El parto que volvió a unir una amistad

El agente que ayudó a dar a luz a una mujer el jueves en el aeropuerto se encontró con que el padre de la criatura era un viejo amigo de la adolescencia.

El agente Samuel Herrojo y José Antonio Puentes, padre de la criatura, se dan la mano en la Jefatura de la Policía Nacional.
Diego J. Geniz

29 de junio 2013 - 05:03

Formaban parte de la misma pandilla en su adolescencia. La última vez que se vieron fue hace dos años, pero el jueves la pequeña Sara quiso que sus destinos quedaran unidos ya para siempre. José Antonio Puentes y Samuel Herrojo son dos de los protagonistas de esta historia que se vivió en la terminal de llegadas del aeropuerto de San Pablo y cuyo relato se ha colado en todos los informativos nacionales.

José Antonio Puentes es conductor de Tussam. El jueves se levantó a las seis de la mañana para comenzar su jornada laboral. Su mujer le pidió que no se marchara. Sentía que el parto estaba cerca. Había salido de cuentas el lunes, por lo que decidieron acudir al Hospital Virgen Macarena. Allí les dijeron que el alumbramiento aún tardaba, por lo que les aconsejaron volver a su hogar, situado en un barrio cercano al aeródromo hispalense.

Así lo hicieron. Una vez fuera recogieron a sus dos hijos -de 3 y 1 año, respectivamente- y al padre de José Antonio Puentes. Cuando la familia se acercaba a la vivienda, la madre sintió contracciones cada vez más fuertes que indicaban la inminencia del parto. En ese momento circulaba a la altura del aeropuerto, por lo que ante la imposibilidad de llegar al Virgen Macarena antes de que diera a luz decidió acudir a San Pablo para que el servicio sanitario que allí se encuentra los atendiera.

Puentes reconoce que el estado de desesperación en el que se hallaba sumido provocó que circulara a 180 kilómetros por hora en el andén de llegadas. Esta velocidad no pasó desapercibida para el policía nacional Samuel Herrojo, que patrullaba a pie la zona. En cuanto el agente se acercó al vehículo reconoció la cara de su conductor: un amigo de la adolescencia que pedía auxilio porque su esposa iba a dar a luz. "Samuel, mi mujer está pariendo", gritaba Puentes. El policía lo constató al momento. La niña ya asomaba la cabeza. Lo primero que hizo fue desalojar el coche de ocupantes y tranquilizar a todos los familiares, especialmente al padre "a punto de sufrir un ataque de nervios".

El Servicio de Emergencias 112 ya había sido alertado por Puentes, por lo que ahora quedaba esperar su llegada. El agente se mantuvo en todo momento en contacto con ellos. Además, los servicios sanitarios del aeropuerto también habían sido alertados, pero ante la situación en la que se encontraba la criatura -el cordón umbilical rodeaba dos veces su cuello- decidió ejercer como "matrón", una labor que acometía por primera vez, ya que sólo había asistido como testigo al parto de uno de sus hijos. Cuando el bebé estaba fuera -siempre atendiendo los consejos telefónicos del 112- le limpió con el jersey del padre las vías respiratorias y le práctico un masaje hasta que rompió a llorar. El reloj no marcaba aún las 12:30 y el andén del aeropuerto, donde instantes antes apenas había gente, se convirtió en pocos minutos en centro de interés para muchos pasajeros que no querían perderse un solo detalle de lo que allí acontecía. Una vez que llegaron los servicios sanitarios ya se le cortó el cordón umbilical a la pequeña Sara -nombre decidido con antelación- y se trasladó tanto a la madre como a la recién nacida al Hospital Virgen Macarena, donde continúan ingresadas fuera de todo peligro.

Mientras que el policía atendía el parto, el padre se hizo cargo de sus hijos, sobre todo del mayor, "que no paraba de llorar al ver el estado en en el que se encontraba la madre". "También estaba bastante asustado por mi padre, un hombre ya bastante mayor que sufre problemas de tensión. En pocos minutos todo se nos volvió en contra, hasta que apareció nuestro ángel, Samuel", relata José Antonio Puentes.

Los minutos vividos por este agente marcan ya su carrera como policía, una trayectoria profesional que comenzó en 2006, cuando fue destinado a Ceuta. Luego lo trasladaron a su tierra natal, Sevilla, para ejercer sus funciones dentro del cuerpo de seguridad en el aeropuerto de San Pablo. "Cuando todo pasó me vino el bajón de adrenalina. Me entraron ganas de llorar. Aún no entiendo cómo fui capaz de controlar mis nervios", relata este policía, que acudió al hospital la misma noche de los hechos para ver cómo se encontraban la madre y la hija.

Después de años perteneciendo al mismo grupo de amigos pocas son las ocasiones en las que José Antonio y Samuel habían vuelto a compartir momentos juntos. La última fue hace dos años, en una boda. "Ni siquiera sabía que Samuel era policía", señala el padre de la criatura, quien recordaba cuando quedaban en la Avenida de Miraflores, "el barrio de la pandilla".

Han tenido que pasar muchos años para que vuelvan a coincidir. En unas circunstancias que ninguno de ellos hubiera imaginado. "Al bautizo están invitados", asegura Puentes, al que le cuesta seguir hablando cuando escucha las palabras de quien "salvó" a su nueva hija. "No he podido conciliar el sueño. Lo vivido me hace sentirme aún más orgulloso de ser policía", afirma Samuel. Frases entrecortadas. Lágrimas en los ojos de dos hombres. Miradas cómplices. La pequeña Sara sólo cuenta con horas de vida y ya ha logrado unir a dos viejos amigos.

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