Al margen del empujoncito en el plano psicológico que siempre da la presencia de un técnico que conoce la casa y la idiosincrasia del club y la ciudad, la aportación de Joaquín Caparrós en este tramo final de Liga en el Sevilla se ha notado en la consolidación del bloque defensivo fundamentalmente. El del utrerano es claramente un Sevilla menos al descubierto que el de Machín, producto de una reestructuración táctica que ha logrado eliminar los espacios que antes aparecían (en los pasillos exteriores a los tres centrales, en la zona del balcón del área...) para que el sistema defensivo sufra menos.
El secreto es tan sencillo como clásico y a la vez lógico. Una menor separación entre líneas, renunciar a la presión adelantada como premisa habitual y tratar de ejercer una defensa con presencia intensiva en la mayor parte posible del terreno de juego. Orientar esa presión a la banda dejando llegar al rival en su salida del balón hasta el centro del campo y a partir de ahí cerrar espacios y generar superioridad numérica sobre el rival en zonas de influencia del balón.
Que significa renunciar a cierta lírica de moda en algunas corrientes futbolísticas y que bajará los índices de posesión... Seguro que sí, pero lo que cuentan son los resultados y, de entrada, el Sevilla ha logrado acabar así con una sangría de goles en contra que era ciertamente peligrosa.
Sin balón
Sólo hay que mirar los dos últimos resultados con Machín (5-2 a la Real y 4-3 en Praga) y los conseguidos con Caparrós (sólo un gol en contra en cuatro partidos) para entender que el sistema defensivo es totalmente distinto.
La defensa en línea de cuatro, junto con la presencia de un ancla por delante como es Gonalons, ha contribuido a cerrarle espacios al rival, que encuentra ahora muchas más dificultades para generar ocasiones. La defensa por acumulación ha logrado mejorar el bloque defensivo. Vigilancias y coberturas toman mayor protagonismo y se reducen las transiciones ataque-defensa. La presión tras pérdida también se intensifica y el equipo bascula colectivamente para robar pegado a la cal cuando se lleva a cabo la orientación correcta. Así, es fácil ver a los diez jugadores de campo cerca del balón sí éste está en banda, las líneas muy juntas y el trabajo colectivo. El riesgo está en que el rival puede atacar el espacio libre restante con un cambio de orientación.
Con balón
Esa misma presencia intensiva quiere protagonizar también, en la medida de lo posible, los ataques aunque todo gira más en torno a confiar en la calidad individual de los jugadores que se sitúan del centro del campo hacia delante. Las bandas cobran una dimensión superior, sobre todo en la derecha con Jesús Navas ahora en asociación con Sarabia, y el juego de ataque posicional trata de mover al rival de izquierda a derecha para, con un pase largo de los medios centro, tratar de pillar a la defensa contraria basculada a una banda para atacar el espacio de la otra. En la izquierda o bien se sitúa Promes a pierna no natural o bien hay un extremo falso que refuerza el centro, mientras Ben Yedder cae hacia atrás para asociarse con Sarabia, el Mudo o Banega. El francés en el área se mueve muy bien y está en racha, mientras Munir, clave en el trabajo defensivo, trabaja bien el timing de volea.
Lo mejor
Solidez defensiva e intensidad.
Lo peor
Poco recurso de ataque estático.
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