SEVILLA va a ser la primera ciudad del Universo en contar con un tranvía que transite bajo palio en las inmediaciones de su Catedral. Y digo el tranvía y no los paisanos porque, según la Ordenanza de Circulación de Sevilla, la plataforma del tranvía (que es la zona cubierta por los toldos recientemente instalados y convenientemente señalizada por resaltes metálicos) es un zona de “no tránsito” (artículo 41) donde la “prioridad” es del tranvía (artículo 40) y que los peatones sólo podrán atravesar “cerciorándose de que pueden hacerlo sin riesgo ni entorpecimiento indebido” , se entiende que del tranvía. Es decir, que la zona sombreada es precisamente la única zona de la Avenida de la Constitución en la que los peatones no tienen prioridad, ya que el popularmente conocido como carril-bici es, como está profusamente señalado a lo largo de su recorrido, una zona de “tránsito compartido entre peatones y bicicletas” en la que los peatones tienen “prioridad” (artículo 46).
No sabemos a qué obedece tal deseo de dotar de sombra exclusivamente a la zona del tranvía (300.000 euros parece que ha costado la broma). Es posible que en el Ayuntamiento no se fíen del aire acondicionada del tranvía después de haber sustituido las catenarias (soportadas por farolas fernandinas) por baterías alimentadas por supercondensadores, pero esto es sólo una hipótesis. Lo único cierto es que después de haber dotado de sombra a la plataforma del tranvía únicamente, lo más probable es que el transito peatonal por dicha zona se incremente notablemente, con el consiguiente aumento de la siniestralidad peatonal.
Tal vez para no ocupar la zona de prioridad tranviaria sin perjudicar a los sacrosantos veladores, los soportes del entoldado (unos horrendos cubos de hormigón de más de un metro de base) se han colocado directamente sobre el carril-bici, lo que perjudica a los más de 5.000 usuarios (ciclistas y patinadores) que transitan diariamente por él. Hubiera sido más lógico anclar los toldos más cerca de las fachadas y sombrear el conjunto de la avenida, pero eso hubiera implicado perjudicar a los intocables veladores que se extienden inmisericordes por la Avenida.
En resumen, todo un símbolo de la política de movilidad del Ayuntamiento, trufada de operaciones de dudosa utilidad con el objetivo de dar un imagen de fomento de la ciudad sostenible, pero sin abordar los problemas de fondo: la turistificación abusiva del centro histórico y el excesivo predominio del automóvil en el conjunto de la ciudad.
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