Más evidencias sobre el test genético que puede evitar la quimioterapia
Oncología
La prueba ayuda a decidir si bastaría con la terapia hormonal frente a un cáncer de mama. La tecnología sólo es útil en un 20% de las pacientes con un primer diagnóstico.
Sobre el papel, se trata de una prueba intachable. Un simple test genético, que no supone ninguna molestia adicional para la paciente, promete 'librar' de la tan temida quimioterapia a cerca de un tercio de un determinado subgrupo de enfermas de cáncer de mama. Así se ha demostrado esta semana en la Conferencia Internacional de Cáncer de Mama de St. Gallen (que concluye hoy en la localidad Suiza), en un estudio europeo que combinaba los datos del test en cuatro países de la UE, incluyendo España. Pero la realidad es que solo cuatro comunidades autónomas españolas y solo algunos países de la Comunidad Europea ofrecen de forma rutinaria el Oncotype DX (así se llama la prueba).
El jefe del Servicio de Oncología Médica del Hospital del Mar, Joan Albanell es un firme defensor de la aplicación de esta prueba que, aclara, solo está indicada para un subgrupo concreto de pacientes. En concreto, apunta, se trataría de mujeres con cáncer de mama precoz, sin ganglios axilares afectados, con un tumor con expresión de receptores hormonales pero que no que sea positivo a la hormona HER/2. A este perfil responden aproximadamente el 20% de las pacientes con un primer diagnóstico de cáncer de mama.
Si viven en Madrid, Valencia, Cataluña o País Vasco tendrán la opción de someterse a este test, que indicará si deben optar por someterse a terapia hormonal y quimioterapia o solo al primer tratamiento, que implica una mejor calidad de vida y evitar decenas de efectos secundarios asociados tradicionalmente a la 'quimio', como caída de cabello o cansancio generalizado. Si estas mujeres viven en cualquiera de las 13 comunidades autónomas restantes, también podrán hacerse el test, previo pago de 3.200 euros. Las aseguradoras privadas todavía no lo incluyen entre sus prestaciones. El precio es, sin duda, una de las razones por las que algunas autoridades sanitarias se muestran reticentes a la hora de dar luz verde al test. Aunque sin duda se trata de una cantidad elevada, es mucho menor que el coste de muchos de los nuevos medicamentos utilizados en oncología, como reconoce el propio Albanell. "No se trata solo del precio; se trata de una plataforma que requiere de tiempo para introducirse, es algo muy innovador". Porque los criterios para decidir si incluir un medicamento en las prestaciones del sistema de salud están muy definidos pero, comenta el experto, no tanto para incluir algo que siempre será voluntario y para un perfil concreto de pacientes.
En cualquier caso, el coste de la prueba tiene una explicación: al contrario que otros test, éste se ha de realizar en un laboratorio específico que la compañía fabricante tiene en California, Estados Unidos. Ahí se envía, por mensajería, una muestra del tumor que se ha extraído a la paciente durante la cirugía. Una semana después y tras analizar la presencia de 21 genes, la muestra volverá al hospital de origen acompañada de un numero del 0 al 100. Cuanto más baja sea esa cifra menores serán las posibilidades de recurrencia del tumor diez años después del diagnóstico inicial; cuanto más alta, las posibilidades serán mayores, como también se supone que será el beneficio de la quimioterapia. Sin duda, si el laboratorio estuviera más cerca, el coste de la prueba se reduciría, una posibilidad que la compañía fabricante no descarta para un futuro.
Como apunta Albanell, las cosas no son tan sencillas y la experiencia clínica todavía tiene mucho que decir. "Hay veces que el grado del tumor ya nos indica que hay que dar quimioterapia, por lo que no hace falta realizar el test".
Para comprobar que la prueba era eficaz, se utilizó un método muy sencillo: se analizaron muestras de tumores de pacientes que habían participado en ensayos clínicos, se las clasificó según los resultados del test y, posteriormente, se vio qué había pasado con las pacientes en realidad. En la gran mayoría de los casos, el pronóstico otorgado por los genes coincidía con el real, lo que hizo que la prueba se aprobara y se incluyera también en las guías de práctica clínica.
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