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El epicentro Monchi: ¿y si abarca más de la cuenta?

Monchi saluda a la afición sevillista al salir de Nervión hacia Heliópolis.

Monchi saluda a la afición sevillista al salir de Nervión hacia Heliópolis. / Juan Carlos Vázquez

En todo terremoto que se produce en el Sevilla, sea cual sea su grado, aparece Monchi en el epicentro. En esta temporada ya ha suscitado polémicas dentro y fuera del estadio Ramón Sánchez-Pizjuán, ha protagonizado distintos gestos que han tenido las más distintas lecturas y la controversia lo acompaña por obra u omisión: si hace o si no hace. Después de la planificación más discutida y decepcionante desde que está al mando de las decisiones técnicas en el Sevilla, allá por el año 2000 cuando lo nombró Roberto Alés secretario técnico, Monchi empieza a dejar ver las grietas de un cargo que concentra más roles de los idóneos.

Es la figura visible más importante del Sevilla, por encima del presidente y del entrenador. Y lo mismo es portavoz del club que pararrayos ante la afición o conexión de la plantilla con el entorno. Y, por supuesto, es el hilo con más carisma que tiene el Sevilla en sus relaciones con la prensa, aunque su figura es mirada con mucho recelo ya desde Madrid y eso también influye en el continuo desgaste que está sufriendo.

El último ejemplo de esto ha sido cómo fue a través de la edición nacional de Cope, o sea, desde Madrid, como se conoció que el Betis casi lo ha declarado persona non grata en la zona noble del Benito Villamarín. No lo quiere en el palco de autoridades la directiva de Ángel Haro, que filtró a esa prensa madrileña su actitud "provocadora" y sus "interacciones" con aficionados béticos de alrededor. Es más, hará lo posible porque no vuelva a bajar al césped.

La figura de Monchi no baja de la palestra, pero esto no es algo nuevo pese a la actual saturación. Se encuentra a gusto bajo la luz de las candilejas, como ya demostró cuando realizó uno de sus sueños, participar en el concurso del Carnaval de Cádiz en el mítico Teatro Falla en el invierno de 2010, meses antes de que el Sevilla ganara la Copa del Rey en el Camp al Atlético de Madrid, su sexto título. Y su labor en el Sevilla va mucho más lejos que el de simple tramoyista. Necesita el calor de los focos y el contacto con lo que él entiende su gente, no sólo su plantilla, sino su afición.

Monchi eleva el puño en señal triunfal mirando hacia la hinchada sevillista, pero con la bética de testigo. Monchi eleva el puño en señal triunfal mirando hacia la hinchada sevillista, pero con la bética de testigo.

Monchi eleva el puño en señal triunfal mirando hacia la hinchada sevillista, pero con la bética de testigo. / Antonio Pizarro

Esta temporada, cuando está viviendo su momento más bajo, no ha renunciado a ese contacto con el público. Lo hizo en Almería, cuando sacó a los jugadores del vestuario para un agasajo colectivo con los sevillistas desplazados. Lo hizo también en Nervión en la despedida de Lopetegui, cuando lo empujó al césped a recibir el aplauso de la afición en la despedida en otro gesto muy controvertido. Y también tras el Sevilla-Rayo, precisamente en su momento más reciente de anticlímax tras la derrota y el paso atrás tras el inicial efecto Sampaoli: se paró cuando dejaba el estadio con su coche a hablar con unos jóvenes hinchas que hasta lo insultaron y le recriminaron su planificación.

Que bajara al césped del Villamarín y cerrara el puño dirigiéndose a los aficionados del Sevilla también ha tenido controversia interna en el sevillismo crítico, que no comparte tener que celebrar un empate con el equipo abajo en la tabla, más allá de las ampollas que siempre levanta en el beticismo, que lo señala como la cabeza visible del club, su santo y seña, por sus indudables éxitos deportivos, con los 10 títulos que lo avalan en este siglo, y también por esa puesta en escena a la que no renuncia.

Cuando presentó a Sampaoli se le preguntó por el gesto en el césped con Lopetegui, destituido antes de recibir al Dortmund. "Voy a seguir bajando al estadio siempre, porque creo que mi forma de entender esto es por el contacto con los jugadores, y con la afición. Al que le guste, gracias. Al que no le guste, pues lo entiendo", replicó.

En el fondo, no ha abandonado ese rol de estrella que acompaña a todo futbolista desde que colgara las botas en el año 2000 para meterse en los despachos. Y una vez en éstos, y con ese aval de los éxitos deportivos, empezó a crecer su figura, hasta agigantarse. Pero este curso no sale de un lío cuando se mete en otro. Quizá esté abarcando demasiado en su afán protector de líder de un colectivo, de adalid del Sevilla...

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