De exigencias, metas reales y altos sueños

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El Sevilla, con un punto menos que el año pasado en la jornada 23, sigue sacando un margen de 11 sobre el quinto, el verdadero objetivo, en pleno debate sobre el juego y el afán de esconderlo todo

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Monchi y Lopetegui se despiden tras una de sus charlas en la ciudad deportiva.
Monchi y Lopetegui se despiden tras una de sus charlas en la ciudad deportiva. / Antonio Pizarro

La semana se presenta calentita... por factores endógenos y también exógenos. El Sevilla jugará en viernes por primera vez esta Liga y lo hará ante su gente después de que su partido de El Sadar, más que la ocasión desperdiciada con ese penalti que cayó como del cielo en el minuto 92, dejara un reguero de críticas al modelo de juego de Julen Lopetegui. Llega a Nervión, además, un Elche con menos nombre que resultados en los últimos meses, dado que no pierde en la Liga desde diciembre. Y encima el eterno rival está inmerso en las semifinales de la Copa del Rey y juega la ida en Vallecas dos días antes... El cóctel no es el de más grato sabor para el guipuzcoano pese a que en realidad tiene al equipo dentro del objetivo real y además con muchísimo margen.

Así se presenta esta extraña semana en la que el aficionado sevillista acudirá por primera vez en una noche de viernes a Nervión, a partir de las 21:00. Se da una combinación de elemenos, un cúmulo de circunstancias, que da para la reflexión, y también para que el propio club se pregunte qué quiere o qué exige el aficionado sevillista que tan decepcionado se mostró por un empate en Pamplona, un lugar poco propicio históricamente para el Sevilla. Porque, en realidad, puede que unos y otros yerren el tiro en la hipotética dialéctica cruzada entre la defensa de Lopetegui –más que sustentada en los resultados, los logros y los récords históricos– y la exigencia por encima de las posibilidades del club que podría intuirse en el incorfomista hincha sevillista, aunque no parece que vayan por ahí los tiros de éste...

Porque, en realidad, el aficionado protestón, que también los hay complacientes, no está exigiendo que el Sevilla se obligue a luchar por la Liga, sino más bien parecen ir sus críticas a lo de siempre, el juego y el excesivo conservadurismo no sólo en la forma de embocar los partidos: también en las ruedas de prensa, el hermetismo sobre los partes médicos y las convocatorias, la excesiva tensión que transmiten los que mandan en el primer equipo, siempre de la mano de las directrices excesivamente rigoristas de Monchi y Lopetegui, claro.

Las exigencias, de las que siempre ha presumido el club como palanca para crecer, siempre han estado ahí. El equipo de Lopetegui está dentro de los objetivos reales, la clasificación para la Champions y con bastante holgura, con 11 puntos sobre el quinto –aunque el Atlético de Madrid sigue teniendo un partido menos–. Y los más altos sueños siguen ahí, pese a que el Real Madrid se ha ido a seis puntos de distancia. Es decir, todo parece correcto y asimilado por el aficionado contestatario... salvo esas críticas al juego y también a ese riguroso acartonamiento o falta de naturalidad en la forma de expresarse de Lopetegui, tanto en las comunicaciones con la prensa como en la tensa gestualización durante los partidos.

Pero esto último sería muy secundario, anecdótico, si el Sevilla, además de estar sólo un punto por debajo, tras la jornada 23, del que el año pasado logró el récord histórico de los 77 de la Liga, se desarrollase en el campo con menos corsés, con menos rigorismo, con más frescura.

Es difícil en el modelo de Lopetegui, que trata de controlarlo todo igual que su fútbol en una apuesta por la posesión bajo el mínimo riesgo del balón –en El Sadar superó el 75% con sólo dos tiros entre los tres palos, penalti al margen–, aunque esto derive en larguísimas fases con demasiada horizontalidad sin acercamientos mínimamente verticales hacia la portería contraria.

Quizá el tono del debate suba por dos factores: el ascenso obvio de calidad de la plantilla en consonancia al enorme esfuerzo del club y la opción que se le ha presentado al equipo de soltar amarras en pro del sueño, que no objetivo real, de presionar al Real Madrid. El termómetro del sevillismo se verá el viernes ante el Elche, que con Francisco sólo ha perdido tres partidos en 11 dirigidos entre Copa y Liga, en la que no cae desde su visita al Barcelona el 19 de diciembre (3-2). Es decir, se presenta un rival correoso pero sin atractivo emocional y el debate tampoco ayudará si el partido se pone tedioso.

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