Hoy puede ser un gran día y bien que va a festejarse cuando en las entrañas del Sánchez Pizjuán se proceda a la entrega de los premios periodísticos que el Sevilla tuvo a bien crear hace trece años. Fue en 2009 cuando estos premios eclosionaron gracias a la imaginación de José María del Nido Benavente en plena explosión de aquella vida que empezó una noche de jueves de Feria gracias a la zurda de Antoñito Puerta.

Son trece años de reconocimientos a periodistas que hicieron de la hagiografía un ejercicio de entrega no reñida con la honestidad. Y en este martes 20 de septiembre, festividad por todo el día de San Eustaquio de Roma entre otros, se nos encogerán los adentros cuando el nombre de Javier Mérida salga a la palestra como integrante del rol de homenajeados. Sin duda, ni siquiera a los duros de corazón y cortos de sensibilidad se les atascarán las lágrimas, seguro que no.

Compañero y, sin embargo, amigo desde antes de que este periódico echase a andar, luego fue todo eso consolidándose como vecinos de localidad en la redacción. Erudito y apasionadamente futbolero era complicado rebatirle sus opiniones, pero sin duda alguna discutir con él era de todo menos aburrido. Dogmático desde el conocimiento nunca abandonaba la senda que había tomado en los albores del debate habitualmente con una cerveza como nexo.

Seis años ya desde el diagnóstico cruel, el apartamiento de la luz pública no fue óbice para la discusión epistolar. Ni siquiera la enfermedad le coartó su apasionamiento a la hora de defender causas en las que creía y sigue creyendo. Por todo eso, este 20 de septiembre se agranda y abandonará por un instante la ubicación del ánimo en la media asta de nuestra bandera de amistad y cariño. Va por ti, querido Javier, en la nostalgia de esas cervezas que nos dejamos de tomar.