La crónica del Osasuna-Sevilla

Jugar de mentira equivale a esto... (0-0)

Rakitic lanza el penalti que pudo darle el triunfo al Sevilla.

Rakitic lanza el penalti que pudo darle el triunfo al Sevilla. / Imagen SFC

Rejón de castigo para el Sevilla en Pamplona. El equipo de Julen Lopetegui Agote supo esconder la convocatoria, los entrenamientos y mil circunstancias más que rodean a este mundo del fútbol de manera cada vez más absurda, pero no fue capaz de meterle un gol al Osasuna, con más miedos todavía que él, ni siquiera con un lanzamiento desde el punto de penalti en el minuto 93. Rakitic lo lanzó igual de arrugado que había estado todo el equipo y lo paró Herrera. Menuda oportunidad desperdiciada, pero cualquiera que viera todo el partido estará de acuerdo en que el equipo de Julen Lopetegui y de Monchi no hizo absolutamente nada para merecer semejante premio.

Indudablemente, el Sevilla fue en El Sadar la más viva imagen del mundo que lo rodea, de esa enfermedad que lo conduce a jugar mucho más pendiente de las circunstancias que tratan de manejar sin ningún sentido, que de dedicarse a imponer la calidad de sus futbolistas. Porque ésta le sobra para hacerla valer en el campo sin tonterías, sin manejarse entre las adivinanzas absurdas que tanto tiempo le hacen perder, dedicándose a darle confianza a los hombres con los que cuentan para derribar un muro que lo están haciendo cada vez más imposible desde el mismísimo corazón del Ramón Sánchez-Pizjuán.

Porque no se trata de buscar enemigos donde no los hay. Más rotunda que la última circunstancia es imposible. Koundé se anticipa al despeje de Manu Sánchez y éste le golpea en la pierna. Un penalti fruto de las circunstancias, una acción que es complicado apreciar si no es con la ayuda de los monitores. E Iglesias Villanueva le indica a Pizarro Gómez, a cual de los dos más malo, que lo mire, que él aprecia un derribo y sí, lo decretan y es penalti a favor de un Sevilla que había hecho muy poquito por ganar en el minuto 90 y algo ya del partido.

El problema es que la desconfianza es tanta que el entrenador ni siquiera mira, que Rakitic, otras veces muy seguro de sus lanzamientos, parece desencajado a la hora de poner la pelota en el punto de los 11 metros. Disparo a media altura, ideal para que el guardameta se luzca y, zas, el Sevilla regala dos nuevos puntos en esa carrera hacia un imposible llamado Liga. Imposible por sus propios miedos, no porque las circunstancias no se estén dando para que el equipo nervionense la pelee.

Pero es imposible tener una amplitud de miras cuando el Sevilla acude a Pamplona contra un Osasuna que también tiene un buen número de ausencias en su alineación y lo que hace desde el minuto uno es sobar la pelota de un lado a otro sin meterle ni el más mínimo de picante a esa circulación tediosa. Lopetegui, que es verdad que también tiene muchos problemas con los contratiempos, primero de Ocampos en el calentamiento y después de Montiel no más echar a rodar el balón, ha partido con tres centrales con Gudelj, Diego Carlos y Rekik para que Montiel y Acuña ejerzan de carrileros a la altura del centro del campo. Arriba, Óliver Torres es el teórico delantero para que el debutante Martial y el reaparecido En-Nesyri ocupen los costados, que no necesariamente las bandas.

El Sevilla se dedica a tocar y tocar, sin ninguna intención de profundizar, de batir líneas, entre otras cosas porque es imposible si Joan Jordán, Óliver Torres y Rakitic, el sustituto del lesionado Ocampos, la dan siempre para atrás y ni siquiera se plantean darse la vuelta para buscar otra cosa. Se lesiona Montiel y a los 20 minutos cambia Lopetegui y su cuerpo técnico a defensa de cuatro con Gudelj ordenando de nuevo a todos los suyos. Habrá más intentos, Acuña de lateral derecho apenas un par de minutos y otras circunstancias, pero lo único que no cambia jamás es el nulo riesgo de este Sevilla para tratar de llevar la pelota arriba.

Jamás lo intenta, pero jamás es jamás, y lo que sucede es que todo llega al intermedio con cero a cero y quien más lo ha intentado, al menos un poquito, es el Osasuna, que ha obligado al menos a Bono a intervenir con un buen paradón a Moncayola. Bueno, es verdad, Corona, sobre la hora, ha hecho la mejor jugada del primer periodo y Óliver Torres no la llega a rematar en el área pequeña. Tiempo para la reflexión y mucho debe cambiar en las filas sevillistas para tener alguna opción.

No se sabe si sería el plan de viaje, entre otras cosas por el ocultismo, pero antes de la hora sí da un pase adelante Lopetegui. Mete a Koundé y Papu Gómez en el lugar de Gudelj y Óliver Torres y ya empiezan a surgir algunos brotes verdes. En-Nesyri tiene el primer disparo de todo el partido y cuando está solo le pega con la rodilla a vete tú a saber dónde.

El Sevilla sí ha dado un paso adelante con el Papu y Tecatito Corona es quien lo entiende para profundizar de verdad más de una vez, pero no es suficiente y todo se queda en posibilidades inocuas. Después del disparo con la rodilla de En-Nesyri el mexicano llega por habilidad una vez, pero dispara muy alto, después todo lo más que se produce en ataque es un disparo del marroquí interceptado por un defensa y otro de Diego Carlos, de pura desesperación, que se va a las nubes.

Hasta que llega el derribo a Koundé muy del VAR y el Sevilla tiene su gran oportunidad para justificar todas las tonterías que se utilizan en una magnífica plantilla de futbolistas que, a día de hoy, juegan con más respeto que otra cosa. Rakitic no es capaz de transformar el penalti, entre otras cosas porque lo lanza con la misma desconfianza con la que se manejan tanto él como el resto de sus compañeros en todas las circunstancias del juego. Hubiera sido demasiado premio para la idea ultraconservadora de Lopetegui, pero sí, hubiera valido. Aunque con semejante fútbol de mentira lo más normal es que todo acabe cero a cero. Sin más.

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