Cien años tras la pista de un hongo

Este año se cumple el centenario del descubrimiento accidental de Pneumocystis carinii, un patógeno responsable de determinados casos de neumonías. La investigación sobre este hongo ha estado marcada por confusiones, desacuerdos y controversias motivados, en gran parte, por la imposibilidad de lograr su cultivo in vitro. Es un microorganismo muy particular. Esto hizo que durante mucho tiempo se considerase como un protozoo pero recientemente con la utilización de técnicas de biología molecular se ha podido establecer que es un hongo atípico, que no crece en los medios habituales ni responde a los tratamientos clásicos frente a hongos. Un bicho raro.

A pesar de las dificultades un reducido número de investigadores ha ido aportando claves tras la pista de este peculiar organismo. Uno de ellos es el equipo liderado por Enrique Calderón, del Servicio de Medicina Interna del Hospital Virgen del Rocío. Cuando Calderón comenzó su actividad asistencial pudo estar cerca de muchas personas infectadas por el VIH. Eso le sirvió para demostrar alta morbilidad y mortalidad por neumonía causada por penumocystis entre los pacientes inmunodeprimidos, donde constituye aún la primera causa definitoria de sida. Según las evidencias que van aportando, el papel de microorganismo va más allá: podría existir transmisión vertical en embarazadas y estar detrás de algunos problemas en prematuros, infecciones pediátricas o abortos espontáneos. Recientemente Bruselas acogió una reunión de los escasos grupos de investigación implicados en el asunto. Uno de sus objetivos es "llamar la atención a la Comisión Europea para que en las convocatorias de los Programas Marco de Investigación aparezca este problema".

El inicio de esta relación se remonta a 1996 cuando Calderón y su equipo llevaron a la revista Lancet su hallazgo: el 10% de los pacientes con Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC) estaban infectados por pneumocystis. Fue entonces cuando hubo interés por investigar su presencia más allá de las personas con inmunodeficiencia.

¿Era un problema aislado o significaba más? Responder a esta pregunta condujo a la cooperación de 11 grupos de siete países de Europa para, mediante técnicas diagnosticas por biología molecular, comprobar que era un problema frecuente (en todo el ámbito europeo los pacientes de EPOC están colonizados) con distintas prevalencias. "Hemos visto que es más frecuente es cuanto más grave es el EPOC y que los pacientes colonizados tienen citoquinas proinflamatorias más elevadas en sangre que los no colonizados. Eso permite deducir que el pneumocystis tiene un papel relevante en la fisiopatología del epoc", explica Calderón. Además, explica que "el hongo también está presente en otras patologías crónicas como la fibrosis quística y estamos viendo su papel en otras, como las neumopatías intersticiales".

Asimismo, desde el Virgen del Rocío se han ido desentrañando algunas incógnitas sobre la transmisión de la infección. Además, su labor en la Red del Espacio Europeo de Investigación en Genómica de Microorganismos Patógenos (Pathogenomics) para aclarar cuáles son los pasos que da el pneumocystis desde la situación de colonización a la de infección. Quieren ver cómo se porta el microorganismo y como se portan los huéspedes. Para esta labor cuentan con la colaboración de un grupo de Lille, en Francia, y otro de Cincinnati, Estados Unidos, que son los que están estudiando específicamente su genoma. El estudio de fetos no natos, permitió detectar un 35% de casos con pneumocystis en el pulmón; lo que indica que había una transmisión vertical. Ahora quedará por saber si es una forma habitual de pneumocystis en el hombre o relacionada con un problema o enfermedad concreto; o incluso plantearse como una causa de aborto. "Eso es una línea nueva de investigación que hemos abierto; hemos solicitado un proyecto de excelencia en colaboración con el grupo francés pero de momento no nos lo han dado". Habrá que seguir tras la pista.