Contracrónica: El Sevilla blandió su 'Lobera'

Sevilla - Wolfsburgo

El equipo de Lopetegui recupera sus señas de identidad, con la presión, la intensidad y la emoción por bandera, y se jugará el pase contra el Salzburgo

Lopetegui: "Iremos a Austria con el alma para culminar la machada"

Al Sevilla sólo le vale ganar al Salzburgo para estar en octavos

Ocampos trata de irse de Arnold con Joan Jordán y Lukas Nmecha rodando por los suelos.
Ocampos trata de irse de Arnold con Joan Jordán y Lukas Nmecha rodando por los suelos. / Antonio Pizarro

En el minuto 23, Bono sacó sus manoplas para evitar el único disparo con marchamo de gol del Wolfsburgo, un trallazo de Lukas Nmecha que rebotó en el larguero. San Clemente, cuya festividad se celebró ayer, 23 de noviembre, con la pompa y el rito que Sevilla reclama para el día de su reconquista, se apiadó del meta marroquí. Tal día como ayer, en 1248, Axataf entregó las llaves de la ciudad a Fernando III, de cuyos colores tomó el club de Nervión los de su escudo, donde figura el rey santo junto a San Leandro y San Isidoro. No era día para fallar.

Y no falló. Ese minuto 23 pudo marcar un antes y un después, pero ya había abierto el marcador en el minuto 12, como en un homenaje al estadio que se hizo acreedor de tal dorsal, Joan Jordán. El catalán remató con un cabezazo a bocajarro el perfecto centro de Rakitic –es nuestro estadio, es nuestra ciudad–. El capitán suizo-croata ejerció de tal y fue adalid de un Sevilla que recuperó su esencia para sacar adelante toda una final, por mucho que Lopetegui quisiera rehuir la palabra que definía perfectamente el partido. Era una final y bien que se notó en la tensión que se vivió en el partido.

El escudo de Wolfsburgo, la ciudad del Volkswagen fundada por el régimen nazi en 1938, incluye a un lobo rampante entre las dos torres de un castillo. Pero los lobos sucumbieron a la Lobera de San Fernando el mismo día que Juan Espadas –por última vez, pues dejará el bastón municipal– portó la espada del legendario rey cristiano, una reliquia que es llevada en procesión por el alcalde de la ciudad cada 23 de noviembre. Al rito sociopolítico e histórico, que no se enfaden republicanos y laicistas, respondió el Sevilla exhibiendo el poder de su escudo heráldico.

No era día para fallar. Y no falló el Sevilla. Un Sevilla que en el primer minuto ya había provocado el primer córner. Fue un aviso para estos lobos de la Baja Sajonia. Fue la primera vez que el equipo, esta vez sí, de Lopetegui blandió su Lobera contra los lobos germanos.

Intensidad, presión alta, coberturas de los alas a los laterales, subidas de éstos en cuanto veían el resquicio por donde hendir sus filos... Y los mediocampistas sacando chispas de cada cruce con las huestes sajonas. Con un once que parecía traicionar el ideario del técnico guipuzcoano, que renunció al habitual 9 grandote para ubicar al más ubicuo y dinámico Munir, el Sevilla amenazó desde el inicio a un Wolfsburgo que también se la jugaba. Todos se la juegan en este apretadísimo y sorprendente Grupo G que sólo se definirá en su última jornada. Los cuatro tienen posibilidades de clasificación. Los cuatro pueden quedar fuera de los octavos de final.

El Sevilla se reconquistó a sí mismo el día de la reconquista de la ciudad. Sevilla le prestó su nombre y le dio una afición... Y la grada también empujó en los momentos de tensión, en un vibrante frenesí de emociones y corazones encogidos. El Wolfsburgo amagó más que dio, aunque estopa hubo para todos. El turco Çakir tuvo que afilar su vista para dirimir cada choque y hacer justicia. El partido no bajó en intensidad y el Sevilla blandió su Lobera y estalló de júbilo en el 97 en premio indirecto al tesón de Ocampos. Ahora, en otro día señaladito en el calendario hispalense, queda otra conquista en Austria. Será el día de la Inmaculada...

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