Por los cuatro puntos cardinales

calle rioja

Caminos. Cernuda murió el mismo año 1963 en que aparece 'Rayuela' de Cortázar. Dos patronos culturales sobre los que se desliza la medición del tiempo en la infancia.

Francisco Correal

20 de septiembre 2013 - 01:00

LOS encuentros casuales no tienen nada de casuales. Lo dice Cortázar en el comienzo de Rayuela, novela que se ha adelantado en sus bodas de oro al centenario de su autor, nacido en 1914. La muerte del argentino le impidió llegar a ver la cuidada edición que hizo Andrés Amorós, que se había citado con él en París y sólo llegó para asistir a su entierro el día de los Enamorados de 1984. Réquiem por la Maga y los realismos mágicos.

Casi todos los encuentros son causales. La rutina es el nombre vergonzante que le damos a la felicidad. Tiene muy mala prensa y peor literatura, en beneficio de la aventura, cuando en realidad lo que buscan los aventureros es la rutina perfecta. La pica en Flandes para que quienes vengan detrás repitan una y otra vez la liturgia de que todo está en su sitio. Procesión de niños camino del colegio. Padres y madres se turnan. Un día le toca a Elena, otro a Jorge. Un día a Eloy, otro a Alicia. Mi hijo ya se habitúa a la repetición de rostros y escenas.

En una de las mesas de la Norte Andaluza siempre está la mujer lectora. Se los lee con fruición. Primero comparte el desayuno con unas amigas y después, con la bendita soledad, se deja llevar por el separapáginas. Ahora está con el último de Julia Navarro. Bullicio de hombres en la mesa de al lado. Falta Guillermo de la Rosa, el Negro, porque los jueves vende abalorios y libros en el mercadillo del Jueves. Ya vendrá con su bicicleta. Amigo de Rafa Gordillo en los años del Polígono, tiene dos gemelas, una bética y otra sevillista.

En la esquina el chófer espera a la consejera que cambió de cartera pero no de donuts. Lolo Milanés viene de hacer ejercicio con su perro Hippy. No hay carril-bici en Lumbreras, pero las bicicletas se cruzan junto al antiguo corral de los Chícharos. Si a María le gusta que suenen, para qué quiere engrasar los pedales de su bicicleta. Turno del café de los policías. Abundan los italianos por la Alameda. Antonio, en el bar Aguilar, sabe que piccola significa pequeña cerveza y Piccolo pequeño gran teatro.

Obreros de la empresa Arahalense le abren las tripas a Lumbreras y Santa Clara, donde nació el poeta Rafael Montesinos. La calle Arte de la Seda evoca viajes legendarios. Aquí los abuelos llevan a sus nietos al colegio. Rosario ha vuelto al barrio desde Cádiz, pero ya no están en la calle Becas ni los príncipes de Asturias ni las santas de Zurbarán.

La rutina es una señora muy bien educada y diligente a la que le salen competidores en las librerías y en las filmotecas: unos le llaman desasosiego, otros desencanto para despedir a Juan Luis Panero, que pasó por La Carbonería en el encuentro casi asambleario de poetas en el que brillaba José Agustín Goytisolo, que se puso a hablar conmigo de fútbol y cuando le cedí el testigo a Juan José Téllez, el actual director del CAL, Manuel no te arrimes a la pared, debió pensar que el autor de Palabras para Julia hablaba en esperanto.

De nueve a dos en el colegio. Una peoná. Han cambiado los parroquianos de las mesas. Los amigos de Guillermo se han disuelto civilizadamente. El aperitivo le toma el relevo a los desayunos y la señora lectora se evapora en el fragor de las páginas del best-seller. No hay agente literario más eficaz que un lector en la terraza de un bar donde el camarero está leyendo el As con avidez.

Las cosas están en su sitio a las nueve menos cuarto de la mañana. El cuarto de hora es una bendita fracción del cuarto de siglo. Cernuda, de quien mañana se cumple un nuevo aniversario de su nacimiento -se murió el año que salió Rayuela- poetizó el tiempo de la infancia, que obedece a otros cánones. Nabokov nos enseñaba en Habla, Memoria a no meterle jamás prisa a un niño. Los novelistas en boga se van a disputar a la señora lectora. Javier Marías con manteca colorá, Eduardo Mendoza con foie-gras, Belén Gopegui con sobrasada.

La terraza de la Norte Andaluza abre la Alameda sur, Torneo con Feria. Confín de benditas rutinas, cruce de caminos fronterizo con Badulaque, La Piola y el Corral de Esquivel. Ecos de Manolo Caracol en este magma rectangular por el que a las nueve menos cuarto pasan chiquillos por los cuatro puntos cardinales. Aquí están la Norte y el Sur hermanados. Al Este y el Oeste ya los fundió Karl May inventándose un Far West en la Alemania Oriental. Honores para el apache Winnetou y Old Shatterhand.

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