mando fotos si el cliente ya ha venido a la tienda y luego se decide... Funciona”, explica. Aun así, la venta sigue siendo mayoritariamente física. Lo esencial, como el sombrero o el trato personalizado, es imposible de digitalizar.
Una calle "irreconocible"
El contraste entre el exterior y el interior es parte del encanto. Mientras Sierpes cambia, se masifica y se llena de carteles luminosos, dentro de Maquedano el tiempo parece haberse detenido. “Aquí todo sigue igual. Esto forma parte de mí”, dice Cristina. Y así es: su pausada forma de hablar, de vender, de mantener viva la tienda sin estridencias es también una forma de resistencia tranquila.
La Sevilla que se va desdibujando encuentra aquí un reducto. Un lugar donde los oficios siguen teniendo valor, donde los mostradores de madera aún tienen alma y donde el sombrero no es una excentricidad, sino una declaración de principios. Elegante, útil y con historia. Como la propia esencia de la Sombrerería Maquedano.
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