Tribuna

Movilidad sostenible, clave de la Sevilla metropolitana

Necesitamos medidas de implantación rápida y alto impacto social: tranvías, autobuses de tránsito rápido (BRT), Cercanías, transporte eléctrico, vías peatonales, carril bici y movilidad compartida

El Tranvibús por Kansas City, un Bus de Tránsito Rápido (BTR o BRT) al que le falta por ahora la prioridad semafórica.
Juan Carlos Muñoz
Luis Morales Carballo
- Biólogo, socio de A Contramano, Ándalus, Red Sevilla por el Clima e Iniciativa Sevilla Abierta

Estamos en un momento decisivo. Crisis climática, desigualdad urbana y ausencia de un sistema de transporte metropolitano eficiente obligan a repensar nuestra manera de movernos y de habitar el territorio. Debemos definir qué modelo de área metropolitana queremos para las próximas décadas. Hace unos días, la Escuela Técnica Superior de Arquitectura acogió las I Jornadas Sevilla en Transición: la ecometrópolis que queremos para debatir el futuro de Sevilla como territorio metropolitano. Tuve la oportunidad de participar en la mesa redonda “¿Qué modelo de movilidad necesita la ciudad metropolitana de Sevilla?”, moderada por Ana Sánchez Ameneiro, periodista de este medio.

El debate giró en torno a tres preguntas esenciales: por qué necesitamos un modelo de movilidad sostenible y eficiente, cómo podemos lograrlo en un tiempo razonable y qué obstáculos debemos superar.

Un modelo agotado

La movilidad es la columna vertebral de la vida urbana, y el modelo actual está agotado. Genera contaminación y graves efectos sobre la salud pública, desigualdad y dependencia del coche.

Hay una clara dimensión social de la movilidad: cuando está centrada en el coche beneficiamos a quienes pueden costearlo y perjudicamos a otras muchas personas y contextos (mayores, infancia, cuidadoras, migrantes, etc.).

También hay un problema de eficiencia territorial. Durante décadas hemos construido de forma nefasta, extendiendo urbanizaciones, centros comerciales y parques empresariales mal conectados en transporte público colectivo. El resultado: un territorio metropolitano dependiente del coche, con ruido, atascos y menos vida de barrio.

Y, además, un problema de espacio público. Los coches –estacionados o circulando– ocupan entre el 65% y el 80% de todo el espacio público de nuestras ciudades. La mayor parte del tiempo están parados, y cuando los movemos es para recorrer apenas 3 o 5 kilómetros.

Cómo avanzar sin esperar décadas

En Sevilla vamos a invertir 1.300 millones de euros en una nueva línea de metro de 8,9 kilómetros (¡146 millones de euros el kilómetro!) que va a tardar años en entrar en servicio. Las grandes redes de metro del mundo son soluciones del siglo XX. En Sevilla tendríamos que habernos puesto con esto hace 40 o 50 años, no ahora. Para colmo, la mitad de los coches que circulan en Sevilla proceden del resto del área metropolitana y el impacto sobre esta movilidad que tendrán las líneas de metro proyectadas será prácticamente nulo, pues solo quedan por trazar líneas urbanas.

A estas alturas, con la emergencia climática encima, lo que necesitamos son medidas de implantación rápida y alto impacto social: tranvías, autobuses de tránsito rápido (BRT), mejora del Cercanías, intermodalidad real, electrificación del transporte público, calles peatonales y de convivencia, carriles bici y servicios de movilidad compartida.

La proximidad debe ser el motor del cambio. Recuperar la escala humana, con servicios básicos accesibles a pie o en bicicleta en 15 minutos, reduce la necesidad de desplazarse en modos motorizados y mejora la vida cotidiana.

El urbanismo táctico –intervenciones reversibles y de bajo coste– permite ensayar nuevas formas de uso del espacio público, ganar aceras, sombra, bancos, calles escolares o zonas de convivencia. Otra ciudad es posible sin grandes costes ni largos plazos de ejecución.

Y el espacio público debemos reconfigurarlo: primero peatones y bicicletas, después transporte público y resto de servicios de movilidad compartida, y solo en último lugar el automóvil privado. Urge meter más sombra vegetal y mejorar la calidad ambiental del espacio público para que sea posible ir a pie o en bicicleta (asumiendo que también hemos apostado por la proximidad para no tener que ir demasiado lejos).

Barreras u obstáculos

El primero es institucional: el área metropolitana de Sevilla carece de una autoridad única de transportes. Su creación, con competencias claras sobre planificación, tarifas e integración de servicios, es una necesidad inaplazable.

El segundo obstáculo es económico. Se suele decir que “es muy caro” cambiar el modelo, pero el coste de no hacerlo es mucho mayor: contaminación, enfermedades, accidentes, pérdida de productividad. La financiación europea y estatal ya existe; falta ambición y capacidad técnica para aprovecharla.

También hay barreras culturales. Asociamos el coche a comodidad y libertad. Cambiar esa narrativa requiere educación, comunicación y referentes positivos: mostrar que desplazarse a pie, en bici o transporte público no es una renuncia, sino una mejora en la calidad de vida.

Y, por último, las barreras políticas. Cambiar el modelo genera resistencias, pero no son mayoritarias. La ciudadanía apoya las medidas que mejoran el espacio público, siempre que haya diálogo y participación. Lo que hace falta es liderazgo, modelo de ciudad y visión a largo plazo.

Conclusiones

La Sevilla metropolitana del futuro puede ser un territorio donde moverse signifique respirar aire limpio, disfrutar de calles habitables y ganar tiempo para la vida. Apostar por la movilidad sostenible es apostar por una Sevilla más justa y saludable. No es un lujo: es una necesidad urgente, y tenemos los mimbres suficientes para conseguirlo.

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