Andratx-Sevilla | La crónica

El Sevilla firma el pase más indecoroso

  • El Sevilla necesita de la tanda de penaltis para eliminar a un equipo de aficionados tras perpetrar un deplorable partido en el que su enfermizo fútbol horizontal casi lo descarrila

  • Vídeo resumen del Andratx-Sevilla

Dmitrovic, Gudelj y Joan Jordán consuelan y felicitan a dos jugadores del Antratx.

Dmitrovic, Gudelj y Joan Jordán consuelan y felicitan a dos jugadores del Antratx. / Cati Cladera (Efe)

En Andratx, un bello y opulento enclave de la costa mallorquina, el Sevilla estuvo a punto, a nada, a un suspiro, a lo que se tarda en tirar un penalti, de escribir uno de los capítulos más negros en su ya prolija historia en la Copa. Y no han sido uno ni dos los capítulos que el sevillista prefiere no recordar. Lo saben por Éibar o Isla Cristina. Suena duro al leerlo: el actual segundo clasificado de la Liga no fue capaz de derrotar en 90 minutos a un equipo de aficionados, incluso no fue capaz de crearle apenas peligro en la media hora de tiempo añadido, y tuvo que ser en el séptimo penalti, segundo ya en la muerte súbita, cuando resolvió su pase a dieciseisavos de la Copa.

Marcó Delaney desde los once metros, Gaspar envió por encima del larguero su lanzamiento y Julen Lopetegui, y con él todo el banquillo sevillista, resopló. Antes del danés marcaron en la tanda Rafa Mir y Gudelj los dos primeros penaltis, y como Dmitrovic le había detenido a Lorente el primero de los baleares, parecía que el purgatorio acababa. Pero Óscar Rodríguez, para rematar su divorcio con el sevillismo, envió al poste el tercer lanzamiento y todo volvió a pender de un hilo.

Llamó la atención que el marrón de lanzar el cuarto y el quinto penaltis recayera en los canteranos Iván Romero y Luismi, que lo hicieron perfectamente, por otra parte. Gente de la experiencia del Papu o Delaney, también Montiel, no aparecieron entre los cinco primeros en el papelito. Aunque Gómez y el danés, a la larga, también tuvieron que tragarse el sapo.

El Andratx no es el Córdoba. Es bastante peor que los blanquiverdes. Pero el Sevilla sí volvió a ser el Sevilla de la primera parte en el Nuevo Arcángel. El mismo equipo plano, monocorde, incapaz de intimidar y marcarle la distancia a un rival de cristaleros y electricistas. Y esa tibieza en las formas animó a los baleares a creer en que había una posibilidad de hacer daño. Y de hecho, tuvieron hasta dos bien claras antes del descanso.

La primera fue en el primer saque de esquina que botaron los anfitriones. Fue desde la izquierda y Bonet, que aguardaba junto al primer palo, se encontró con una pelota muy tocada que alcanzó a rematar con la testa. Estaba muy cerca de Dmitrovic, que repelió la pelota para alivio de los blancos (12’).

La segunda ocasión del equipo azul sobrevino ya al final del primer acto, en el minuto 42. Fue un centro desde la izquierda que de repente se convirtió en una estupenda asistencia al único delantero del equipo, Palmer. Quizás por la ansiedad de la oportunidad que le llovió del cielo, saltó antes de tiempo, su timing no fue el mejor, y cuando la pelota le llegó ya estaba bajando y tuvo hasta que agachar la cabeza para conectar el remate. Si hubiera marcado bien los tiempos...

¿Y el Sevilla? ¿Qué hizo hasta entonces por desbrozar el camino y solventar esta segunda ronda? Su bagaje ofensivo invitó al sonrojo. Un cabezazo alto y forzado de Rafa Mir tras un pase en profundidad de Rekik a Idrissi, que actuó, o trató, de extremo izquierdo; a los 22 minutos, una penetración de Juanlu, el canterano que dio descanso a Montiel pensando en las visitas del Atlético y el Barça a Nervión, que el lateral derecho resolvió con un recorte y un zurdazo raso al que respondió el portero Sabater enviando la pelota a córner. Y como tercera y última llegada medio reseñable, un testarazo desviado de Rekik. Paupérrimo lo del actual segundo clasificado de LaLiga ante un equipo de Segunda RFEF.

Julen Lopetegui confió su zona de gestación a Rakitic, Joan Jordán y Óliver Torres. Delaney, teniendo muy en cuenta que Fernando Reges causará baja ante el Atlético por cumplir el ciclo de amarillas, se sentó en el banquillo confiando en lo que no pudo hacer luego, descansar. En principio, Rakitic bajó a incrustarse entre los centrales para iniciar el juego. Buscó abrir el campo en pases a uno y otro costado que resultaron inocuos ante un Andratx colocado y disciplinado.

Las carencias que viene arrastrando el Sevilla en el juego ofensivo fueron aún más evidentes en una caja de cerillas de césped artificial que dificultaba mucho ese juego de lado a lado que defiende Lopetegui. Y como por dentro Óliver la devolvía y no encaraba, y Joan Jordán más de lo mismo, y Munir volvió a naufragar en la derecha como Idrissi por la izquierda, y Augustinsson cada vez destapa más carencias, el drama se cernió y amagó con romper en tragedia de época.

Una única jugada hizo el Sevilla por dentro tratando de combinar en alguna pared. Y los animosos aficionados de azul se abrieron sin remisión para que Rafa Mir fusilara a Sabater con un golpeo fuerte que tampoco es que ajustara la pelota junto al palo (57’).

Parecía que lo más difícil estaba hecho, pero la mandanga también afloró atrás. Llabrés avizó al lanzar una primera falta absurda en el vértice derecho del área de Dmitrovic. Pero Joan Jordán propició una segunda oportunidad al jugador poco después al llegar tarde a tapar un tiro de Vinicius, que no Junior, quien le dio la noche al chaval Juanlu. Esta vez Llabrés ajustó su lanzamiento junto al palo derecho del portero serbio, que había dejado dos hombres en la barrera y ni aun así reaccionó rápido a la dirección del golpeo. Tocó la pelota, pero no lo suficiente.

Luismi animó algo el ataque por la derecha, pero el Papu y Delaney no marcaron la diferencia por dentro, prosiguió el toque inocuo. La noche se pudo solucionar con una penetración de Mir por la derecha. Su centro raso y fuerte fue a Munir, que celebró el gol antes del golpeo y envió el balón al larguero, su especialidad (90’). ¿La prórroga? Ni acoso, ni llegada, ni rebeldía. Fue vergonzoso. Sólo los chavales Luismi e Iván Romero tuvieron fe e intención para salir del embrollo. Si el Sevilla olvida esa prórroga, estará condenado a repetirla.

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