En la muerte del psiquiatra sevillano Manuel Trujillo
En el atentado a las Torres Gemelas, cerca de su centro de trabajo, asumió la organización de la asistencia a los damnificados, de tal forma que se le conoce también como “el psiquiatra del 11-S”
El pasado jueves 2 de octubre una luz se apagó en el cielo del Puerto de Santa María. Moría repentinamente el psiquiatra sevillano Manuel Trujillo, que conquistó los Estados Unidos, ya que España le venía estrecha. Su carrera allí lo demuestra: tras dos años en el Hospital estatal Mamut de N.Y. pasó al municipal de South Beach, donde fue subdirector y luego director. De allí paso al H. Mount Sinaí, encargado de la división de investigación en psiquiatría... Después, profesor de psiquiatría en la Facultad de Medicina de la Universidad de NY, donde fue director de la U. psiquiátrica del legendario H. Bellevue, el más antiguo del país, donde dirigió programas posgrado, por el que pasaron numerosos psiquiatras españoles en formación.
En el atentado a las Torres Gemelas, cerca de su centro de trabajo, asumió la organización de la asistencia a los damnificados, de tal forma que se le conoce también como “el psiquiatra del 11-S”, experiencia que plasmó en su libro Psicologia para después de una crisis. Y América, agradecida, al comienzo del año 2000, envió a su despacho un sobre oficial que contenía la concesión de la doble nacionalidad, que ni siquiera había solicitado.
Aún lo recuerdo acudiendo a mi despacho en el Servicio nº 2 del H. Psiquiátrico para formarse en la psiquiatría “grave”, que yo amplié para enseñarle también la ambulatoria, en mi servicio de ”Nervios” de la Cruz Roja de Capuchinos. Pronto el maestro se convirtió en amigo y finalmente en discípulo. Pero a pesar de sus 55 años de éxitos en EE UU, el amor a su tierra y sus tradiciones siempre estuvo presente: a veces, si coincidían sus viajes con Semana Santa, en una vespa nos íbamos de cofradías y procuraba también no perderse una Feria. Para su muerte dispuso que sus cenizas fueran enterradas en el cementerio de Sevilla.
Pero estaba claro que el país no podía ofrecerle lo que él necesitaba... y, ya casados, Karim y él, emigraron a Nueva York en 1970, como nuevos pioneros. En la carta de recomendación que le firmé no pude evitar una queja hacia las dificultades que tienen los países con cortos presupuestos para conservar a sus mejores ciudadanos. Porque Manolo poseía una “mente privilegiada”... como privilegiada ha sido su alegría, su afecto y su lealtad generosa. La psiquiatría fue el camino escogido para conocer al ser humano a través del fracaso de su patología... su alienación nos da la llave para conocer y comprender al hombre y su hábitat en el mundo. Por eso, fue un “rastreador” de las claves que en cada ser responden al “qué”, “cómo” “desde cuándo” y “para qué” de su conducta (el ”why”, que es santo y seña del diálogo científico en América)... resultado de una curiosidad infinita y una tenacidad a prueba de fracasos.
Como “psiquiatra investigador” estuvo interesado en todos los aspectos de la especialidad: el tratamiento basado en la reflexión de dos: la psicoterapia (investigó los elementos que la hacen eficaz, y aportó mejoras a la psicoterapia dinámica breve, de Davanloo). Sus últimos trabajos estaban dirigidos a extender los estudios de neuroimagen en la práctica de la psiquiatría para avanzar en el conocimiento de los circuitos cerebrales que intervienen y modulan las distintas funciones psicológicas y sus trastornos... También destacó en la gestión institucional: jefe de la división de psiquiatría en el Hospital de Bellvue, ya comentado en N.Y. antes en South Beach; fundador de la clínica privada de psiquiatría Holliswood, en el estado de NY.
En cuanto “pensador-investigador”, plantea como regla de oro del método científico la medición de los fenómenos, traduciéndolos en datos objetivos, para hacerlos fiables, especialmente meritorio en una ciencia que trabaja en niveles difíciles de verificar con objetividad. Es preciso entonces acudir a sesgos alternativos, y que exigen un “plus” de creatividad al estudioso... Debo ya referirme a su capacidad, casi intuitiva, para la rápida identificación del origen de cualquier problema, que es atribuible a su desarrollada facultad para el análisis... combinándola con la “síntesis” para encontrar esa solución que tenemos delante de nuestros ojos, pero que por su sencillez se nos escapa a los demás.
Terminemos afirmando que todo lo que le hace brillar en esta sociedad, dependiente de la Inteligencia Artificial (con el peligro para el trabajo de “pensar”), es solo calderilla ante la talla humana de nuestro protagonista, que a todos nos deja huérfanos: A sus pacientes, porque no se puede curar si no logramos querer al enfermo, (y él fue un competente terapeuta). A su familia, a la que adoraba, y que le pagó con la misma moneda, a sus amigos, en fin, que nos ha dejado perplejos y desorientados. Esta vez, tu último viaje será el mejor de todos los muchos que hiciste entre España y América. Un abrazo, Manolo. Hasta siempre.
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