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El legado de un pupitre de los Escolapios

  • Novedad editorial. Luis Navarro y Juan Robles fueron compañeros de colegio. El hijo del primero glosa una taberna de referencia que regentan los hijos del segundo

El legado de un pupitre de los Escolapios

El legado de un pupitre de los Escolapios / D.S.

NUNCA imaginarían aquellos dos chiquillos, compañeros de pupitre en el Colegio de los Escolapios por el que pasaron Cernuda y José María Izquierdo, que sus destinos se iban a entrelazar de manera tan hermosa. Aquellos dos niños estudiantes de Primaria, alumnos de don Secundino, de los padres Gregorio y Bernabé, eran Juan Robles y Luis Navarro García. Los dos nacidos en 1935, el año que el Betis consigue la Liga con el irlandés Patrick O'Connell. Amigos y compañeros en la Sevilla de la posguerra. Don Luis es americanista y tiene una glorieta con su nombre junto al Archivo de Indias. Don Juan se fue la primavera del año 2021 y muy cerca de la antigua Lonja tiene una glorieta oficiosa.

Carlos Navarro Antolín, hijo de Luis Navarro y de María del Pópulo Antolín, ha escrito el libro Juan Robles. La sonrisa del tabernero (Fundación Cajasol). En la presentación, en primera fila, Pedro y Laura Robles Cruzado, los hijos de Juan Robles y de Francisca Cruzado. Un pacto de tinta y palabras entre los vástagos de aquellos dos fieles compañeros de los Escolapios que durante muchos años siguieron manteniendo esa amistad.

El prólogo del libro es de Manuel Marchena. En los días más duros de la pandemia, recién salidos del estado de alarma. Esa calle Álvarez Quintero completamente desierta. Ni un alma desde donde estuvo la librería Antonio Machado a este epicentro culinario que forman Robles, Las Escobas y Casa Gonzalo. Todas las mesas de Robles estaban vacías salvo una. En ella, con la mascarilla en adarga como el Quijote, departían amistosamente Carlos Navarro y Manuel Marchena, con Juan Robles de pie como el tercer hombre de Graham Greene.

Esa calle es la de don Ramón Carande, en cuya casa vivió Juan Robles sus últimos años de vida. La rúbrica de Carande era la primera en un libro de firmas en el que figuran jefes de Estado, estrellas de Hollywood y estrellas del balompié. Y el anónimo sevillano, el género preferido de Robles. Recuerdo aquel día de la primavera de 1985. Don Ramón pasando por la puerta de Robles para que un coche lo recogiera en la calle Alemanes para viajar hasta Oviedo a recibir el premio Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales. Carande siempre le profesó un temor atávico a los aviones. En sus libros se viaja más en diligencia. Al Carlos V y sus banqueros del historiador palentino, los hijos de Robles le añaden Felipe VI y sus taberneros. La palabra imperio es la que más aparece en el libro después de Paquita.

No es fe de erratas. En la página 34 del libro de Carlos se habla de endivias y en la 40 de envidias. De las primeras fue pionero en usarlas como condimento culinario. De las segundas siempre permaneció ajeno como sujeto, no tanto como objeto de quienes soñaban con arrebatarle el cetro de esa hegemonía natural. Sevillano de Villalba del Alcor, muy cerquita de la Manzanilla de los Perejil, Pepe y Álvaro, que estuvo en la presentación. Ya hay una cuarta generación en línea de salida. Cuando corrí la Nocturna del Guadalquivir en 2019, mientras me recuperaba oí por megafonía el nombre del segundo clasificado: Juan Robles. El atleta es hijo de Pedro Robles y está trabajando en Catar.

En el prólogo, Marchena usa la palabra epifanía. Tuve la suerte de estar rodeado en la presentación de tres Reyes: la tabernera Reyes Morales, la pintora Reyes de la Lastra y uno de sus modelos, el catedrático de Literatura y académico Rogelio Reyes. Morales y de la Lastra viven en puntos equidistantes de Robles: una al norte de Alemanes, en Mateos Gago; la otra al sur, en García de Vinuesa. Los dos amigos que departían en la calle solitaria de un mundo asustado forman parte de la tertulia El Colmillito que se reúne en Robles.

Acompañé a Paco Robles por la calle Sierpes a la presentación del libro de su "tío" Juan. Recordamos aquella presentación en el invierno de 2001 en Robles Aljarafe del Diccionario de Fútbol que hicimos con José Antonio Garmendia y José Antonio Francés con el editor Antonio González, de Signatura Ediciones, dibujos de Javier García, prólogo de Carlos Herrera, que lo presentó, y epílogo de Fernando Iwasaki. Juan Robles no creía en el efecto narcisista y paralizante de la dualidad sevillana. Bético desde niño, llevó sus platos a los éxitos sevillistas en Eindhoven, Turín o Glasgow. Igual que en fútbol era en política. El consenso era una de sus especialidades, en tapa y en ración.

Juan Robles murió el mismo día que Chus Cantero, nombre fundamental en la cultura sevillana y andaluza. Un mostrador no deja de ser un escenario con el público delante. Juan Robles no necesitó de ningún método Stanislavski para llenar de humanidad las obras que representaba todos los días, con éxito de crítica y público. Como su compañero de pupitre, nacieron el mismo año que la actriz María Galiana y la americanista Enriqueta Vila. La ciudad cojearía sin estos gigantes. Steven Spielberg perdió la oportunidad de hacer una película con Concha Velasco y mira que la tuvo cerca. De la dura posguerra al esplendor de la Expo, cuando fueron juntos los dos amigos capicúas, Juan Robles y Rafael Juliá. JR y RJ.

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