Ese personaje singular

XIII Premio Manuel Clavero

Alfonso Guerra.
Alfonso Guerra.

13 de julio 2025 - 03:00

ALFONSO Guerra y Santiago Carrillo atesoran el pesado honor de haber sido protagonistas principales de dos textos vitriólicos firmados por Federico Sánchez, alias clandestino y literario de Jorge Semprún, ex ministro de Cultura, en cuyas memorias deja patente algo más que una obsesión dañina por dos figuras sin las que la Transición española no se entendería. Carrillo aportó a la conciliación de los españoles tanto como el rey Juan Carlos, y Guerra fue el mejor estratega que tuvo ese nuevo PSOEque dejó atrás las cortinas polvorientas de Rodolfo Llopis. Estratega y hombre de Estado, pues fue él y Fernando Abril Martorell quienes en las cenas del restaurante José Luis –comían poco– desbloquearon la Constitución, que es en esencia un tratado de paz entre españoles.

A Semprún no le gustaba de Alfonso ni las gafas de pasta ni su cara chupada ni su acento sevillano, ni la Quinta de Malher ni una estética pulcra que se alejaba tanto del torpe aliño indumentario de su maestro Antonio Machado; en definitiva, Guerra era, según el altivo aristócrata francés, un populista de izquierdas agazapado bajo un personaje teatral construido por él mismo.

La coherencia con la que Guerra se ha empleado a lo largo de su vida ha demostrado o que Semprún erró de modo malicioso, como lo hizo con Carrillo, o que en efecto Alfonso es un actor que siempre ha interpretado un mismo papel en su vida pública y en la privada. Y es que se puede ser un implacable organizador de partido y un humanista machadiano, un despiadado crítico –de los de entonces, claro– y un hombre sensible.

Alfonso Guerra estuvo visitando a Adolfo Suárez en su domicilio cuando el ex presidente comenzó a extraviar la memoria como tránsito intermedio a su muerte; ha restablecido la amistad con aquellos que en su día le desafiaron y protagonizaron sonadas divisiones en el PSOE de Andalucía, y le he escuchado interesarse por antiguos compañeros que de un modo u otro desaparecieron con dolor de su esfera de influencia.

No hay impostura en Guerra, es culto, es machadiano, es sensible, es de izquierdas y es hombre de Estado, lo que no borra sus enormes actitudes para el teatro, de lo que daba cuenta en unos mítines que han pasado a la historia de la verdadera comunicación política.

Cuando a Guerra le borraron de los actos del 40º aniversario de la primera victoria socialista, la de 1982, Felipe González se lamentó en Sevilla de que en su mano, en su mano derecha, le faltaba aquel que le levantó el puño aquella noche exitosa en el balcón del Palace, “ese singular personaje” llamado Alfonso Guerra.

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