Califico como Plaza de las Herrerías al espacio presidido por la Torre de la Plata, situado entre un ángulo de la muralla almohade y la trasera del Horno Real de la Casa de la Moneda y que hoy sigue parcialmente privatizado por un aparcamiento de vehículos.
No han sido muy afortunados estos terrenos en los últimos tiempos. Si bien tras la conquista castellana el recinto se dedica a Cárcel para Caballeros, fundamentalmente en la parte edificada, el resto, o sea el espacio que nos ocupa, se dedicó a huertas y naranjales. Así continuaba, como cárcel y huerta, casi tres siglos después de la Conquista, según lo describe Luis de Peraza en 1530: “Hay junto a esta plaza una huerta llena de árboles, con una calle de ellos, hecha a un lado, donde los caballeros toman placer jugando a los bolos, sentándose a ver las flores y los árboles frutos que les den placer”.
Y así continuará, aunque en 1585 Felipe II ordena la implantación en este recinto cerrado de la Real Casa de la Moneda, levantada sobre la zona ya construida, respetando estas huertas y espacios libres. Ante una propuesta posterior de edificar esta zona ajardinada, el monarca se opone y dispone que “se hagan jardines para recreación” de los que allí trabajan.
Con el cambio de siglo y de soberano se inician las desdichas para tan privilegiado enclave. A comienzos del XVII se edifica un corral para alquilar a los herreros que trabajaban en las cercanas Herrerías Reales. En 1931, José Espiau levanta un edificio de viviendas y aparcamientos conocido como Garaje Torre del Oro que es demolido en 1985 para dedicarlo a plaza pública. Se urbanizó la zona extramuros (hoy plaza José María del Rey) y quedó sin hacer lo propio con la zona intramuros que nos ocupa.
Un aparcamiento
El resto es historia tan reciente como conocida. El amplio espacio libre se dedica a aparcamiento, pese al evidente valor patrimonial que atesora, degradándolo hasta tal punto que es denunciado por Icomos, organismo asesor de la Unesco, que exige al Ayuntamiento la eliminación del aparcamiento y la adecuación del espacio para el disfrute y contemplación de los bienes patrimoniales que lo componen: la muralla almohade, la Torre de la Plata, las Hornazas Reales del siglo XVI y el Horno Real del XVIII. Durante más de 30 años, este espacio, antes libre y unitario, se fragmentó con una valla separando el parking, mientras que en el resto siguen aparcando vecinos y trabajadores.
La actual corporación municipal afrontó el problema convocando un concurso público que se falló en enero de este año. Resultó ganador un equipo de arquitectos sevillanos. El proyecto contempla un espacio libre único, ajardinado, cien por cien peatonal, y así deberá llevarse a cabo. Las bases del concurso establecían una serie de documentos técnicos sucesivos y sus plazos de presentación. El que ahora corresponde y se ha presentado es el denominado “Elaboración de estudios técnicos previos” . Éste es un documento esencialmente técnico con una serie de requerimientos muy precisos. En ningún momento se plantea la posibilidad de modificar la solución elegida.
Sin embargo, en el documento de “Estudios Técnicos” que ha presentado el equipo ganador se ha incluido, por exigencia de la Gerencia, un párrafo que altera significativamente el proyecto ganador: “Seguridad del espacio público. Conforme a las directrices marcadas por la Gerencia, será necesario instalar un sistema perimetral de cierre hacia la calle Profesor Morales Padrón con el fin de garantizar el control y protección del espacio durante las horas en que el Ciras no esté en funcionamiento”.
La imposición de la Gerencia
Esta novedosa imposición de la Gerencia es inadmisible por varias razones. En primer lugar, este proyecto es el resultado de un concurso público y esto supone el cumplimiento estricto de las bases del concurso, bases que fueron aprobadas, publicadas y conocidas por todos. De acuerdo con esas bases se presentaron varias propuestas y se ha elegido la ganadora. No es admisible por tanto que ahora, de modo unilateral y sin publicidad alguna, se obligue a modificarlo imponiendo por parte de la Gerencia de Urbanismo la fragmentación y privatización de un espacio que estaba llamado a ser no solo una plaza pública, sino tal vez una de las más monumentales de la ciudad, por los elementos que la componen, mediante la implantación de una valla de un extremo al otro de 70 metros de longitud. O sea, mantener el efecto jaula actual, solo que sin automóviles en su interior.
Las bases eran muy claras en este sentido: “La propuesta pretende, fundamentalmente, rehacer o recomponer la manzana histórica partiendo de dos elementos compositivos básicos, el vacío como expresión del espacio público por excelencia y el lleno representado por los restos defensivos de la muralla islámica y los edificios históricos existentes”.
El proyecto ganador, con muy buen criterio, incorporaba la calle Profesor Morales Padrón al espacio de la plaza y eliminaba el acceso rodado desde la calle Santander, lo que permitiría peatonalizar y ajardinar todo el recinto. Mantener un cerramiento como el actual impediría no solo su peatonalización, sino también la libre, directa y pública contemplación y disfrute ciudadano de buena parte de su patrimonio monumental, objetivo principal de toda esta actuación y que además fue una de las principales recomendaciones de Icomos en su informe de mayo de 2022.
Limitación del acceso
Pero es que no sólo se fragmenta el espacio libre, sino que se limita su acceso y disfrute a los horarios y días que esté en funcionamiento el futuro centro de interpretación de las murallas, lo que convertirá la prometida plaza en una especie de patio interior de este edificio, sólo accesible desde él. O sea, es como si “para garantizar el control y protección del espacio” de, por poner un ejemplo, la Plaza del Museo, debiéramos vallarla y acceder desde el Bellas Artes. O como desgraciadamente todavía sucede con el Patio de los Naranjos de la Catedral. Si, no obstante, se considera tan imperativo “el control y protección del espacio”, bien podría resolverse con elementos menos agresivos, como unas cancelas en los accesos por las calles Santander y Matienzo.
La Plaza de las Herrerías debe ser libre y pública e incorporarse a la red de plazas y espacios públicos de la ciudad para el disfrute de los sevillanos y la contemplación de su patrimonio.