Radiografía de la calle Sierpes: Los comercios sevillanos centenarios que resisten a franquicias, cierres y traspasos
Apenas unos pocos negocios conservan la esencia sevillana y se mantienen como testigos vivos de la historia y el comercio tradicional
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En plena era del escaparate digital, la calle Sierpes de Sevilla sigue siendo uno de los ejes comerciales más transitados del centro histórico… pero cada vez más irreconocible. De aquel paseo lleno de historia, gremios y tiendas con alma local, en los 385 metros queda apenas un puñado de comercios y lugares que resisten con la persiana abierta y la esencia intacta. Son los últimos guardianes de una calle que ha mudado de piel en las últimas décadas al ritmo de las franquicias y las marcas internacionales.
Confitería La Campana (1885)
Es el buque insignia, cuya razón social realmente está censada en la plaza de la Campana. Fundada en el siglo XIX, esta clásica confitería sevillana no solo sobrevive, sino que mantiene su carácter de referencia social y gastronómica. Su escaparate casi de estilo romántico, con Borja Hernández al frente del negocio, sus bandejas de dulces y su fachada fiel a su estilo fundacional son parte de la estética más sevillana del centro. Sigue siendo punto de encuentro de sevillanos, lugar de paso y curiosidad del turista internacional, y cafetería de referencia para el visitante nacional.
Papelería Ferrer (1856)
Con más de 165 años de historia, es la papelería más antigua de Sevilla. Su rótulo, su mostrador y su interior de madera también evocan otra época. La historia de este negocio centenario comienza con la llegada a Sevilla de un joven matrimonio procedente de la localidad de Capellades (Barcelona) conformado por José Ferrer y Poch y Josefa Vidal y Fragoso. Su idea al llegar a la ciudad hispalense era la de continuar rumbo a Cádiz y desde allí embarcar con destino a América para probar fortuna y empezar una nueva vida en otro continente fabricando papel.
Sombreros Maquedano (1896)
Desde hace más de un siglo, miles de cabezas han pasado por sus manos, pero el alma del negocio sigue intacta. En el número original de la calle Sierpes, Sombrerería Maquedano sigue plantando cara al tiempo con la elegancia que caracteriza a sus productos. Fundada en 1908, es la única sombrerería especializada que queda en Sevilla, un reducto de artesanía y saber hacer que ha sobrevivido a modas, crisis y oleadas de franquicias.
Cuatro generaciones de la familia Maquedano han estado al frente del negocio, manteniendo vivo el arte de moldear fieltros, alas y copas con una precisión que se transmite más por las manos que por los manuales. A sus mostradores acuden tanto sevillanos de siempre como visitantes que, al cruzar su puerta, sienten que han viajado a otra época. Aquí, cada sombrero cuenta una historia, y cada cliente se lleva no solo un complemento, sino un pedazo de tradición con firma propia.
Antonio García (1847)
Desde mediados del siglo XIX, la familia García ha sido sinónimo del buen hacer en el oficio de la sombrerería. El bisabuelo de los actuales propietarios de Antonio García Sombreros-Equitación es quien inaugura esta saga familiar y da nombre al negocio, cuyo origen está en la calle Adriano, pero también cuenta con una tienda en la calle Sierpes, 87.
Café Catunambú (1956)
Con el clásico café en el vaso de cristal, cienes de sevillanos paran a desayunar cada día en un local fundado en los años 50, vinculado a la tostadora de café. Antes, se leía la prensa en papel, y hoy, los trabajadores de la zona consultan las redes y los medios sobre una barra y unas mesas de chapa.
Confitería Ochoa (1910)
Otro clásico del dulce sevillano, donde varias generaciones han acudido de toda la vida a comprar el pavo trufado para Navidad, el rosco de Reyes, las torrijas de Semana Santa (sin adornos ni experimentos con otros sabores), o el típico batido de caramelo cualquier tarde otoño. Puesta en marcha en el año 1910 por Rafael Ochoa Vila, bisabuelo de Alejandra Ochoa, quien hoy regenta el negocio.
El Cronómetro, Enrique Sanchís (1901)
Es otro de los establecimientos más tradicionales de Sevilla. La fachada en referencia obligada de la fisonomía tradicional sevillana. Fundada en 1901 cuenta con una tradición familiar que se remonta a seis generaciones que se fundó en tierras levantinas. En Gandía se encontraba la oficina principal y había una sucursal en Alcoy. El abuelo de los actuales propietarios de El Cronómetro llegó a Sevilla por diversas circunstancias y consiguió uno de los mejores enclaves comerciales de la ciudad, actualmente sede de la relojería.
La familia Sanchís, propietaria de la empresa, se preocupó desde el primer momento de mantener la imagen inicial del local. Desde 1901 la fisonomía del local no ha cambiado demasiado, inicialmente en la fachada solo había un reloj, ahora tiene seis.
Juan Foronda (1923)
En la calle Sierpes número 33 continúa la historia. Casa Foronda es artesanía y elegancia a partes iguales. Su fundador, Juan Foronda Manzanares, nacido en Berceo en 1899, llegó Sevilla con tan solo 14 años para formarse como aprendiz en la fábrica textil ‘Los Caminos’. Aquel primer contacto con los tejidos fue el germen de un oficio que acabaría marcando una época. Tiempo después, se lanzó a emprender junto a un socio, hasta que en 1923 abrió su propio establecimiento, especializado en mantillas y, sobre todo, mantones de Manila, pieza icónica del vestuario andaluz.
Durante más de un siglo, la firma Juan Foronda ha sido sinónimo de tradición, elegancia y artesanía de primer nivel, y hoy, entre escaparates modernos y escaparates clónicos, sigue ofreciendo al mundo el bordado, el encaje y la elegancia atemporal que Sevilla ha sabido conservar, puntada a puntada, como un santuario del textil tradicional sevillano, que abastece a cofradías, novias y artistas flamencas.
Robles Laredo (1954)
En la calle Álvarez Quintero, Juan Robles fundó hace 70 años que Juan Robles su primer establecimiento en el centro de Sevilla, y décadas después sus hijos siguen el legado del cosechero de Villalba del Alcor, que cuenta con numerosos restaurantes de la ciudad, junto a su línea de catering, consolidándose como uno de los buques insignia del oficio hostelero. Haciendo esquina con Sierpes, en la Plaza San Francisco, se encuentra uno de ellos, Robles Laredo.
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