El siglo XXI en primera persona

Calle Rioja

Diálogos. Una bota de futbolista se cuela en la vida de un presbítero. Un alumno comparte librería con su profesor. Un prócer de la ciudad aparece en una foto con Franco y con un comunista

Varios libros adquiridos en la librería de Ignacio Sánchez Meléndez, que se acaba de jubilar. / M.G.

Esta crónica es un tributo a Ignacio Sánchez Meléndez en su jubilación como librero de viejo. Cuando uno se corta la coleta como librero de viejo se convierte en algo completamente nuevo. He frecuentado mucho su librería. La última adquisición que hice en su establecimiento fue una edición de ‘El siglo XI en primera persona’, del arabista Emilio García Gómez, al que sustituyó Rafael Valencia al frente del Instituto Español de Bagdad en los primeros años ochenta. También conseguí en su librería de los Terceros, con los buenos oficios de su hijo Ignacio, que le sucederá como nuevo librero de viejo, un ejemplar de la excelente biografía de Eugenia de Montijo escrita por el historiador Jean des Cars. La granadina que fue emperatriz de los franceses al casarse con Napoleón III hasta que el Imperio saltó por los aires como saltan por los aires las cosas en Francia. Lo leí en plena pandemia y anoté al final: “Finalizado el 13 de julio de 2020, cien años y dos días después de la muerte de Eugenia de Montijo, que viajó a Sudáfrica buscando el lugar donde su hijo, el inédito Napoleón IV, murió defendiendo al ejército británico contra los zulúes”.

Me emociona leer en la entrevista que le ha hecho Luis Sánchez-Moliní que su modelo en el gremio fue el gran Luis Andújar, el anticuario de libros que regentaba la librería El Desván en la calle Pedro Niño donde un tiempo residió Jean-Paul Goujon, ese francés de Burdeos que se hizo sevillano y que ganó un premio Goncourt con su biografía de Pierre Louÿs, el autor de ‘Bilitis’ y ‘Afrodita’. Luis Andújar llevaba sus incunables al Jueves en su puesto de Montesión. Siempre le ha gustado el turismo de cruceros para liberar a su mujer de las tareas domésticas. En El Desván presenté mi libro ‘Plumillas y foteros’. Entre el público, Francisco García Tortosa, el murciano que tradujo el ‘Ulises’ de Joyce en cuya última página sale la Algeciras natal de Ignacio Sánchez Meléndez, descendente apócrifo de los Ojos Verdes del maestro Salvador Valverde. Pepe Rubianes hizo un monólogo insuperable entre las tapas del bar Victoria, en la plaza del Duque, en los tiempos de aquel gran camarero que era Pinto. Se iban los clientes, cerraban el bar y se formaba la torre de babel de solomillos, aliños y fritangas. Algo parecido debe ocurrir entre los libros. A veces los personajes y las historias salen de uno a otro como si viajaran en lianas de Tarzán. He aquí un modesto inventario de estos saltos de trampolín a veces totalmente transversales.

Alejandro Rojas-Marcos sale en sendas fotografías en las Memorias de Utrera Molina y en las de Eduardo Saborido. En las primeras, tituladas ‘Memorias de un gobernador civil’ (estudio y notas de Julio Ponce Alberca) aparece en el Ayuntamiento en una imagen de 1967 separado dos cuerpos de Francisco Franco cuando el que fue alcalde de Sevilla era concejal por el tercio familiar. La otra fecha es capicúa, 20 de febrero de 1976, Casino de la Exposición, Rojas-Marcos junto a militantes comunistas como Manuel Benítez Rufo o el propio Saborido. En ambas Memorias la fecha del 20 de diciembre de 1973 ocupa un lugar relevante. Fue el día del atentado de Eta contra Carrero Blanco. En las Memorias de Utrera Molina, ese asesinato frustró una reunión del almirante de Santoña con la delegación sevillana que presentaba su proyecto de Canal Sevilla-Bonanza. En el caso de Saborido, fue la fecha en la que se iniciaba el Proceso 1001 contra diez dirigentes de Comisiones Obreras.

Tiene su lógica que al final de la presentación de su libro ‘A pie cambiado’, a Miguel Pardeza (La Palma del Condado, 1965), único futbolista andaluz de la Quinta del Buitre, le regalaran un par de borceguíes. ‘Las botas’ es el título del primero de sus textos, una elegía al utillero en un libro en cuyo índice onomástico no aparece Valdano pero sí Van Gaal. En 1893 el Ayuntamiento de Sevilla aprobó que la calle Borceguinería, el mirador de la Giralda más fotografiado por los turistas, pasara a llamarse Mateos Gago en reconocimiento al presbítero y catedrático nacido en Grazalema que asistió en una Roma convulsa al Concilio Vaticano I. Es el personaje central de la novela o biografía novelada ‘La Gloriosa Revolución del Asco’ que Rafael Raya Rasero ha escrito sobre la revolución española que más nombres ha tenido. Borceguíes en la calle Borceguinería. Dicen que es la calle en la que se partió la columna que Pedro I el Cruel (o el Justiciero) quería llevar al Alcázar. Una columna que se perdió. Las otras dos están en la Alameda.

Hay nexos curiosos, hilos de aprendizaje. Terminé casi a la par dos libros, ‘Señoritos, viajeros y periodistas’ (Miradas sobre la Andalucía del siglo XX), de Javier Aristu, y ‘El niño del callejón’, de Francisco Robles. El primero, con prólogo de Antonio Muñoz Molina, lo completó su autor con sus últimos hálitos de vida, ayudado en la tarea por sus hijos Ana y Carlos, actual secretario general de Comisiones Obreras en Sevilla.

El segundo es el caso contrario: es lo primero que escribe Robles después de haber entrevistado a la muerte sin faltas de ortografía. Al niño del callejón, novela autobiográfica, le emocionó esta coincidencia de lecturas porque Robles fue alumno de Aristu y guarda de su magisterio y de su personalidad un recuerdo imborrable.

Diálogos imaginados entre libros, como un Jumanji literario. Hemos conocido con muy poca diferencia de fechas las noticias del premio Princesa de Asturias para el profesor italiano Nuccio Ordine y de su repentino fallecimiento que convertirá ese galardón en un reconocimiento póstumo. En su libro ‘Los hombres no son islas’, en su viaje al infierno de Dante habla del padrino y la madrina del prodigio de leer, “lo han enseñado, en contextos muy diferentes, don Quijote (ávido lector de libros de caballería) y madame Bovary (enamorada de los relatos de amor). ¡Buenos o malos lectores, poco importa! Un libro puede cambiar la vida”.

El libro es maravilloso. Un solo pero: del medio centenar largo de sinopsis literarias, aunque el idioma está muy bien representado (Rulfo, Borges) sólo hay un libro de autor español: la ‘Brevísima relación de la destrucción de las Indias’ de Bartolomé de las Casas. La teoría de la relatividad de la leyenda negra. Ni una parada en los místicos, el Renacimiento, la Ilustración, el 98 o el 27. Los hombres no son islas. Las penínsulas tampoco.

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