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Con Ocampos se va el corazón del último Sevilla campeón

  • El argentino ponía el contrapunto de necesario vigor y desenfreno en la plantilla de Lopetegui y deja un vacío

Lucas Ocampos besa el trofeo de la Europa League, el 21 de agosto de 2020 en Colonia.

Lucas Ocampos besa el trofeo de la Europa League, el 21 de agosto de 2020 en Colonia. / Friedemann Vogel (Efe)

Si el reconocimiento médico o esos flecos por las variables no lo impiden, Lucas Ocampos pasará a ser historia en el Sevilla. E historia del Sevilla, que no es lo mismo. Respondió el argentino al patrón de fichajes made in Monchi que empezaron a forjar ese Sevilla que tan campeón se ha hecho desde 2006: Andrés Palop, Frédéric Kanouté, Luis Fabiano, Ivan Rakitic, Éver Banega. Profesionales con el duro para cambiarlo, que necesitaban cambiar de aires y llegar a un club que les sacara lo mejor de sí. Hasta tocar plata de la buena. De la que prestigia en Europa y hace, entre otras cosas, que los jugadores sean realmente cotizados en el mercado. Se ha visto con esa llamada desde ese punto del globo de tanta tradición comerciante, la embriagadora Ámsterdam.

No es que Ocampos, a diferencia de Luis Fabiano en el Oporto o Kanouté en el Tottenham, fuera un barco varado en el puerto de Marsella. Pero necesitaba que su sangre hirviendo se desahogara en retos más nobles. Y resulta que su fútbol torrencial fue una bendición, por distinto, en ese cartesiano Sevilla que de la noche a la mañana modeló Julen Lopetegui.

Ocampos fue el corazón que dictaba el pulso del equipo. El que lo aceleraba cuando convenía. El que regateaba contrarios a empellones al tiempo que no regateaba una sola carrera sobre la hierba.El Sevilla siempre necesitó alguien que enarbolara la bandera de la casta y el coraje, que le recordara a los demás que este equipo podrá ganar o perder, como todos, pero que jamás se deja nada por dar. Marcelo Campanal, Enrique Lora, Pablo Blanco lo recitaban en aquellos equipos tan españoles. Y ahora, en días en que cuesta cubrir los cupos de canteranos y hasta de nacionales, en momentos en que ese cromosoma del ardor extremo hay que importarlo, Lucas Ocampos levantó el dedo el primer día para poner el necesario corazón en muchos días señalaítos. Y así hasta hoy.

Su fútbol torrencial degeneró en fútbol atropellado demasiadas veces en las dos últimas temporadas. El purasangre no galopa igual desde el artero pisotón del getafense Djené y le ha llegado el momento de otro cambio de aires. “Es la decisión correcta para mí, mi familia y el club”. Lo dice con el corazón. Ahora, alguien lo tiene que poner en el Sevilla.

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