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Sevilla

Un rincón revalorizado

  • La nueva terraza de la Campana se encuentra en un recoveco que se ha convertido en reclamo hostelero con la apertura del Cateca

Hasta hace no más de seis años se trataba de un recoveco oscuro y maloliente. Vía alternativa y rápida para buscar un atajo en los días de la Semana Santa. Urinario de viandantes con nocturnidad y alevosía. Hoy, sin embargo, se ha convertido en uno de los rincones con mayor reclamo ciudadano de Sevilla. Raro es el día en que este tramo de la calle Santa María de Gracia no se encuentre atestado de público. Y todo por obra y gracia de un bar, el de Manolo Cateca (antigua La Goleta), que a diario concita a numerosos sevillanos que acuden a probar su variada carta de vinos y sus tradicionales tapas.

De la nada al todo. Así podía titularse el cambio de un enclave donde la confitería La Campana coloca ahora su terraza de veladores. Hasta hace bien poco estas sillas y mesas pertenecían al restaurante La Reja, que cerró sus puertas poco después de que acabara el régimen de renta antigua del local que tenía allí alquilado. Fue un mesón de referencia en pleno centro. De aquello sólo queda el recuerdo y los veladores que explota actualmente la confitería. Muchos de los clientes que acudían a diario al restaurante han buscado refugio en el Cateca.

Hasta hace pocos años era un atajo en los días de Semana Santa y urinario al aire libre

El trasiego de personas es continuo. De noche y de día. Y de todas las edades. Frente a unos clientes que refrescan el gaznate y llenan el estómago a pie parado, se encuentran los clientes de La Campana: sentados en mesa y con servicio de camarero. Dos modalidades bien distintas de la hostelería en pocos metros.

La famosa cafetería cuenta con una terraza en la calle Rafael Padura, a la espalda de la Papelería Ferrer. Son diez mesas las que la conforman. Este servicio ha convertido en habitual la presencia de camareros -con bandeja en mano, chalequillo de rayas y pajarita- desde la esquina de la Campana. Un recorrido en el que han de esquivar a turistas despistados y algún que otro niño que se ha soltado de la mano de los padres. En estas mesas abundan, precisamente, los visitantes que vienen a Sevilla. En muchas de la guías se hace referencia de esta cafetería histórica. En la mayoría de ellas se mantiene la foto tradicional de la fachada de este establecimiento con sus veladores delante, una imagen que se perdió hace unos meses, después de que Urbanismo eliminara las terrazas de este enclave.

La pérdida, sin embargo, no le ha restado clientela. A la una de la tarde de ayer, 7 de agosto, de las diez mesas disponibles, ocho estaban ocupadas. La mayor parte por turistas y otras dos por clientes autóctonos, entre ellos, personas de cierta edad que consumían medias noches, tónica y Bitter Kas. En los turistas, sin embargo, la consumición resultaba de lo más dispar. Había quien a esa hora se tomaba un último café y otros que hacían un almuerzo conforme a los hábitos horarios de la mayor parte de Europa.

La presencia de este público era reposada. Y larga. Hacían una parada para contemplar el trasiego de la calle Sierpes. El ir y venir de gente en una jornada laborable de agosto, cuando la afluencia de público al centro de Sevilla baja considerablemente.

A pocos metros, en el Cateca, ya se percibía el olor a sopa de tomate y a huevos a la flamenca. Platos que degustaban, por recomendación, dos parejas de turistas. Fuera del pequeño bar, varios grupos de sevillanos bebían cerveza y vino. Se iban unos y venían otros. Una clientela que nunca falta en este cruce de calles que hasta hace poco era preso de las sombras y de los orines. Una trasera revalorizada.

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