Valencia-Sevilla | La Previa

Una prueba de madurez

Sergio Ramos y Acuña sonríen seguidos de Soumaré.

Sergio Ramos y Acuña sonríen seguidos de Soumaré. / Juan Carlos Muñoz

Por una vez las sensaciones superan a la realidad. Suele pasar cuando es la euforia la que manda. Quique Sánchez Flores ha intentado que el personal la baje al suelo, pero eso en una ciudad como Sevilla es poco menos que imposible. Dos triunfos consecutivos es lo que tienen. La explosión de Isaac está en fase de luna de miel –por supuesto, no podían faltar rumores de una llamada de la selección–, y ya se han olvidado las fatiguitas, aunque el calendario que viene a la vuelta de la esquina aconseja echarse a temblar en cuanto al Cádiz le dé por ganar, que alguna vez se equivocará y lo acabará haciendo.

Que nadie se olvide que esto es fútbol. Con el técnico de la saga de los Flores el Sevilla está creciendo, pero pasito a paso. Sin prisas ni carreras y más vale que sin estirar mucho el cuello porque te lo hunden. Lo ha logrado hacer a base de convertirse en un bloque en el que prime el trabajo defensivo desde arriba, el que marcan el impetuoso delantero lebrijano y su pareja, no mucho menos sacrificado en la presión, el marroquí En-Nesyri.

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Un Valencia-Sevilla siempre fue un clásico con pedigrí en la Liga. Hubo años en los que ambos fueron o quisieron ser una alternativa. De hecho los levantinos lo fueron. Ganaron dos ligas con Rafa Benítez en 2002 y 2004, una de ellas en el Sánchez-Pizjuán. Parecía que ese relevo podía hacerse realidad, pero el año que hubo alguna posibilidad con aquel Sevilla de Juande, el mejor de todos los tiempos, sufrió el Iturraldazo en Palma ante Mallorca en tiempos de oscuridad arbitral distintos a la manipulación con taquígrafos que actualmente sufre con el VAR.

Hoy día Valencia y Sevilla, por aquellos excesos, tienen que encomendarse a la savia joven de la cantera cuando las cuentas corrientes ya se han vaciado entre unos y otros. Triste historia que se repite en el fútbol, en el que en ambos casos se cumple el dicho de que tiempos pasados fueron claramente mejores.

Sin la fuerza de Ocampos, una baja muy sensible por todo lo que contagia aun con sus imprecisiones, el Sevilla tiene una prueba de fuego para confirmar esa mejoría justo antes de visitar al Real Madrid junto al Paseo de la Castellana, donde no basta sólo con hacer un partido perfecto para no salir escaldado. Muchos planetas se tienen que alinear, aparte de la Estación Espacial Internacional, para arañar algo en el templo sagrado del fútbol español. Palabras mayores.

Pero para eso aún queda. Quique se afana en ir construyendo un equipo con lo que le dejan. Y mérito tiene, pero que no lo estropeen los que no huelen ni pisan el verde a diario y que no sea para salir en la foto y justificar sueldazos indecentes.

Al fin ha llegado una semana de cierta tranquilidad. Que no lo estropeen. Y sobre todo, que no se quede sólo en lo apuntado en estos dos duelos (Rayo Vallecano y Atlético de Madrid) en los que la intensidad que ha contagiado el ánimo guerrero de Isaac ha sido el estandarte de los a veces mal llamados profesionales. No hay mal que por bien no venga...

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